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Hubo hace muchas constelaciones y mutaciones atrás, una estrella que deseaba ser importante, anhelaba tener relevancia junto a la luna y crispar junto al sol; deseaba tanto que según la filosofía ancestral eso la alejaría del cosmos, ¡y así sucedió un día!

Abordando una simetría en los detalles de esta historia, una madrugada de mayo la inexperta Flora tiritaba de frío junto a un átomo desprendido de la luna, ¡y claro! ella era una estrella de menor rango y le estaba prohibido por las hadas celestes acercase a coquetear con el sol y danzar junto al reflejo de la luna.

-Pues, yo me largo- se dijo, burlándose de las demás estrellas de menor rango que le temían al castigo del universo.

-La vida en la tierra, debe de ser maravillosa, no hay cercanías selectivas por rango, y a pesar de que ha llegado el otoño me podré vestir con las hojas que se acumulan en los bordes de las veredas- se dijo a sí misma, y tomando distancia y aventándose a toda velocidad, se precipitó al planeta tierra.

¡Pum!, de golpe y porrazo cayó en un zoológico, los monos armaban un revuelo en su honor, extasiados ante su presencia comenzaban a saltar de un lado a otro, deformando los barrotes de su jaula.

La pobre estrella se iba de salto en salto hasta que fue a parar a un rincón,¡pobrecilla! iba de salto en salto intercalando sus seis puntas. ¡Claro!, Flora no era cualquier estrella, su polvo estelar era Judío, la conformación de su génesis albergó las penas y plegarías de todo un pueblo que había perdido su humanidad y digno estamento, cada corazón que fue mutilado conformó las ramificaciones internas que le darían un sentido a su existencia, cada lágrima fue la intensidad de su brillo, cada muerto fue sentenciado por la parca, y recuperado por la compasión del universo para que la beldad de sus almas migraran en el interior de Flora.

¡Pobre Flora!, ¿qué calamidad has cometido? en su necesidad de ser tenida en cuenta había dejado en extravío a los seres austeros y lánguidos que había mutilado la guerra y los campos de concentración, ahora el universo también les era un lugar horrendo y en penumbras; Flora había desaparecido del estribor renaciente y sus esperanzas habían desaparecido junto con ella.

¡Oh, tonta estrella!, ahora te habías dado cuenta de tal erróneo cometido, nuevamente habías recobrado la conciencia y temblabas de pánico por el lugar en donde habías ido a parar; en tu génesis tenías la memoria ardiente de cada sacrifico sanguinario que se había cometido en nombre de la "humanidad", pues todo era deshumanización, las calles frías y oscuras, el carácter de objeto de los seres marchitos que moraban y deambulaban en él, la desesperanza y el miedo, la inconsciencia colectiva apremiaba el atropello de los ideales y la incertidumbre.

En su prolongación reflexiva, no remedió en el calvario hasta que una de sus seis puntas fue manchada con la sangre de un mono que había intentado escapar de su jaula y fue alcanzado por el machete de un vigilante que "cuidaba" el lugar, el pobre simio quedó como harapo en el suelo, estaba deshidratado y desnutrido, como todos los animales del recinto; los demás de su especie agitaban la jaula y otros se manifestaban en un balbuceo desconocido para Flora, ésta, que iba apagándose cada vez más.

¿En dónde residía la humanidad?, la libertad era un precio muy caro por pagar, el brillo de las estrellas estaba presagiado para ser un faro en la descomposición de las estirpes humanas, las estrellas que migraban por la tierra estaban destinadas a estrellarse y a la extinción de su esencia, la tierra era un lugar demasiado banal para la trascendencia.

Flora estaba camino a la extinción, debía volver al universo, había concebido el sentido de su existencia y ella era única, estaba destinada en su génesis a ser la razón de la esperanza para todo aquél que había sobrevivido al infierno de Caronte, en ella se fusionaban todas las pupilas de un corazón que ardía y se alimentaba de los ideales que resistían a las calamidades de los nuevos tiempos.

Debía volver, porque a pesar de su disconformidad ante su lugar espacial en el universo, las hadas celestes siempre la resguardaron del ardor del sol y del brillo cegador de la luna, porque ella ardía por cada ideal que habitaba en su razón de ser y su brillo apocaría a la misma luna; era inigualable y quién sintiera la necesidad de encontrarse a si mismo, desbordaría sus pupilas en la contemplación de esa dorada y deslumbrante estela, que en sus contornos se asemejaba a un pequeño sol o a un retoño de girasol.

A pesar de su osadía, ¡fugarse del universo!, hace muchas constelaciones y mutaciones atrás fue devuelta a éste, porque había comprendido su sentido de SER y entre tanta peripecia había llegado a la culminación de su búsqueda; fue llevada de vuelta por un cazador de estrellas que se la cambio al hada celeste por seis cometas de oro solar y una corona de cristales del rocío de la noche; y moraleja de este cuento:

cuanto más perdidos estemos,
más próximos a la realización de encontrarnos
estaremos.


F I N

Texto agregado el 03-05-2016, y leído por 255 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
05-05-2016 Por ser una escritora tan joven que profunda es en sus textos, tanto en poesía como en prosa. No hay otra explicación que el talento que tiene. Con respecto a este texto en particular, esta muy bien escrito y transmite su idea de forma clara y atrapante. felicitaciones. 5* dfabro
04-05-2016 ********************************************************** elvengador
04-05-2016 Clap-clap-clap-clap-snif-clap-snif-clap... (Aplausos con muchas lágrimas) Nada que decir que ya no haya dicho en algún trabajo tuyo anterior. Te he visto crecer en letras y sentires. Siempre un honor leerte mija. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
04-05-2016 Ante éste relato solo puedo ponerme de pie y aplaudirte, clap, clap, clap. Me encantó!! Un abrazo dulce. gsap
03-05-2016 Brillante texto, amiga. -ZEPOL
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