De todos los caminos
que pudiste haber elegido
optaste justo por el que quise
borrar al no nombrarte.
Ahora que tomaste la decisión
puedo decir sin tapujos
tu nombre,
pero no lo haré,
para que siempre
continúes siendo
esa desconocida.
Me gusta la luz de tu sonrisa,
la forma en que me mandas
callar cuando me río demasiado,
cómo abrazas a otras
mientras les besas la pena,
las mentiras que le dices
a quien quiere escucharte
cuando estás borracha
y no te das ni cuenta.
Me encanta lo que remueves
dentro de mi al mirarte.
Pero eso no significa nada.
Nada.
Porque solo yo soy dueña
-y responsable-
de lo que siento.
Que no espero, con ello,
nada de ti, salvo que seas tú.
Que la luna se ve reflejada
sobre la mar sin necesidad
de bajar a besarla.
Que no hay más palabras
que las que dejo aquí
para expresar mi gratitud
por lo bien que le sienta
a mi vida que estés en ella.
Pero si decides marcharte,
atravesando la misma puerta
por donde llegaste,
seguiré estando feliz
de haber dejado que
un día me conmovieras.