| Se me pone el almasolitaria y triste,
 descreída y vieja,
 porque nadie admira,
 porque nadie escucha,
 porque nadie sueña.
 
 Porque nadie sabe
 mantener el fuego
 con aquella leña
 que nos dio calores
 que nos dio esperanzas
 que nos dio creencias
 
 Y la vida pasa
 como pasa el hombre
 que no tiene señas:
 sin dejar constancia,
 sin hacer ovillo,
 sin hacer madeja.
 
 Sin dejar tampoco,
 como deja el aire,
 como el agua deja,
 una marca honda,
 una huella firme,
 una firma cierta.
 
 Pues si fuimos fuentes
 con el agua limpia,
 con el agua fresca,
 ahora somos pozos
 con el agua turbia,
 con el agua negra.
 
 Ojalá los hombres,
 ojalá las cosas,
 ojalá las bestias,
 me trajeran sueños
 de la Edad de Bronce,
 de la Edad de Piedra.
 
 Donde hubiera arraigo,
 donde hubiera calma,
 donde el tiempo fuera
 el reloj callado
 de las grandes horas,
 de las horas muertas.
 
 Pero nadie sabe
 de ese pauso sueño
 que nos da paciencia,
 porque todo urge,
 porque todo empuja,
 porque todo aprieta.
 
 Y el aprieto agobia
 y el agobio mata
 y la muerte entierra
 los amores hondos,
 los quereres dulces,
 las sonrisas tiernas.
 
 Pues las ansias mueren
 y las glorias pasan
 y las prisas dejan
 a los hombres solos,
 entre sueños vanos
 y palabras hueras.
 
 Que los pies se cansan
 y los cuerpos sufren
 y las almas quedan
 como el alma mía,
 solitaria y triste,
 descreída y vieja.
 
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 (Del libro Vientos de soledad)
 
 Mariano Estrada.
 http://www.elalmanaque.com/poesias/estrada/poemas1.htm
 
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