Pequeño era todavía y el mundo aun no comprendía. Las piernas le temblaban cuando alguna extraña le sonreía. Sus mejillas rojas se tornaban; sin embargo, el horizonte siempre perseguía.

Entre la jungla de asfalto caminaba y los enormes arboles plomos observaba con gran sorpresa, mientras la nariz se tapaba con las manos, pues sentía un olor venenoso en cada esquina. Los pequeños edificios verdes solía mirar al caminar. A veces gracia le causaba; pues cercas de madera los rodeaban y no los dejaban crecer. “¡Qué gran tontería!”- pensaba y su viaje continuaba sin rumbo fijo. Algo buscaba.

En las noches, los arboles se apagaban y los extraños monstruos salían de sus cuevas de cacería, preparados para arrebatar papel a las personas. “Extraña costumbre, ¿uh?”- susurró al observar este acto, mientras en las sombras se ocultaba. Algunos monstruos almas también robaban si las personas el papel no soltaban. Por alguna razón sus almas son menos valiosas que el tonto papel en aquella ciudad. Aquella tontería al joven el corazón le entristecía y la lluvia hacia caer.

"Curioso mundo este es." – pensaba el joven, mientras los ojos se limpiaba y con cuidado su camino al horizonte sin rumbo continuaba.