Cuentos de mayo

A Chiara

Hoy me he sentido triste, pienso que he perdido algo. No pensar que he perdido la conciencia o cualquier miembro del cuerpo; los ojos, las manos, la boca. He perdido algo màs fuerte, lo peor es que no la encuentro en la parte izquierda del cerebro, ni siquiera en la parte derecha. He perdido algo queridos amigos, amigas, ninos, ninas.
Sin embargo esta tristeza me ha llevado hacia ustedes. A ustedes que siempre son fuertes y bellos delante al vacìo. Ustedes que cuando pelean, pelean a puno limpio, que pelean y se descubren las heridas, y se gritan, y si gritan fuerte y te dicen una verdad, el otro o la otra llora o te escupe o te defiende o se defienden o simplemente quedan absortos y es ahí donde llaman a un adulto, a una adulta, para solucionar esa ambiguedad de crecer y vivir, o sino lloran, se aislan, aprenden a entender.
Ustedes son absolutamente libres de llorar, de reír, de vivir. Y tal vez, algún misterioso o misteriosa, desea posar sus manos en la arena para sentirse quemar y sentirse arder y sentirse morir. Porque se experimenta, porque ustedes esperimentan.
Una vez, amigos, amigas, ninos y ninas, me encontré con un médico. Noventa anos a la espalda, una espalda inclinada hacia adelante por el peso de algunos anos, entonces toda esa ninez de siempre, se presentò como un pasaje diario, “Lalita, traéme ese pancito con oleo”, “pero te hace mal”,” igual, dámelo”, y comíamos, como quién no quiere, delante el televisor, ese veneno farinoso.
Amigos, amigas, mis queridos y queridas ancianos no dejan dormir y yo, que no soy santa ni diabla, que no soy moralista, ni progresista, ni atea, ni sabelotodo, ni nada; me enojo, grito, reniego, lloro, me desespero, porque amigos, amigas, hasta este cuerpo se cansa de la majaderia, y desea reposar, sonando en lo más divino o con lo más cruel. A veces soy infinito y no me doy cuenta que vivo, son las paradojas del sonador.
Pero las tristezas son ese paso, ese puente a la perseverancia, esa magnífica forma de encantarse, de descubrirse, de conocerse y ese límite que con la madurez se llama desarrollo se convierte en recuerdo.
Sin embargo, ustedes amigos, amigas, ninos, ninas; hacen que esa tristeza, no exista nunca, porque ríen, ríen, ríen. Y eso alivia el alma, al menos, la mia.