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Inicio / Cuenteros Locales / Vlado / ¿Qué quieres ser de mayor?

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En las paredes del invernadero, las buganvillas se descolgaban en impetuosas cascadas violáceas de amarillo corazón. El blanco virginal de las azucenas pugnaba en belleza con el exotismo oriental de las azaleas. Era sin duda, el lugar predilecto de Luis. Desde una banqueta en un rincón, observaba extasiado la delicadeza con que las manos de doña Rosalía podaban hábilmente una gardenia o trasplantaban de maceta una catleya. Siempre le pedía que le contara viejas historias de la Argentina. El chiquillo se dejaba embriagar por los olores tropicales de las flores del invernadero y su mente viajaba hasta las tierras de allén del mar, sumergiéndose en aventuras de gauchos matreros en la pampa, de buscadores de petróleo en la estepa patagónica, luchando con los montoneros entre pantanos chaqueños o por las cumbres andinas. Tardes enteras pasaba Luis inmerso en aquel mundo novelesco y fascinante, primorosamente idealizado en su imaginación desprendida.

Un día que doña Rosalía relataba las gestas de un indiecito camilucho sublevado contra encomenderos, corregidores y déspotas misioneros -nunca tuviera la señora en muy buena estima a la Iglesia- notó en la expresión del niño un aire dubitativo.

-¿Te pasa algo, Luchiño? -le preguntó la mujer acariciándole con dulzura la mejilla.

-No... Bueno, sí -vaciló el crío-. Es que... ¿por qué en tus cuentos el héroe siempre es un cuatroperras?... Digo yo -se aventuró el niño con el gesto de quien descubre lo evidente- que si el bueno tuviera dinero, le sería más fácil ayudar a los demás y ganar a los malos, no?

Doña Rosalía se quedó un instante mirando al rapaz confusa, asimilando tan candorosa conclusión en su cerebro de adulto, hasta que una dulce sonrisa se le dibujó en el rostro.

-Ay, Luchiño, qué cielo eres. ¿Sabes por qué no es rico?. Porque las buenas historias deben tener un final feliz, y la risa de un pobre es mil veces más alegre y franca que la de un cacique ricachón. Y eso te lo digo yo, cariño, que también en mis tiempos tuve mis buenos pesos.

Luis meditó sobre ello unos segundos, se levantó del regazo de doña Rosalía y con mirada decidida, sentenció:

-Mamá Rosa, yo de mayor voy a ser mendigo.

Texto agregado el 30-09-2002, y leído por 801 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
13-12-2002 Bonita historia y muy buen final, enhorabuena alqutun
23-10-2002 Muy transparetnte geoma
02-10-2002 Me gusto mucho, bien escrito, linda historia y agil de leer. un voto para ti, Paula
30-09-2002 buen relato, un poco confuso al principio, pero un final inesperado, además que el titulo crea espectativas que se pierden en el cuento. A mi me gusto. Buena mar de parte del piratrox
30-09-2002 Muy dulce, me gustó. marxxiana
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