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Es tercera vez que se levanta para ir a baño en igual número de lugares que hemos visitado: el cine, el McDonalds y este café novedoso que encontramos sin querer. Debe andar en sus días, pero no importa. Se oscurece poco a poco, se nubla apuradamente y se oye un tema de RadioHead bastante nostálgico y que es parte de una generación a la que no pertenezco. El humo del Belmont se disipa en el espejo, ayudado por la fuerte luz que rebota, también, en el espejo. La otra tontera que el vidrio refleja es mí cara.
Vuelve, lucida, rubia, sugerente con su sonrisa de mil demonios. Mil demonios, claro esta, por qué alguna vez, no ahora eso sí, provoco en mí la expulsión de ese Satanás interno reservado para explicar ante un juez que el asesinato recién cometido fue por locura temporal. Pero eso es harina de otro costal y aunque me cueste concéntrarme lo que quiero escribir, o más bien describir, es este novedoso café que encontramos sin querer.
-Sabes -me dice mientras saborea su capuchino- me encanto la película. La dirección, las locaciones, las actuaciones. En especial la de Ze Pequeño...
¿Y, yo? Me pregunto interiormente, en el mismo instante que uno de mis ademanes más amigables ayuda para que no se note mi ira por quedar fuera de los créditos. Yo le sugerí que fuéramos a ver esa película, incluso le insistí cuando argumentaba a favor de esa de la orquídea. “Otro día nos tocara aquella, confía en mí”, le dije y le encendí su cigarrillo (no había notado hasta hoy lo mucho que fuma últimamente).
Siempre me ocurre. Quiero legar algo de lo que me gusta, de eso que me golpea el corazón y que siento sólo mío. En un acto de desprendimiento y lo aconsejo. Ya sea una película, un libro, un sitio, un recorrido de micro, un paseo, una canción, un museo, una ciudad etc. Sin embargo, ese ejercicio lo practico con sólo personas que quiero y/o quiero impresionar (no nos mintamos: el 99% a mujeres). Pero el resultado es el mismo: les encanta lo visto o escuchado, pero se olvidan de quien lo propuso, o sea yo.
-Hace tiempo que no iba al cine y salía satisfecha de pagar la entrada – continua con sus alabanzas- Te agradezco. ¿Sabes? no me imagine que tuvieras tanta sensibilidad...
-Gracias, yo tampoco. Que bueno que te gustó ¿Ves que puedes volver a confiar en mí?- le dijo dejando una sonrisa estupidita que alcanzo a ver reflejada en espejo, que a pesar del frío no se empaña.
-Ehhhhhhh, una película no es la vida real. Eres crítico de circo deberías comprenderlo. Qué me aconsejes algo y te crea no significa que dejes de ser un maldito mentiroso, embustero y... no sé...eso.
Su cara imponía seriedad a sus dolorosas palabras. Todo matizado con dos individuos armados que gritaron una frase clisé y apuntaron al dueño del café llevándose todo el dinero. Yo me mire en espejo y me vi con los brazos arriba sin decir nada y con mi acompañante pálida, pero segura. Quizás las recriminaciones que me hacía atenuaron el miedo que provocan dos cañones rondado cerca de tu cabeza.
Los lindos se fueron con un buen botín pero pense: “Si a nosotros no nos hicieron nada es porque conocían la clave de la caja fuerte y fue un soplo”. Eso al menos fue lo que le declaré al juez.

Texto agregado el 06-09-2004, y leído por 97 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-02-2005 Bueno, bueno, bueno... daggaz
 
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