¿Cómo has de encontrarme? 
si no salgo de estas austeras 
suavidades asfixiantes, 
¿hace cuánto tiempo que llevas,  
sin azotarte las manos 
ni horadarte los pies llagados del naufragio? 
 
¿Habrá días, 
en que pueda amanecer sin extrañarte, 
ni pensar en lo que no fue 
o en lo que harás sin habitarme? 
 
¿Habrá noches, 
que dejarán de dar sepultura  
a mis ansias?, 
bastará la luna 
para dejar en penumbras a mi alma.  
 
¿Cómo has logrado recomenzar 
con el fragor de tus días, 
sin reparar en los despojos 
que tras de ti se escondían? 
 
¡Vivir!, 
no era más que un lato recipiente de lágrimas 
y siento frío, 
y entre los huesos al corazón oprimido, 
siento un amor vejado y envejecido. 
 
Me has condenado 
en el óleo de tus frustraciones 
mientras he optado por el marchitar  
de tu semblante en obnubilaciones, 
sin mesura, acaso, 
en la precocidad de tus decisiones, 
me has devuelto al olvido de tus meditaciones. 
 
Acabaré, 
finalizaré,  
testificaré, 
albergando úteros de flores y cielos 
en el recoveco de lo que podrías haber sido, 
si no te hubieras hundido  
en el mediterráneo de tus retorcidos pecados 
junto con las aves de paso, 
que trajeron consigo  
el desamparo inducido y el suicidio temprano.  
 
 
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