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COMO ELEGIR ENTRE UN SUEÑO GRANDIOSO Y EL ÚNICO AMOR VERDADERO: AMBOS APARECEN UNA SOLA VEZ EN LA VIDA

Henry conoció a Christine el 15 de febrero de 1862 en Londres. Para ser exactos en el Hotel Langham durante la cena organizada por un amigo común, después de ello se vieron a diario. Esto ocurrió un día después que Lord Ashley le encomendara a Henry dirigir una expedición por el interior de África para resolver el misterio de las fuentes del Nilo. Era la misión que él anhelaba desde que tiene memoria.
Christine, de 19 años, resultó ser la mujer más cautivante que vio en toda su vida, aunque en honor a la verdad no conoció muchas otras. Era dueña de una juventud fresca y desafiante, más bien insolente, llena de vida, piel suave y blanca como el mármol más delicado, ojos verdes y profundos que le recordaban su amado Nilo, labios delgados y sensuales, todo en ella armonía y distinción.
Los preparativos del viaje tomaron varios meses. Como la supervisión de los mismos fue asumida personalmente por Lord Ashley, él pudo dedicar ese tiempo a cortejar a Christine, disfrutando interminables paseos por los lugares más interesantes de Londres, la Abadía de Westminster, Trafalgar Square y el Puente de la Torre.
Al cabo de algunas semanas los jóvenes enamorados eran presa de un sentimiento tan apasionado que ninguno tuvo dudas acerca de ser el único amor verdadero para el otro. Todo era pura maravilla y felicidad.
Claro está que existe aquel asunto del viaje, la expedición al interior del continente africano que Henry debe realizar, pero frente a un sentimiento tan poderoso como el que los embarga no es más que un detalle baladí, ¿Qué pueden significar dos míseros años frente a la eternidad que se extiende frente a ellos para realizar ese amor inmenso y poderoso?
Es verdad que Christine piensa distinto, pues insistió, suplicó, hasta exigió que él no se marchara, que su corazón se inundaba de miedo solo al pensar en no volver a verlo, que si su vida terminaba en ese insensato periplo lleno de peligros a ella se le iría también la suya por tanto sufrimiento.
- Amor mío, no hay peligro en esta empresa, nunca antes una expedición ha contado con tantos recursos –
Silencio.
- Lord Ashley no ha escatimado en nada para garantizar el éxito del viaje, volveré triunfante, digno, me llenarán de honores y recompensas –
Silencio.
- Tengo que hacerlo, es el sueño de toda mi vida, además no puede haber peligros pues tu amor será el faro que ilumine mi camino de regreso hasta tus brazos, solo dos años y en cuanto regrese nos casaremos, ¡Lo prometo! –
Ninguna de esas razones tranquilizó a Christine quien siguió implorando un rato más entre sollozos, hasta que él le propuso un inocente juego.
- Querida, lancemos una moneda, dejemos que la suerte decida y nos muestre el mejor sendero, si sale cruz esperarás mi regreso, si sale cara hablaré con Lord Ashley y le diré que busque otro explorador –
Ella estuvo de acuerdo, sin mucha convicción por cierto y durante segundos que parecieron eternos la moneda se elevó en el aire para ir a caer sin ruido sobre la alfombra: Cruz.
-Christine, mi vida, ahora tienes que prometer que me esperarás, que rogarás por mi regreso a nuestro Señor y me escribirás cartas tan seguido como te sea posible y por sobre todo, que cuando vuelva tú y yo nos casaremos –
Entonces hicieron la promesa “Nos comprometemos de manera solemne a ser fieles el uno al otro y a casarnos al regreso de Henry de África. Ponemos a Dios como testigo de este juramento”
La última noche fueron a pasear al Palacio de Cristal en Hyde Park. Christine alzó los labios en una cercanía seductora. El entonces la besó en la boca, ojos, mejillas y cuello. Ella también lo besó y le entregó una foto para que la llevase consigo en el viaje.
Henry prometió estar de vuelta en dos años, la abrazó con fuerza y sin darse cuenta cómo, transcurrieron tres años desde aquella noche.
Hemos de decir que fueron los años más terribles y duros de toda su vida, recorriendo casi 10.000 kilómetros de selvas húmedas y asfixiantes, ciénagas tóxicas llenas de criaturas horrendas y ponzoñosas. Baste para imaginar ese infierno saber que al zarpar de Inglaterra, el 17 de octubre de 1862, pesaba casi 176 libras y al llegar en noviembre de 1865 a Zanzíbar , último destino antes de embarcarse de regreso a la patria, apenas si se elevaba por sobre las 105.
Muchas veces la muerte le pisó los talones en su carrera frenética por llegar a la cita con Christine, tenía las mejillas hundidas, estaba ojeroso y enfermo, pero el recuerdo del dulce rostro le insufla coraje y fuerza para continuar avanzando por esos parajes indómitos.
Perdió la cuenta de las cartas que le escribió y que dejaba en cada poblado donde encontró algún europeo que las enviara en los barcos que iban cada cierto tiempo a Inglaterra.
En una de ellas le dice “hace 25 meses me alejé de ti, terminar la misión demandará al menos otro año de viaje, pero confiemos alegres que nos aguarda la culminación feliz de esta interminable prueba a tu constancia y mi valor. Mi amor por ti continua inalterable, eres mi sueño, mi esperanza, te recordaré hasta que vuelva a encontrarte o hasta que la muerte me encuentre a mí”
Nunca importó que en ninguna de esas aldeas hubiese alguna de ella para él, lo tranquilizaba el hecho que tampoco llegó correspondencia de otros remitentes; apenas algunos pertrechos que impidieran morir de hambre en esos parajes olvidados de Dios.
Al cabo de los años, los tres, no los dos al inicio presupuestados, ya conseguidos los objetivos de la expedición, y haberse recuperado un poco de las fiebres que lo tuvieron devastado, convertido apenas en un amasijo de piel y huesos, sin contar que estuvo a punto de morir en más de 100 ocasiones, Henry por fin llega a Zanzíbar.
Muchas cosas lo esperan en ese lugar, pero lo único esencial para él es el legajo de cartas de Christine.
Las contempló durante largo tiempo, las ordenó por fecha, de acuerdo al sello de correos y dudó un momento acerca de leerlas desde el comienzo o empezar por la más reciente. Lanza una moneda al aire, esta señala la de fecha más reciente, rasga el sobre: La hoja blanca, escrita con letra pequeña y armónica, contiene pocas líneas: “He hecho lo que millones de mujeres han hecho antes que yo. No he cumplido lo que prometí”
Estaba fechada apenas un año después de su partida.

Texto agregado el 07-01-2016, y leído por 65 visitantes. (1 voto)


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