| Tardes prohibidas, en un restaurante sin ganas de volver a casa. El reloj marcaba las horas, que pasaban como un suspiro. Nos mirábamos a los ojos y yo me adentraba en ellos, abismos de insinuaciones.Presumía entonces de no creer en el amor. Las laderas de tus hombros, me incitaban a besarlas y Lo hice. Allí mismo , ocultos por un mar de cristales.
 Nadie se percató. Emanabas ese aroma que me llenó de deseo. Cálido, almizcleño, ambarado,  dulzón y floral a la vez.
 Giraste tu cabeza y tus labios y los míos se unieron. grosella, mora y fresas del bosque.
 ¿Cómo guardo todavía después del tiempo pasado, el recuerdo almibarado, de tu piel y de tus labios?
 Quedó grabado en mi alma.
 El que tanto presumía, sucumbió  al halo que desprendías.
 Y quise Seguir ese beso,  hasta bajar a tus montes de tomillo y de romero, hasta simas más profundas, imaginando su olor. Coco, madreselva y malvasía, flores del campo, espliego y tomillo.
 Allí no era posible. La hora de irnos llegó,  otro beso selló nuestra huida, y en mi interior el deseo de volver a sentir esos aromas, y ese sabor  en otro lugar, en otro tiempo, en el cuerno de la luna o en la falda de un volcán, en mis sueños... o en mi realidad.
 
 CARDEN@L
 
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