Pero luego, de repente, como una luciérnaga perdida en la oscuridad, que de la nada, aparece con su luz, con esa pequeña pero intensa luz; como un alarido de mujer en el vientre de su madre, aparece nuevamente. 
 
Aparece nuevamente así, como interrumpiendo aquella descripción que quedó a medias, aparece… dentro de tu cuerpo, tu alma, tu mente, tus ojos!  
 
Aquellos ojos que gritan de rodillas ya no ser más maltratados, aquellos ojos que le piden auxilio a cada ser que se les acerca, con una vaga esperanza de ser escuchados, de ser atendidos. 
 
Pero luego… callan y se vuelven a perder, fuera de toda realidad, fuera de todo lo que el hombre llama o cataloga como “normal”. Para luego, volver a gritar, pero esta vez, mucho más fuerte. Mucho más intenso. 
 
Esta vez, ya no sólo se escucha con esa claridad indescriptible, sino que se siente, lo puedes palpar e incluso saborear. 
 
Hasta que cesa. 
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