Desde hoy serás la chica del pantalón de mezclilla que está parada en la orilla del planeta azul mirando a las estrellas. Yo estaré en la ladera de la roca menor del planeta rojo, esa ladera que desde tu hogar se distingue entre un vado de aguas antiguas y picos de polvo electrizantes. Levantaré mi cabeza al espacio y te saludaré agitando mi tercera extremidad para que me alcances a observar con tu telescopio nuclear.

Si por los ecos del destino llegara un viaje de tu planeta al mío, y entre los colonizadores viera tu figura buscar ansiosamente algo que perdiste aquella tarde color naranja, sigue las huellas de letra azul que dejo en este cuento que te voy escribiendo para que me localices sin dificultad. Y si acaso no descifras el mensaje escondido a media tinta, dejemos a un lado la timidez: esta criatura saltará feroz a tu encuentro para absorber toda tu energía de un lengüetazo, y mientras tus ojos en blanco regresen a la normalidad, construiré la nave más rápida y poderosa que has visto en tu existencia para huir a la galaxia más lejana a procrear y asegurar nuestra descendencia.