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Inicio / Cuenteros Locales / detective99 / Balenciaga, el maestro de la alta costura

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Balenciaga (París, 1937) no surgió de la nada, su fundador, el modisto vasco Cristóbal Balenciaga se había pasado media vida entre costuras y contaba con una holgada red de negocios en España. “Balenciaga había comenzado su carrera como modisto y empresario en San Sebastian veinte años atrás, por lo que contaba ya con una basta experiencia personal, profesional y comercial cuando llegó a París en 1936”. Su primera tienda francesa, en el número 10 de la avenida George V de París (donde sigue estando la tienda principal) se convirtió pronto en un lugar de referencia para la clase alta de la Ciudad de la Luz.

El buen hacer con las formas y los volúmenes y su destreza con el uso de la aguja reportaron al modisto una fama más que merecida entre sus colegas de profesión y situaron a la casa entre los referentes de la moda femenina ya desde los años 40. De la primera etapa de la maison destaca el interés de Balenciaga por crear volúmenes insospechados y líneas fluidas, algo que supo entremezclar a la perfección con la reinterpretación y actualización de prendas propias del folclore como la capa o el kimono -por influencia de Madeleine Vionnet, gran amiga de Balenciaga y toda una experta en estética japonesa-. Las referencias al mundo pictórico, sobre todo a las obras de Goya, Zuloaga y Velázquez, y a la cultura española, reapropiándose de la chaquetilla de torero, la mantilla y otros elementos de la tradición textil nacional, fueron marca de la casa hasta el año 1968, cuando el modisto se retira cerrando una etapa.

Balenciaga permanece en el olvido, activo únicamente en el mercado nipón, hasta 1987, cuando Michel Goma recupera la firma y lanza una línea de prêt-à-porter, que, sin embargo, no obtiene la repercusión esperada. En 1992 Josephus Melchior Thimister toma el timón e intenta elevar el tono de los diseños. El desconocido Thimister, mitad holandés y mitad belga y descendiente de una princesa rusa, presentó una primera colección prêt-à-porter basada en dos colores; el negro y el azul tinta y “con un marcado sentido de la Alta Costura”. A pesar de todo, la respuesta por parte de la industria sigue siendo templada, alejada de lo que supuso la Casa Balenciaga en un primer momento. La empresa vive, sobre todo, de su pasado y de la venta de perfumes.

En 1997, el testigo pasa al diseñador francés Nicolás Ghesquière, que, con sólo 24 años, recibe el encargo de devolver a la marca sus característicos volúmenes escultóricos y su aire vanguardista. “Balenciaga es una de las tres maisons de la Alta Costura que mejor han simbolizado la elegancia, sin renunciar al mismo tiempo a la modernidad”, afirmaba Ghesquière.

Sus primeros desfiles están protagonizados por el color negro y tienen un claro objetivo: reinterpretar el espíritu del modisto español: “De él he querido conservar, sobre todo, su concepto de redondez”. A lo que Nicolas añade: “Yo juego con los volúmenes pequeños y grandes como lo hacía el maestro, porque creo que dan una buena idea del confort. Esta es la verdadera revolución de Balenciaga, que jugaba constantemente con los volúmenes, pero regalaba a la mujer mucha más libertad que los demás creadores de su tiempo”.

2008 fue el año del delirio, la consagración de Ghesquière en Balenciaga y una colección histórica para la firma. Sus little dress y dos piezas con estampado floral y manga abullonada y su reinterpretación de las gladiadoras en versión bota epataron por igual a expertos y trendsetters de todo el mundo. Era fácil quedarse prendado de esa especie de escafandras bordadas sobre todo después de verlas sobre el cuerpo de Jennifer Connelly, protagonista de la campaña esa temporada. La estructura de la actriz estadounidense, célebre desde la mítica cinta Dentro del laberinto, gustó tanto a los directivos que repitió como imagen de la campaña otoño/invierno 2009/10, esta vez retratada por Steven Meisel.

Las nuevas musas de Balenciaga casaban a la perfección con la nueva imagen avant-garde de la casa. Mujeres fuertes y con carácter, de rostro anguloso y físico andrógino como Charlotte Gainsbourg –imagen de Balenciaga Paris, el primer perfume de la nueva era de la maison y gran amiga del diseñador– o la propia Connelly pasearon las creaciones de Ghesquière por alfombras rojas y premières de todo el mundo. La última en ejercer las labores de musa ha sido Kirsten Stewart, la protagonista de Crepúsculo, que se ha convertido en imagen del último lanzamiento de Balenciaga, el perfume Florabotanica. “Siempre he deseado colaborar con ella yendo más allá, sabiendo que ella comparte el espíritu radical de Balenciaga”, sentenció el francés.

El diseñador, no contento con poner patas arriba las pasarelas, renovó el concepto de todas las boutiques de la firma con la ayuda de la artista francesa Dominique Gonzalez-Foerster, la cual poco después intervendría la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres y expondría en el MUSAC de León. Fruto de esta unión, que transformó las tiendas en museos y el hecho de ir de compras en una auténtica experiencia estética, otras firmas comenzaron a colaborar con artistas.

“Mi relación con Cristóbal Balenciaga no tiene nada que ver con la renovación de un legado. Se trata de una combinación con sus creaciones en las que la prioridad radica en la exploración de su obra” aclara el francés. Si hasta entonces, el grueso de propuestas hechas por Ghesquière estaban basadas en una revisitación y actualización de los archivos de la casa, en el año 2010 se produjo un giro y cuando todo el mundo miraba hacía el pasado en sus colecciones para el otoño/invierno del 2011, Balenciaga, se imponía como una de las pocas propuestas que miraba de frente al siempre temido futuro. Estructuras complejas en piezas que proponían auténticos y coloridos rompecabezas: “De su fértil imaginación brotaban abrigos, chaquetas y trajes que exigían un mapa para comprender totalmente su estructura. La parte superior de un mono se abría sobre su ajustado pantalón para descubrir un interior de doble faz que cubría el torso con grafismos importados de las artistas Dominique Gonzalez-Foerster y Cindy Sherman” comentaba Eugenia de la Torriente en El País. A finales del 2012 Ghesquière abandona Balenciaga por descontento con la dirección. El norteamericano Alexander Wang es el encargado de sustituirle con una primera colección con notable acogida.

Tras varias temporadas al frente de la firma, comienza a rumorearse que el grupo Kering, propietario Balenciaga, podría haber decidido no renovar el contrato de Alexander Wang. "Hay discusiones entre el diseñador y y Balenciaga acerca de la renovación del contrato" afirman desde el grupo. Una decisión que pocos días después se confirma. Tras la presentación de la colección primavera-verano 2016 -la última de la era Wang-, se anuncia que Demna Gvasalia –líder de la firma Vêtements– será el nuevo director creativo de la maison.

Texto agregado el 26-02-2016, y leído por 34 visitantes. (0 votos)


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