Talismán o amuleto

Fue fruto de mi ignorancia, lo que me hizo confundir un amuleto con un talismán. Si bien en apariencias se asemejaban, no pude interpretar sus utilidades al momento de escuchar los consejos de la bruja que me los ofrecía.

-Que prefiere- me dijo

-¿Un talismán o un amuleto?

-¿Y cuál es la diferencia?

-Muy fácil, el amuleto es recomendado por aquellas personas….

Bla bla bla. Una inusitada ausencia me sumió en un trance, mientras la pitonisa no paraba de hablar; sus manos sostenían un extraño objeto, que intentaba ofrecer a un despistado ser cargado de angustias, que no podía concentrarse en sus consejos.

-Ahora, sin Ud. anda buscando un talismán entonces…..

Esta vez extraía de un cofre un cuerpo extraño, con brillos y colores.

No sé en qué momento acepté la propuesta, de manos de esa hechicera, de nombre Salomé, que me ofrecía su ayuda.

De mediana edad, si cabe esa definición, la susodicha no paraba de hablar, mientras ostentaba un adminículo en cada mano a modo de ofrenda.

-¡Y entonces, por cual se decide!

No podía salir del asombró al contemplar la situación; con mis 43 años, neurocirujano del Hospital Central, queriendo entender las consideraciones esotéricas de aquella damas de extraños atuendos.

Temía que me descubrieran, e imaginaba que podrían llegar a pensar los pacientes que ponían sus vidas en mis manos, viendo ahora a un vergonzoso galeno a merced de las garras de la bruja.

Casi al descuido le marque la mano izquierda de Salomé, que de inmediato me regaló el fetiche, mientras hablaba lenguas inentendibles.

Aunque intenté descifrar sus propiedades terapéuticas, aquel objeto en forma de medalla no parecía responder a los propósitos buscados.

Aparentemente, los amuletos se utilizan para atraer la suerte, mientras que los talismanes para defenderse de amenazas.

Ya la anestesia está haciendo efecto, con el bisturí en la diestra guardo entre mis ropas el obsequio que mi hiciera Salomé, antes de entrar al quirófano. Ahora yace inerme en la sala de operaciones, a la espera de que unas proverbiales manos la libren de un difícil trance.

Me pregunto: ¿Quién lo necesita más?

OTREBLA