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Tomé el cuchillo más filoso que encontré en la cocina.
Entré a la ducha, mi dulce esposa intentaba quitarse el olor del amante impregnado en su piel mientras me decía que quería estar sola, que ni se me ocurriera tocarla, sin pronunciar palabra y sin que viera por la cortina de baño mis intenciones, hundí el cuchillo en su seno izquierdo hasta alcanzar su corazón entre borbotones de sangre, sangre que ahora me cubría el rostro.
Me quedé esperando la respiración última de aquella mujer, para cumplir con la sentencia “hasta que la muerte nos separe” , me lavé, me cambié de ropa no sin antes mirar mi rostro ensangrentado en el espejo de baño y crucé la calle hasta la casa del amante.
Victoria no me esperaba, ya eran más de las nueve de la noche y su hijo estaba dormido , me escuchó llegar y me llamó a entrar en la cocina.
La miré y le dije que lo sabía todo, que la carta de amor que le escribió a mi esposa fue muy clara:
“Amor mío.
Hace ya mucho tiempo que siento algo por ti, vivimos frente a frente hace cuatro años, casi la edad de mi hijo, tienes una familia maravillosa y no puedo evitar desear tu cuerpo con algo de culpa.
Sé que no entenderás lo que siento, que tu boca está prohibida para mi, que Dios censuraría nuestros besos, pero esto es mas fuerte que yo, mi piel se eriza cuando te veo, cuando te saludo de mano, incluso cuando me abrazas en navidad y año nuevo.
No sé si tendré el valor de entregarte esta carta.
Amándote

Victoria.”

Victoria retrocedió unos pasos.
- No es lo que piensas – advirtió.
Le recordé entonces sus salidas de los sábados, sus “noches de chicas” como solían llamarlo, sus escapadas al salón de belleza por más de seis horas los domingos, su extrema y molesta cercanía.
- Estás equivocado Martín.
- Acaso no la encontré encerrada en tu cuarto varias veces, cuando llegaba ebrio sabía que si mi mujer no estaba esperándome en casa, estaría aquí, contigo, haciendo cochinadas.
- Porque tú le pegabas cuando volvías del bar
La tomé por el cuello y la lancé al suelo.
- ¿Y esta botella de vino que estás tomando? - pregunté – la compró con mi dinero esta misma tarde y mira la tarjeta, léela, léela – grité acercándosela.
La tarjeta en cuestión decía: “Eres la persona que siempre necesité a mi lado, Gracias por estar conmigo Luisa”.
Había empezado a dudar, así que la amordacé y la dejé en una silla mientras planeaba que hacer con ella, ya había decidido que su muerte iba a ser lenta, que disfrutaría viéndola morir lentamente.
Tomé una copa de vino y revisé el bolso con estampado de leopardo de Victoria buscando pruebas irrefutables de su engaño, efectivamente había una nota de mi esposa, reconocí el corazón que siempre usaba como punto al final de cada párrafo.
“Querida Victoria.
Espero que el vino te haya gustado, es de de la mejor cosecha, sé que te gustan las cosas buenas y costosas. Hemos estado juntas durante un largo tiempo y nos conocemos demasiado, no sé si eso pueda arruinar mi sorpresa.
Cuando encontré tu declaración de amor, sin embargo, me sorprendió pensar que habías tenido el valor para hacerlo, ya lo había leído en tus ojos en todas y cada una de las reuniones familiares, y pretendí ignorarlo y negar que estas cosas suceden, pero la amistad está primero que nada, así que no te afanes, ya lo sabía.
Como sé que Martín no se da cuenta de nada, tampoco ha leído la carta que dejaste en su chaqueta, me he encargado de que no lo sospeche, pienso escaparme de ese degenerado esta misma tarde después de una larga ducha, pasaré por tu casa para cerciorarme si mi plan está completo, para verte retorciéndote de dolor en el suelo mientras el veneno que puse en el vino hace efecto, lástima, era de una buena cosecha.
No hago esto por amor, hace tiempo que quería mandar al carajo a ese patán, pero al marcharme tampoco voy a permitir que te quedes con algo que me pertenece, te lo dije alguna vez, no me gusta compartir ni siquiera el lápiz labial .
Si volvieras a la vida milagrosamente, no te quedarían ganas de volver a engañar a tu mejor amiga de esta manera tan vil.
Muérete.
Luisa.”
Terminando de leer la carta Victoria caía en el suelo con dolores espantosos, pensé en huir, en llamar a un médico, pedir ayuda, pero decidí aceptar mi destino y me serví otra copa.

Texto agregado el 14-06-2016, y leído por 136 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
16-06-2016 Tenía pendiente pasar a comentar. Coincido con Pato detalles mínimos en un par de lineas y queda una maravilla. SALUDOS! 5* TuNorte
15-06-2016 Un poquito de más trabajo en la redacción, y estaría excelente. Muy bueno sin embargo. La acción es trepidante y el desenlace acorde. Me gustó. Pato-Guacalas
15-06-2016 Uffff!! sí, concuerdo con Pía, qué fuerte!! Un abrazo dulce. gsap
15-06-2016 Salud! stracciatella
15-06-2016 Qué fuerte! pero muy bien escrito. +++++ PiaYacuna
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