| Que se acaben las canciones de amor;las palabritas románticas,
 atragantadas como chocolate,
 que obstruyen la respiración;
 que mis contemporáneos, los poetas
 dejen de mutilar a las palabras,
 pues, será mejor que guarden su corazón
 en la maleta,
 será apropiado hacerse cargo
 de la ornamentación de nuestras carencias empapeladas.
 
 Que se embromen los poetas,
 te colgaré los versos en el balcón,
 ¡y no me llames princesa!,
 habrá novatas de reina
 que endulzarán su psiquis con tus promesas.
 
 Soy una atrofiada mendiga,
 que no reside su honestidad
 en las recompensas;
 tengo el complejo de Electra,
 ando buscando en cada hombre
 el deforme espectro del padre innoble,
 que fue un terreno de incertidumbres y ausencias
 en la reconstrucción de mi orbe.
 
 ¡Ay, dejémonos embromar por los poetas!,
 ¿qué sería de mí sin las musas inspiradoras,
 que se recuestan remilgadas en mi conciencia?;
 soy poeta, y me han embromado
 vistiendo a mis santos
 de pecados y ambivalentes consecuencias;
 soy maldita y sigo pagando el precio de la vida,
 masticando entre los dientes la rebeldía;
 soy constante y para tus antojos, permisiva.
 
 Acarrearé la libertad,
 tomaré por el cuello los sentidos inconexos
 y te haré arder de delirios
 desarmando de libidos deseos
 la decencia que has obtenido;
 amable canallada
 de creerte capaz de manipularme
 con frases de calidad estética y bien logradas;
 ten en cuenta,
 soy intensa en el arte de amar
 y de fácil olvido
 si juegas a las travesías conmigo.
 
 
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