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El ensayo delos viernes de Rubalva

Practicando el silencio

Una boca para hablar, dos oídos para escuchar. ¿Qué significa esto? ¿Acaso oír a los demás es dos veces más importante que hablar?
Desde que tengo uso de razón he escuchado decenas de frases que invitan, indistintamente, a hablar o callar. “El silencio es más elocuente que la palabra”, dicen algunos para significar que con una actitud reservada, muchas veces, se expresan mejor los sentimientos que con una frase destemplada. “El que calla, otorga”, afirman también, asegurando que al hacer mutis ante lo dicho por otros, automáticamente estamos concediéndoles la razón por no rebatir sus argumentos.
¿Cuál es la realidad sobre la reserva de las palabras o la abundancia de las mismas? ¿En qué circunstancia callar o hablar es beneficioso y cuándo no? Todo parece indicar que actuar con mesura en ambos casos, pues si bien es cierto que hablar ‘hasta por los codos’ resulta insoportable para nuestros interlocutores, también es verdad que con frecuencia el silencio se convierte en un vacío inmenso y agobiante para quienes son sometidos al mismo. El hecho de callar, por sí solo, no contiene ninguna virtud.
Veamos. Si omitimos un elogio en una circunstancia que lo amerite, practicamos un silencio envidioso; si nos reservamos palabras de consuelo ante el dolor ajeno, nuestro silencio es egoísta. Cuando callamos ante la ignominia, estamos cubriendo un delito y cuando nos atribuyen méritos que no poseemos y no repostamos, pisamos el umbral de un silencio cobarde.
Asimismo, si le negamos la palabra a alguien que consideremos inferior, nuestro silencio es soberbio. Si por falta de educación o por indisciplina no respondemos una pregunta, estamos practicando un silencio grosero.
Algunas veces se calla por vanidad, por orgullo, por indiferencia, por ignorancia, pereza e ineptitud; todos, silencios injustificados. Sin embargo en ocasiones, el silencio se escuda en razones positivas. Debemos ser conscientes de que no todo lo que se piensa es prudente o necesario exteriorizarlo: con frecuencia, cuando no medimos el alcance de nuestras palabras, los resultados suelen ser aleccionadores.
En cambio, si permanecemos en silencio podemos obtener resultados como los siguientes: cuando evitamos hablar para no restañar heridas, nuestro silencio es piadoso; cuando nos reservamos palabras para no enlodar reputaciones, estamos practicando un silencio cortés o generoso. Asimismo, cuando evitamos referirnos a conocimientos o cualidades inherentes a nuestra persona, asumimos un silencio prudente, que suele ser remanso de paz.
Muchas veces las actitudes de quienes nos rodean no son similares a nuestra manera de pensar y es cuando empleamos el don de la palabra para zaherir y criticar. Resulta muy humano dilucidar nuestros criterios con los demás y enrostrarles su ‘equivocación’ a quienes piensan diferente. No obstante, es bueno señalar que la crítica suele ser inútil, pues pone al prójimo a la defensiva y lo más normal es que trate de justificarse. Es peligrosa, además, porque lastima el orgullo -tan preciado en los seres humanos-, hiere su sentido de importancia y despierta su resentimiento.
Dice una frase bíblica que con la misma vara que medimos a los demás seremos medidos. Las críticas son como palomas mensajeras: siempre vuelven al nido del cual partieron. Lincoln, analizaba las actitudes de los hombres de esta manera: “No los censuren; son tal como seríamos nosotros en circunstancias similares”.
Por eso, en vez de juzgar a los demás, debemos tratar de comprender por qué actúan como lo hacen... y practicar el silencio. Benjamín Franklin, destacado político y físico norteamericano, lo resumió con esta frase: “No hablaré mal de hombre alguno y de todos diré todo lo bueno que sepa”.
En definitiva, debemos hablar temas que edifiquen y que aporten algo positivo a los demás. De no ser así, es recomendable continuar practicando el silencio.

Rubalva.

Texto agregado el 18-09-2015, y leído por 257 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
19-09-2015 (2) Decirte también estimado Rubén, que el silencio y la palabra, aunque parecieran contradictorios, ante la verdad en realidad se complementan, pues el silencio la mayoría de las veces dice muchas cosas que se callan y cuando hablamos sobre algo o alguien siempre, por el motivo que sea, callamos algo. caramelo
18-09-2015 Hablar sí, pero al momento oportuno. El silencio ayuda a mantener una buena relación familiar o de trabajo , hablar cuando la palabra no irrite. Buen trabajo Yvette27
18-09-2015 Carlos Saúl Ménem tenía un latiguillo, que no recuerdo si era suyo o de algún librito: Yo no predico la ética, yo practico la ética. guy
18-09-2015 Se puede decir todo, hasta la crítica más acerba, pero con buenas palabras, con respeto, sin zaherir. Incluso un elogio seguido de insultos sentaría mal a cualquiera. La clave es el respeto, como casi todo en la vida. Por otro lado, en un mundo de ruido y publicidad intempestiva yo siempre seré un defensor entusiasta del silencio. LorenzoGarrido
18-09-2015 Desde niña fui muy activa, en los trabajos cuando unos hacían medio yo hacía dos completos. No es fácil para mi mantener la boca cerrada, pero estoy muy de acuerdo que cuando se abre no sea para joder. Gracias por el mensaje. Es bueno. rhcastro
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