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BENDITO ADAGIO PARTE V

«Mi inconsciente repite su nombre, y mi conciencia lo lamenta.»

Asomaba lentamente con su albo cabello, impregnando la habitación con una esencia exquisita. Sus manos temblorosas sostenían el humeante té. Yo respiraba sobre ella.

—¡Té de manzanilla! —me sonreía.

Era el aroma que la bisabuela nos regalaba al despedirnos tras una visita espontanea. De allí mi gusto por esta plantita de mediana altura, con su flor sensible que, al más mínimo meneo, esparce su esencia. Y en mí, su perfume trae de vuelta mi infancia.

La noche avanzaba y Javier debía estar a punto de llegar. Exhalé y me estremecí cuando un soplo gélido me abrazó. Bajé los pies del sofá y, con un leve bostezo, me dirigí a la cocina. Vertí un chorro de agua en la tetera, la llevé al fuego, alisté una taza, un filtrante de manzanilla y una cucharadita de azúcar.

La tetera silbó con insistencia.

Llevo la taza humeante a la sala y la coloco en la mesita de centro para que tome temperatura. Me envuelvo en la tibia manta y me acomodo en el sofá, dejo que los recuerdos me arropen.
—Janin, espera… ¿Qué dices?
—¿Tu amigo quiere conocerme? ¿A mí?
—¡Si, Andrea! Quiere conocerte a ti.
—¿Por qué?
—Porque le hablé de ti. Le conté que eres una chica linda, noble, sensible, buena… etcétera, etcétera, etcétera —ríó.
No estaba lista para interactuar con algún chico en aquel entonces, Janin no pensaba lo mismo.
—Janin, deja de reír. No puedes hacer eso. Sabes que no es momento para conocer a alguien. Y si lo fuera, me tocaría elegir a mí, ¿no crees?
Más su impetuosidad no me permitió una negativa.
—Andrea… ¡Él es!
—¿Él es quién? —sonreí con desconcierto.
—¡Tadeo! Es el hombre de tu vida.
—¿Tadeo? —Cavilé un momento —. Creo que alguna vez mencionaste su nombre.
Janin titubeó antes de confesar.
—También le pasé algunas fotos tuyas por el ordenador…
—¡Janin! —la interrumpí en un tono de advertencia.
—Es que Tadeo quería conocerte.
«No te preocupes sales muy bien», me dijo. «Eres tal como te había imaginado.»
Aquel comentario no me fue indiferente. Más que un halago, sentí que era una misiva de interés. Creo que despertó en mí una espontánea curiosidad por saber quién era Tadeo.
Así que empecé el interrogatorio: su edad, a que se dedicaba…
—Tadeo, tiene veinticinco años. Estudió con mi hermano y se han asociado. Licitan pequeños proyectos y los llevan a cabo en pueblos alejados de la ciudad. Pasa mucho tiempo viajando y, cuando puede, ayudando.
Hablamos tanto de él que hasta llegué a preguntar por el nombre de su mascota. Para mi sorpresa no tenía ninguna.
A la mañana siguiente, nos encontramos desayunando. La charla giró en torno a nuestro futuro. Las vacaciones habían terminado y ya nos encontrábamos bien graduadas.
—Andrea, tengo una propuesta de trabajo. El único inconveniente es que tendría que viajar a la capital para cubrir una licencia. Pero esto sería dentro de dos meses.
—¡Qué bueno Janin!
—Si, Andrea, estoy muy contenta. Ahora solo tengo que organizarme para poder viajar. Allá me quedaría en casa de la Tía Estela.
—Tu tía Estela es tan linda… Recuerdo cuando viajamos y nos hospedábamos en su casa.
—¡Claro, Andrea! Esa opción está más que dispuesta para mí y para ti.
Sabía cuánto amor y atención Janin recibía de su tía.
—Sí, es linda, ¿verdad? —preguntó con su mirada dilatada.
—Mucho. Y creo que voy por el mismo camino con Camil. Es una dulzura esa niña.
Janin solía preguntarle a su tía por qué nunca tuvo hijos. La respuesta siempre era la misma:
—¡Hijos! —movía la cabeza con ternura —, Tú ya naciste, mi cielo. ¿Acaso habría otra niña tan linda como tú?
A Janin le hacía sonreír esa respuesta. La estrechaba contra su pecho con un cariño inmenso, como si en el fondo supiera que era la hija que la naturaleza no le concedió.
—Como ella me quiere, yo la quiero.
Janin guardaba todas sus cartas. Había una en especial que se sabía de memoria. Me contó que, llegó en uno de sus cumpleaños, acompañada de una enorme caja con un peluche en su interior.
—¿Un dragón? —pregunté con asombro al escucharla.
—Si, aunque suene extraño, es muy original.
—Alguna vez me quedé a dormir en tu casa, pero nunca lo vi.
—Lo tengo guardado en otra habitación.
—¿Quieres oír la carta?
—¡Por supuesto!
Inmediatamente y casi recitando. Janin empezó a relatar la carta.

Carta de la tía Estela”
«Janin, hoy te saluda el sol. El clima ha hecho un alto en su estado frío… ¡en tu honor! Y yo, hago un alto para decirte cuánto te quiero. El tiempo pasa, y hace más de una década que nos conocimos. No estuve en tu primera mirada, ni la segunda, pero al conocerte, desde entonces, acaricias mi alma. Janin, con tus perfectas miradas, me has dado tantas calmas. Desde lejos o de cerca, siempre esperaré tus reojos. Te esperaré, porque tú deleitas mis brazos y endulzas mis palabras. Mis manos agradecen tus caricias. Te conocí en tus primeros balbuceos, para después verte tropezando en tus primeros pasos, tan Llena de ímpetu por saber más. Niña de alma alegre e inocente, contagiosa de sueños y deseos. Siempre serás la niña de mis anhelos.
Con amor, tu Tía Estela.»
—¡Janin, qué ternura de carta! Mira, hasta me hizo caer unas pequeñas lágrimas, ¡Bueno, niña!, allá con la tía Estela vas a estar muy bien.
Janin sonrío. —Advirtiéndome que no le dijera niña.
Después del regocijo que nos dejó el recuerdo de la tía Estela, continuamos charlando de nuestros planes a futuro.
—Yo… Sabes, como primera opción tengo la constructora de mi cuñado David. Estoy invitada desde que realicé todas las prácticas; ya hemos conversado del tema, pero le pedí un tiempo para descansar, tomar decisiones y superar…aquello.
—Y ya que nuestros estudios parten de las ciencias económicas y administrativas, debemos tener la mente libre para el buen desempeño.
—Sé que tienes razón, Andrea y también sé que nos irá muy bien.
—¡Sí Janin! —Lo dijo asertivamente.
Nos tomamos de las manos y nuestras miradas sonrieron.
—Sí, pero ahora estamos liberadas de responsabilidades, así que vamos al ordenador para presentarte a Tadeo.
—Janin ¿Ahora?
—¡Sí Ahora! —dijo, imponiendo a mi voluntad.
No esperó a que termináramos el desayuno. Me tomó de la mano llevándome casi a rastras, que apenas solté la losa sobre la mesa.
El departamento era pequeño, pero tenía un rincón acogedor donde reposaba una silla cubierta de tapetes. Frente a ella, el flamante ordenador color beige: mi súper computadora Pentium 4, con disco duro de 160 GB, memoria RAM 1.46 GB, lectora y quemador de CD, tarjeta de sonido, USB, red… En su época una maravilla tecnológica. Hoy estas herramientas ya son historia, reemplazadas por tablets, iPads y laptops. Pero para mí, este ordenador es más que eso: fue el inicio de «Mi linda historia de amor con Tadeo»
En la universidad, este computador beige era mi cuaderno mayor, donde almacenaba toda la información. A su lado, el escáner y el mouse de bolita, que a veces no corría por el polvo acumulado en su base. Justo en ese instante, noté que necesitaba limpieza. Le pedí a Janin que aguardara, tomé algodón y alcohol y en segundos, quedó listo.
—¡Ya está! Úsalo.
Janin hizo un clic y, al instante me llamó con entusiasmo.
—Mira —susurró—, ¿no te parece lindo?
En la pantalla apareció un rostro.
—Es Tadeo —me dijo con un dejo de emoción.
Me quedé prendada un instante.
—Ya le propuse tu amistad y agregué su correo. Ahora esperemos.
Le dije que no esperaría, que lo hiciera sola. Intentando disimular la importancia que se estaba alojando en mí.
Janin no me dejó escapar. Con un tirón me devolvió a la silla.
—¿Qué pasa? Pregunté.
—¡Está en línea! ¡Está en línea! —exclamó, emocionada.
—Janin calma.
—Ven Andrea siéntate tú.
—¿Yo? No, Janin, escríbele tú. No sé qué decir.
Con mucho rigor, me convenció. Lo cierto era que tenía ganas de hacerlo, pero también miedo. No sabía que escribir ni cómo empezar.
En la pantalla apareció su mensaje:
«Hola, ¿eres Andrea, amiga de Janin verdad?»
Me quedé estática. Escribía y borraba. Volvía a escribir y volvía a borrar.
—Andrea, solo escribe sí—dijo Janin con voz firme.
—Sí.
Presioné Enter.
Y desde allí partió toda ilusión, afecto y amor que se colara por el espacio virtual.
Cada vez prestaba más atención, interés y gusto al ingresar en sesión en el bendito Messenger. Creo que de allí partió el auge de todas las redes sociales actuales.
Messenger era un chat personalizado, donde se mantenía una comunicación fluida, en esa época aún rudimentario, pero con gran similitud a las redes que usamos hoy. Janin rondaba la conversación, ansiosa por saber cómo iba todo, esperando el desenlace.
De pronto me levanté de la silla.
—¡Cuéntame! —me abordó, expectante.
Le sonreí.
—Janin Ahhh, qué tierno y dulce es Tadeo.
—¡Te dije! Así es él, ¡un hombre perfecto!
—Pero regresemos a la realidad… No puedo hacerme ilusiones. No Aún.
—¡Andrea! ¿Porque eres así? —reprochó Janin.
Los días se convirtieron en semanas, y la comunicación fluía cada vez más. Por las mañanas o por las noches, nos guardábamos espacios para escribirnos. Tadeo viajaba con frecuencia y a veces se ausentaba por días, pero siempre encontraba la forma de dejar un mensaje.
Con el tiempo, nuestras conversaciones se transformaron en citas virtuales, con horarios establecidos y pequeños detalles digitales: tarjetas, flores, y lo que la red de ese entonces nos permitía, llamándolos iconos virtuales. Y, por supuesto, sin olvidar los textos dulces que me fascinaban.
Cada uno parecía manejar su agenda de romance virtual. Para mí su conversación era una nube que ondeaba en mi día.
Nuestras despedidas eran dulces. Mi mirada caía de emoción, abriendo suspiros, gestos, sonrisas y silencios de querer más. De que la pantalla se convirtiera en una puerta por donde mis manos pudieran acariciar su rostro sin que él lo supiera. Y, en mi más liberto deseo, sus labios.
La comunicación con Janin se redujo un poco. Aún así, programamos una noche para que se quedara en mi departamento.
—Andrea, cambiaron todos mis planes —dijo con entusiasmo apenas llegó—. ¡La tía Estela ya recibió la mala noticia! No viajaré a la capital.
—¿Y la licencia que ibas a cubrir?
—Resulta que hay una filial aquí en la ciudad. Me incorporaré en una semana.
—¡Janin!, ¡qué bueno! Separarnos hubiera sido muy triste.
—¿Y la tía Estela?
—Vendrá de visita unos días.
Sonreímos.
Le conté que ya había tomado el turno en las mañanas en la constructora, así que tenía las tardes libres y la vida se me había vuelto más tranquilas.
Mientras seguía hablándole, Janin no aguantó las ganas y me interrumpió.
—¿Y cómo va la historia con Tadeo?
— Janin, ambos tenemos tantas cosas en común, aun sin conocernos.
— ¡Su voz! Janin… Ahhh
—¿Su voz? ¿Mmm?
—Sí… Es que ya hablamos por teléfono. Fue un día cuando la red falló, y decidimos compartir nuestros números para esas eventualidades. Y desde entonces…
«Su voz es la melodía que ronda mi aíre.»
—Mira mi rostro… ¿Habías visto uno tan feliz?
—No Andrea… ni cuando eras novia de Alejandro.
El silencio nos envolvió.
El mismo silencio que me abraza ahora, mientras bebo mi manzanilla tibia.
Entonces, escucho los golpes sistemáticos en la puerta.
Es Javier. Nadie toca como él.
Me levanto envuelta en mi manta y caigo en un abrazo. Tan enlazada a él que Javier solo atina a corresponder.


Krisna

Texto agregado el 18-06-2015, y leído por 394 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
13-08-2015 3)//No conocí tu primera mirada, ni la segunda. Pero al conocerte, desde entonces me acaricias el alma. Janin, con tus perfectas miradas, ¡Me has dado tantas calmas! Desde lejos, o de cerca, siempre esperare tus reojos, ¡Te esperaré!, porque tú deleitas mis brazos, Y endulzas mis palabras…// Mis estrellas juntas a un abrazo enorme***** Victoria 6236013
13-08-2015 La carta de la tía,me hizo dar un vuelco al corazón recordando palabras de la tía mas querida que tuve y que me decía cosas demasiado parecidas y con ellas era feliz de saberme amada. 6236013
13-08-2015 1)Me encantó tu texto.Me veo reflejada en algunas letras. Pienso que tendré que leer algunos anteriores;pero la verdad no ha sido problema no hacerlo para comentarte. 6236013
19-06-2015 Me gusto mucho la narración, pero sobre todo algo que es técnico y que en esta historia esta muy bien manejado: el suspenso o suspense. Se mantiene en cada párrafo. Felicitaciones. 5* dfabro
19-06-2015 Me gusta como va encaminada tu historia, en ella veo una mezcla de ilusiones y ternura... Ah!! de seguro la tía Estela le regaló un dragón a su sobrina porque la leyenda dice que los dragones cuidan y resguardan los tesoros... Sigue adelante con tu historia, hermoso trabajo. Te abrazo con cariño. gsap
18-06-2015 Ilusionante historia de amor virtual, bien narrada. Saludos. NINI
 
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