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La carretera estaba brumosa por la intensa lluvia que arreciaba mientras que el parabrisas del automóvil que conducía intentaba despejar mi visión en la oscura noche. Mis manos fuertemente adheridas al volante intentaban no desviar el camino, cuando de repente un vehículo que venía en sentido contrario no bajaba la intensa luz alta, hasta el punto de cegarme. Eso me irritó tanto que un instinto primario asaltó mi alma: envestirlo sin importar las consecuencias.
Miré a mí alrededor y nadie podía impedir esa voluntad impulsora. En un instante de tiempo me sentí solo en el mundo. Las terribles imágenes de lo que podía hacer se presentaron en mi mente con una claridad tan prístina que me estremecieron. Sería un desastre para los dos, pero “podía hacerlo”. Era solo un hombre en la inmensidad del universo y podía hacer lo que quisiera sin que nadie me detuviera, hasta la terrible osadía de envestir un vehículo vilmente, si lo deseara. Mi temor iba en aumento ante mi poder absoluto. Todos los frenos morales que me habían inculcado desde pequeño eran inútiles. Fútiles enseñanzas. Ninguna fuerza externa podía ser capaz de impedir mi voluntad.
En ese preciso instante, ese espacio de tiempo en que todo se detuvo para mí, por lo menos en mi mente, pude comprender la profunda naturaleza humana y sobre todo mi inconmensurable libertad. Todos los muros se desbarataron ante mí, como frágiles torres de naipes. Vi la realidad. Era dueño de mi vida, de mi destino y sobre todo, del destino de esa pobre alma que insolentemente perturbaba mi visión. Era Dios entre mortales. Mi libertad me daba ese derecho divino.
Comprendí que los seres humanos somos peligrosamente libres. Podemos hacer lo que queramos sin que nadie nos detenga. Me pregunté si un esclavo o un encarcelado tendrían esa misma libertad de la cual gozo. La respuesta no tardo en llegar: ¡por supuesto!. Aún en esa situación extrema pueden suicidarse y escapar a su tormento. Un simple perro no lo puede hacer. Si lo aprisionara en una celda, permanecería allí hasta su muerte. Ese pobre animal no es libre, solo obedece sus instintos primarios de supervivencia a toda costa, el hombre no. Aún en los casos extremos de restricción absoluta de libertad física, el hombre es totalmente “libre”.
Somos libres, decididamente libres, no hay nada fuera de nosotros. Si quisiera ser médico, lo sería. Si quisiera ser un criminal, también lo sería. Solo mi alma puede ser la guía. Pero mi alma soy yo mismo. Eso me daba miedo, mucho miedo en ese momento. Me aterraba la tremenda libertad que poseía. Podía hacer lo que quisiera y nadie me lo impediría.
¿ Podré ser coherente con ese formidable poder ?. ¿ Respetuoso de la vida humana?. ¿Los otros, lo serán conmigo?. ¡Qué enorme responsabilidad tenía y tengo !.
Los seres humanos estamos arrojados al mundo sin que el autor nos haya consultado. Nos encontramos aquí, viviendo, existiendo, y nosotros mismos debemos construir nuestras normas, nosotros mismos debemos darnos nuestro propio código moral. ¿ Sería capaz de hacerlo sin ninguna guía superior o divina?. Podría dictaminar, tal vez, que matar es moral si alguien me perturbara en la carretera y eso sería mi “máxima”, “mi ley”. ¿ Me pregunto si eso sería correcto, justo para mí o para los otros seres humanos?. Pero además, ¿ quién podría cuestionarme esta norma moral que me he dictado ?. ¿ Quien podría decir que es mala o buena ?. Ellos serían como yo, amos de su propia existencia e imposibilitados de imponer nada a otros.
Seguí aferrado al volante, más que nunca. No lo giré, solo continué con mi camino a pesar de haberme irritado la luz tan potente. Sentí la enorme responsabilidad que tenía. Yo era mi propio Dios.

Texto agregado el 26-05-2016, y leído por 260 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
30-06-2016 Libres y sin excusas. glori
13-06-2016 Sí, , amigo, somos peligrosamente libres al no respetar la libertad de los otros. Interesante reflexión, profunda. Hay que leerla siempre para no olvidar. Un full abrazo, Daniel tan querido. SOFIAMA
01-06-2016 Tu reflexión es impecable. Sabes?nunca me plantee algo así y me doy cuenta que tienes razón... // el hombre es totalmente “libre”. Somos libres, decididamente libres, no hay nada fuera de nosotros. Si quisiera ser médico, lo sería. Si quisiera ser un criminal, también lo sería. Solo mi alma puede ser la guía. Pero mi alma soy yo mismo. Eso me daba miedo, mucho miedo en ese momento.// Es verdad Somos nuestro propio Dios..***** Un abrazo Victoria 6236013
28-05-2016 Coincido en que la prosa está muy bien llevada, interesante, amena, aunque propia de una mente intolerante y desubicada si nos atenemos a las normas y convenciones sociales de nuestra época. El personaje que quisiste representar está muy bien pintado y este texto me encantó. ***** Clorinda
27-05-2016 Interesante forma de ver las cosas. Muy buen texto ***** grilo
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