Te has ido 
como el último rastro de juventud  
que la piel ha retenido,  
como la culminación de una obra literaria  
que a nuestro pesar le ha sido indiferente y lejana. 
 
Te ha dolido, 
la crueldad de mis palabras  
que en el limo de este amor he escupido,  
te ha aturdido, 
el caos existencial  
que siempre he llevado conmigo. 
 
Te he amado 
y he contenido el aliento  
para todo atrás dejarlo, 
dueles 
como la comida ingerida  
después de varios días de hambre y desgano. 
 
Enloquecí y enfermé sin remedio alguno, 
quedando partida al medio  
y con un corazón nauseabundo,  
quedando en estos versos  
que oscilan por explotar  
en labios indecisos y mudos. 
 
Fatídicos amores 
que revientan la carne  
mientras se alivian los dolores, 
redención no demores 
que he de morir pronto,  
sin otra promesa que la de dejarte solo. 
 
Y ya serás un horizonte azul y apacible  
para la finalidad de mis pasiones,  
y te amaré sin otra opción para mi ser  
que la de enloquecer, 
y no te olvidaré  
porque mientras viva te recordaré. 
 
Me ausentaré  
para llenar a mis fantasías 
con el aroma de tu piel, 
y en mil puentes de coagulaciones  
mis venas serán el ardor  
que a tu virilidad ofreceré. 
 
Los meses sin luces de neón  
han calado hondo  
en la primavera roja de este retoño precoz, 
el néctar de tus labios  
le ha dejado miel y desilusión a mi breve vejez, 
¡vejez que con la letanía de viejos triunfos 
en el interior de mi ser, ha dilatado en explosión! 
 
Fatal ha sido el amor que no culmina, 
que desangra en el vientre, 
marchitando así,  
las últimas flores que a la vida se asoman, 
fatal ha sido el amor que asusta 
a las nuevas ansias de un porvenir  
y que en nuevos amores e incertidumbres detona.  
 
Y he de quererte tanto nene,  
que me aliviará si la distancia se hace presente, 
que agradeceré 
si los ángeles guardianes de tu inocencia 
perdonan el mal que te he causado, 
¡Maldita diabla que no te cansas de ahuyentar a la señora providencia! 
 
Y sin más rimas que estas tintas, 
te doy la  finalidad de este quebranto amoroso 
para que lo lleves  
donde las almas se fusionan con el cosmos, 
para que lo mames y lo desarmes,  
para que te sane; 
y a ti te digo mi rey: 
“que más afecto no he de mendigarte”.  
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