BENDITO ADAGIO PARTE XVII FINAL

Se dice que la noche, la luna y el mar son fuente de inspiración para artistas y poetas.

¡Yo diría que estar bajo su sombra, bajo su luz o envuelta en su brisa es llenarse de magia, es llenarse de Amor!

Hubo una sutil diferencia entre cómo conocí a Tadeo y cómo conocí a Augusto.

Entre caer en la dulzura de lo virtual y rendirse al encanto de lo real.

Entre ruborizarse en la inocencia o despojarse en la pasión.

Entre un beso tierno y un beso provocador.

Entre dos miradas distantes y dos que destellan amor.

Tadeo fue la ilusión virtual suspendida en el tiempo. Un recuerdo que ondeaba en cada paso, en cada respiro, en cada instante de mi vida. Llevé su nombre como un relicario, su imagen como escolta que no permitía espacio para ningún otro rostro, su voz como un susurro en el viento que me enamoraba sin siquiera oírla.

Aún no logro entender cómo logró que su recuerdo perdurara tantos abriles en mí. Sin palabras, sin caricias, sin que nuestras vidas circularan en un mismo espacio.

Sin siquiera saber qué ha sido de su vida.

Me pregunto: ¿cómo la mente crea un escudo con un solo recuerdo?

¿Cómo logra la memoria embelesar a alguien con lo efímero?

Tadeo se perennizó en mi mente como un «bonito recuerdo». Sin su presencia, me llenaba de dicha; en la distancia, me robaba sonrisas y hasta me estremecía.

Quizás…

Cargué con toda la culpa anhelando un perdón.

O quizás…

Creé el rito perpetuo de venerar su recuerdo y terminé confundiendo la añoranza con amor.

Augusto, por el contrario, es el viento real que prendó mi mirada y despertó mi piel, el que atrajo mi quietud, y me mostró nuevos colores en el ocaso.

El que siguió mis pasos cuando jugaba a los amicales abrazos con Javier. El chalán que me sedujo con la armonía de su mirada y su elegante danza.

Augusto es aquel que se atrevió a no alzar la bandera blanca y luchó hasta ganar la batalla. Porque su único rival era un recuerdo — desconocido para él — y mi eterno apego a la soledad.

Tadeo caminará por otras veredas y quizá, en algún susurro inconsciente, deslice mi nombre… o tal vez alce su voz mencionando uno nuevo.

Quizá aún me guarde un último beso repleto de pasión, tan distinto al primero, aquel que fue solo ternura y sonrojo.

Augusto acercará sus manos al fogón para entibiar las mías en los inviernos futuros o en los cambios de estación.

Tadeo mirará la luna y recordará el secreto que una vez le conté sobre ella.

Augusto será el precursor de las historias nuevas que se guarden bajo su luz.

Tadeo guiará nuevos pasos hasta aquella plaza donde, un día, una tibia caricia enlazó nuestras sombras.

Tadeo será la silueta que guarde el destino, y cuando yo no irrumpa el bendito adagio, tal vez me permita mirarlo y al fin decirle: «Hola»

Tadeo será solo el recuerdo de un amor silencioso, reapareciendo en un suspiro mientras, en la ventana, yo espíe o respire la noche.

Augusto, en cambio, me mostrará la noche y el alba en sus pupilas. Me envolverá de magia con su sonrisa y, sobre su piel, respiraré la brisa del valle y la brisa marina.

Augusto es el Amor real, que con un giro suave me vuelve a sus ojos, seduciendo mis caricias y provocando un beso eterno que nos rinde frente a una nueva luna.

Kristy Navez

Fin.

Y como dice el Adagio:

Si vuelves para tomar lo que olvidaste, corres dos riesgos:

- Uno. Que el olvido se te haga costumbre.
- Y dos. Que interrumpas bellos momentos que tus pasos habían encaminado.

Así nació “BENDITO ADAGIO”

Gracias a todos los lectores.