Trataré de narrar, sin ganas de superar a ningún literato porque mi objetivo es otro, mi historia la que comparto con millones. Como todo buscador aprenderé a perderme, como todo esperanzado le haré frente a la resignación, como todo buen oyente aprenderé a decir, como buen aventurero abandonaré las certezas para brindar con mis letras un mensaje al pasado que arrasa al tiempo en forma tan violenta.

Existió una vez, en un futuro lejano para ustedes, una sociedad que, impacientada de esperanza por el cambio que nunca llegaría, forjó una nueva realidad a partir de una transformación de sus leyes y logró una alteración paradojal de la realidad por lo que me vi obligado a escribir este texto y dejarlo como legado a la anterioridad.

El capitalismo como se conocía en la génesis de aquel dos mil había dejado atrás toda sutileza, la desigualdad llegó al extremo de decidirse entre la vida y la muerte, todo movimiento humano estaba controlado, se había instalado un decálogo superior a cada decisión mundial, una de ellas era “vigilarás a tu hermano como a ti mismo”. Nada escapaba del nuevo orden, el poder que poseían algunos los dividían como raza: los “Superhombres”. Mientras que el resto, la gran mayoría confundida por la resignación, eran simplemente la “Sociedad”, mala palabra en estos tiempos como tantas otras.

Las religiones fueron sustituidas por el dios mercado, las iglesias y templos en los que se desarrollaban las antiguas creencias se transformaron en lugares en donde la gente se veía obligada a ir para conseguir un sustento, todos iba a probar suerte como en un casino pero, como era de suponer, casi nadie ganaba sino que se le administraban los bienes de acuerdo a las necesidades de la gran mayoría.

Casi nunca se veía a los gobernantes, en ocasiones ni se los nombraba a tal punto de dudar uno si en realidad existían. Tengo entendido que son unos pocos y se trasladan de un lugar a otro ya que no existen más fronteras y todo territorio del planeta sin distinción depende de ellos.

Una dictadura muy sutil se había instalado, bien se sabe que donde se instala el miedo la acompaña la resignación. El genocidio que estaba aconteciendo era naturalizado ya que no morían comunidades en masa sino pequeñas porciones en diferentes puntos de un mundo bastamente poblado, contaminado y sin recursos. Ya no existía manera de expresar la disconformidad y la esperanza se había empeñado a cambio de promesas, parecía que todo estaba perdido. Los parámetros de tolerancia habían sido ampliados a propósito.

Sin embargo aparecieron, fugaces como el viento, los intuicionistas, visionarios de un pasado que se repite hasta el cansancio. Viejos literatos que no encontraban ya lugares donde descansar sus ansias de rebeldía y que durante años se habían empeñado en trasladar y acopiar pilas de papeles amarillos encuadernados precariamente. Trasladando la vieja historia hasta estos días pero con un disimulo extremo ya que cualquier actitud de alarma sobre lo imperante era severamente castigado.

Durante mucho tiempo no hicieron más que reunirse periódicamente sin injerencia directa alguna sobre la realidad de sus hermanos, un poco por obvia comodidad ya que éstos tipos poseían la posibilidad de desenvolverse cómodamente entre la población y más entre fuerzas de seguridad que en su gran mayoría eran analfabetos e ignorantes, simples pedazos de carne que obedecían sólo la voz de mando y lo único que acostumbraban hacer y por lo que se les pagaba era reprimir cualquier acción fuera de lo establecido. Pero también lo que los debilitaba era la sensación de sentirse simplemente sin esperanzas de un posible cambio, estaban rodeados por unos pocos tipos que tenían en su poder años de control ininterrumpido, la fuerza de todo un ejército, administradores, economistas, científicos y demás constructores de este andamiaje. Pero bien se sabe que el miedo se disuelve en la bronca.

Hay pensamientos que descansan en algunos sujetos, para los cuales el mundo no esta preparado, algunos de estos enferman contagiados de miedo, subestimados, discriminados por el mismo mundo. Solo algunos logran sobresalir del resto ya que deciden traspasar los límites hacia la inmortalidad.

Los intuicionistas supieron reconocer las señales que habían dejado los antiguos, viejos cineastas, escritores, pintores y todo tipo de artistas habían guardado en sus obras mensajes impregnados, disimulados que contenían fragmentos de respuestas para un futuro catastrófico que pudieron prever ya que su extremada sensibilidad los hizo heroicos visionarios.

Intentaron comenzar una organización, pero no usaron viejos esquemas, ni tampoco hicieron caso a los protocolos de antaño en los que era norma principal incorporar las ideas del grupo al ingresar despojándose de aquellas que se corrían de la línea general, comprendieron que así violaban las subjetividades de cada miembro, aquellas particularidades eran las necesarias para comenzar a construir un nuevo mundo. Los viejos más experimentados eran quienes podían reconocer entre la multitud a aquellas personas capaces de potenciar su imaginación, de avivar el fuego de sus sospechas sobre lo que parecía tan natural. Muchos de estos eran jóvenes para sorpresa de algunos, pero más allá de su edad o género compartían el perfume de las nuevas inspiraciones sólo que eran personas que se sentían ajenos, incómodos a esta realidad y no alcanzaban a percibir los canales en los que descargar su energía, en los que concebir otras realidades posibles.

Forjaron así las asambleas de los intuicionistas, grupos que se juntaban físicamente o a través de escritos, grabaciones o reproducciones verbales. Clandestinamente concluían en enviar mensajes de todo tipo a la población, generalmente de manera de publicidades sutiles que se ocultan detrás de ventas comerciales de productos de consumo masivo, sin embargo sus apuestas más ambiciosas eran los antiguos medios artísticos como el cine, el teatro o la televisión. Curiosos e ingeniosos mensajes se despertaban en las conciencias de sus receptores tiempo después de haberlos percibido.

La censura era total, sin embargo lograron filtrar sagazmente sus mensajes por las finas grietas de este sistema, la batalla fue constante y se tornó apasionante pero se padecieron grandes frustraciones ya que el poder descargó sus odios sobre la población inocente, como quien golpea en la oscuridad, demostraron su torpeza culpa de su ceguera. El dolor fue permanente en esta sociedad enferma pero tuvo su final, a pesar de esto los intuicionistas como chispas de fuego planearon un incendio en los extensos campos secos.

Se preguntarán cual fue el resultado de la batalla que libraron los intuicionistas contra el andamiaje de poder, sin embargo no puedo revelar la trascendencia final. No puedo, por razones que sostienen mi pluma en este momento, porque variaría la potencia del desenlace si ustedes germinan sus conciencias condicionados, porque sé que está en ustedes borrarnos si la desesperanza los atrapa, así como también si la soberbia les invade.

Por eso este es un mensaje para ustedes artistas, ustedes hombres y mujeres de gran espíritu que luchan desde sus lugares mortales, finitos con la esperanza de un nuevo reinventar de las cosas. Crezcan, amplíen sus capacidades, comuníquenlas y fomenten la idea de seres ilimitados, logren contagiar sus fuerzas sensibles a aquellos hombres que comiencen a dormirse en la comodidad, en el conformismo. Son ustedes quienes poseen la oportunidad de conectar al ser humano con su esencia, con las nuevas posibilidades, aquellas desconocidas y menospreciadas que no caben en la agenda arbitraria del mundo, ayuden a sus hermanos que no tienen la fuerza suficiente para luchar con los gigantescos aparatos del conocimiento en poder de las ciencias dominantes. Son ustedes nuestra esperanza, los esperamos.