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Volver, para qué?
Cerré la puerta de un golpe y me prometí a mí misma que jamás volvería.
Antes de eso había escuchado a mi padre diciéndome:
___Te estás pareciendo cada vez más a tu madre, es hora de que tomes su lugar.
A pesar de mis quince años recién cumplidos no pude soportar tal bajeza por parte del hombre al que le debía la vida, a pesar de su borrachera, creo que lo decía en serio y eso era demasiado para mi, había soportado palizas, malos tratos por parte de los dos, de mi padre y de mi madre y no estaba dispuesta a seguir ese camino.
Junté lo que pude de mi ropa y lo indispensable para no pasar hambre ni frio por lo menos un par de días, tomé mis ahorros y me marché con el firme propósito de no volver jamás.
La calle no es un buen lugar para una chica de mi edad pero como mi casa era aún peor, no tuve elección.
La primera noche deambulé por las calles tratando de que la policía no me viera, dormí bajo una escalera en un lugar donde nadie podía verme hasta que llegara el día y buscara trabajo, sabía que sería difícil pero también que no era imposible.
A la mañana siguiente traté de cambiarme la ropa en el baño de un bar y allí mismo conseguí empleo tenía que limpiar y servir las mesas por una paga ínfima pero había conseguido donde vivir, por lo menos por un tiempo.
La dueña del bar no me hizo preguntas pero me dijo que si alguien me preguntaba, dijera que era su sobrina, así no me molestarían.
Doña Raquel, ese era su nombre, era una mujer muy callada, muy prolija y le gustaba que todo estuviera muy limpio y en su lugar.
En ese sentido no tuve que esforzarme mucho, en casa ése era mi trabajo y estaba acostumbrada.
Me dio una habitación para mi sola y esa noche fue la primera noche de mi vida donde pude dormir sin que alguien me estuviera acosando o gritándome.
Luego de tres meses, una tarde de domingo, mientras el bar estaba cerrado, doña Raquel me hizo sentar junto a ella en la parte de arriba del, bar, donde tenía su casa y me dijo que estaba muy contenta conmigo y que le gustaría saber algunas cosas de mi vida pasada.
Me senté junto a ella y conversamos como nunca antes lo habíamos hecho, me contó que estuvo casada pero que su esposo había muerto en un accidente y junto a él, su hija de diez años.
Le dije cuánto lo sentía y ella me contestó que de eso hacía cinco años y que había tenido que seguir con su vida si no quería volverse loca.
Me dijo también que yo le hacía recordar a su hija que tendría mi misma edad y que se parecía mucho a mí.
Me sentí muy mal por aquella mujer, tenía muy buenos sentimientos y no se merecía lo que la vida había decidido quitarle.
Me preguntó qué hacía sola, a mi edad, dónde estaban mis padres y muy a pesar mío, pues había decidido no hablar de ellos, tuve que contarle mi historia.
Tan sorprendida quedó de que mis padres fueran así que sintió pena de mi y quiso que volviera al liceo, el que había dejado al irme de mi casa.
Le dije que siempre me había gustado estudiar pero que ya no tenía tiempo para eso, mi vida había cambiado, aunque no me quejaba, con ella todo era más fácil, la sentía como una madre para mi, me había dado casa comida y trabajo y no pensaba dejarla sola por ir a estudiar.
___Mi querida niña, nada me daría mayor satisfacción en la vida que ver que vuelves a estudiar, quiero que tus deseos se cumplan, te lo mereces y mañana mismo vas a ir al liceo, aunque creo que vamos a tener que ir a la policía primero y arreglar tu situación, no creo que te manden de vuelta a tu casa, existen los derechos de los niños y con un buen abogado sé que podrás quedarte conmigo.
Me sentía muy inquieta, sabía que doña Raquel tenía planeado lo mejor para mí, pero tenía mucho miedo de que me hicieran volver con mis padres y esa noche cuando la casa estaba en silencio, me fui.
A la mañana siguiente, doña Raquel al no verme fue a la policía y después de contarles todo sobre mí, comenzó mi búsqueda, prometiéndole que si yo volvía me detuviera y no me dejara marchar, todo se arreglaría con un buen juez y una asistente social.
Claro está que yo no sabía nada de esto y me marché con mis cosas y con el dinero que había podido ahorrar durante el tiempo que estuve trabajando y que no gastaba en nada.
Por varios días anduve de casa en casa tratando de buscar un empleo pero no fue fácil, mi edad no era la adecuada para nada hasta que en una casa una señora me preguntó si me animaba a cuidar a su hija de dos años mientras ella trabajaba, en la misma casa, por supuesto, le dije que sí y de ahí en más otra vez tenía trabajo y casa.
Fiorela se llamaba la madre de la niña y la pequeñita, Rosita, era una bebé hermosa y le había tomado cariño tanto como ella a mi.
Ésta era una familia rara, el padre venía de vez en cuando pero nunca se quedaba, la madre trabajaba en su computadora todo el día mientras que la niña se había aferrado a mi como si yo fuera su verdadera madre.
Dos años pasaron sin que nadie me preguntara absolutamente nada sobre mi vida o sobre mi familia, esto me ayudó mucho, hasta que un día, el padre de Rosita llegó a la casa de muy mal humor, discutió con Fiorela y terminó disparándole hasta que murió frente a mi y a la niña que no sabíamos qué hacer, yo protegiéndola y ella pegadita a mi.
El padre, luego de matar a su esposa, trató de escapar pero los vecinos habían avisado a la policía y no le permitieron huir.
La casa quedó vacía luego que se llevaron el cuerpo de Fiorela, aunque no parece posible, quedé sola con Rosita y nadie la reclamó, no sabía qué hacer pero no podía dejarla sola, era como mi hija.
Al no saber qué hacer, llamé a casa de doña Raquel y ella me pidió que fuera a su casa.
Al llegar con la niña, tuve que contarle lo sucedido, la mujer no lo podía creer pero me dijo que podía quedarme con ella y con Rosita.
Otra vez estaba en casa de Raquel pero ahora éramos dos.
Traje la ropa de Rosita y la mía y nos instalamos en la casa de Raquel, a esta altura, mi vida parecía un cuento, había cumplido los dieciocho años y podía organizar mi vida como mejor me pareciera sin tener que volver a casa de mis padres.
No pude volver a estudiar pero la vida misma me estaba enseñando, hasta que un buen día me enamoré de un muchacho llamado Nicolás que venía casi todas las mañanas a desayunar al bar, por primera vez en mi vida supe lo que es estar enamorada y creo que él también lo estaba.
Le conté mi vida y quiso llevarme a conocer a sus padres pero esto no salió lo bien que hubiera deseado, la madre no me aceptó, creía que la niña era mi hija y por más que le expliqué no me creyó y como Nicolás era un hombre de poco carácter, terminamos casi antes de haber empezado nuestra relación.
Otra vez quedé sola, bastante desilusionada con la vida.
Lo único que tenía era el cariño de aquella hermosa niña y de la señora Raquel que ahora se daba cuenta del porqué de mi huida.
Volví a dedicarme a cuidar a Rosita que se hacía cada vez más grande hasta que un día doña Raquel se enfermó y murió.
Al no saber qué hacer ni a dónde ir, me quedé en la casa y seguí atendiendo el bar hasta que algún pariente viniera a hacerse cargo, pero eso no sucedió, ella cierta vez me comentó que no tenía familiares, aparte de su hija y de su esposo no tenía a nadie y ellos estaban muertos.
A los dos días de su fallecimiento, luego del entierro al cual no concurrió nadie excepto yo y Rosita, vino a verme un abogado, pensé que venía para ver qué se hacía con todo lo de la buena mujer pero no fue así, me preguntó mi nombre y me pidió mis documentos, se los mostré y me felicitó, según el testamento de la señora Raquel, todo pasaba a mi nombre, la casa con el bar incluido y todo lo que había dentro de ella.
Mi sorpresa fue tan grande que el abogado no salía de su asombro, pensaba que estaba enterada, que doña Raquel alguna vez me había mencionado que yo sería su heredera, pero no era así.
A pesar del dolor que sentía por la muerte de Raquel, no pude menos que alegrarme por mi futuro y el de Rosita.
Pensé que lo mejor sería ocuparme de los papeles de la niña lo antes posible y contraté un abogado, el mismo que me dio la noticia y a los pocos días estaba de vuelta en el bar con noticias para mí.
A la niña no la había reclamado nadie y por tal razón, me la dieron en custodia, a pesar de mi corta edad, luego de saber todo sobre mi persona y de ver que la pequeña no se desprendía de mí y de que nos queríamos mucho las dos.
Así fueron pasando los años hasta que un día alguien vino a verme para decirme que mi madre había muerto y que mi padre estaba internado muy grave y que quería verme.
Muy a pesar de mi misma, fui al sanatorio donde estaba internado, al verlo sentí pena, ya no estaba borracho y con lágrimas en los ojos me pidió perdón, lo perdoné y lo vi morir, creo que sólo esperaba verme para partir.
¿Quién era yo para no perdonar si la vida a pesar de todo había sido buena conmigo?
De esto hace muchos años, conocí al amor de mi vida (el abogado que me había notificado lo de la herencia)y me casé, adoptamos a Rosita y tuvimos dos hermosos hijos, con el tiempo pude terminar de estudiar y hoy soy una excelente abogada, Rosita va a la universidad y mis dos hijos mellizos estudian para abogados como su padre y como su madre.
A veces hay que darle tiempo al tiempo, cuando me fui de mi casa, pensé que mi vida se había terminado pero ahora veo que todo tiene una razón de ser, mi vida no sólo me pertenecía a mí, varias personas pasaron por ella y de cada una aprendí algo y quiero pensar que a esas personas también les sirvió mi vida.

Texto agregado el 27-02-2016, y leído por 308 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
28-02-2016 Precioso historia de vida y comprensión.***** Abrazo lagunita
28-02-2016 Hermosa historia. Me cautivó desde el principio. girouette-
27-02-2016 Una historia que atrapa. Poetacacho
27-02-2016 Muy buena historia. Parece basada en un caso real. Mis 5*. grilo
27-02-2016 !Hermosa historia! La familia arrastra a veces a un ser humano a delinquir, pero en este caso, la sensibilidad humana de una mujer extraña contribuye para que esto no suceda. Hay que resaltar, la suerte estuvo siempre acompañó a la protagonista de la historia. Todavía se puede creer en la gente. Esta historia así la describe. !Muy buena historia! Saludos. NINI
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