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Habitación 200

En los años que cursaba Hotelería y Turismo, tome la vacante de camarera en un hostal para pagar mis estudios; estaba segura que con ese empleo podría aprender más. Hacer la limpieza de las habitaciones, tomar mensajes, saludar y sonreír gran parte del tiempo no seria nada del otro mundo. Pero desde que conocí JP supe que algo sucedía en el hostal.

Fue Ceferina quien me dijo mis tareas, una señora que bordeaba los 59 años, gruesa, con voz tosca iba señalando los rincones, las duchas, los lavaderos, el inodoro, las ventanas, el friobar que debían estar impecables antes de cualquier arribo. Coordinaría con recepción los arribos y salidas. Me asignaron el turno de 7 a 3 pm. Había días en que todos los huéspedes salían después del desayuno entonces entraba a limpiar sin interrupciones. La primera semana fui adaptándome al ritmo del hostal. Llegadas, salidas, cambio de habitaciones, cambio de sabanas, reclamos, etc.

Cuando entraba a cualquier habitación, tocaba la puerta, luego ponía el cartel de limpieza. Pero en la 200, aunque no veía a nadie mientras limpiaba, me sentía observada, de esas miradas que presientes cuando estas de espaldas, giras y te cruzas con los ojos de alguien. Sabía que no había nadie más pero sin embargo había una sensación entre paz y fastidio. Algunas veces vi sombras cerca de la ventana cuando limpiaba del baño. Entonces preguntaba: “¿Hola?, estoy limpiando el baño” como nadie contestaba continuaba la rutina.
Uno de esos días cuando hice la 201, uno de los pasajeros dijo que no durmió por ruidos de la habitación contigua (la 200), sonreí y dije que el pasajero se había marchado esa mañana, sabiendo que estaba desocupada desde hacía 3 días. También escuche que me llamaban: “Lilia, Lilita” una voz de mujer, pero no veía a nadie. Cuando le contaba esto a JP él cambiaba de tema, hablaba del mal día que había tenido con los huéspedes sobre todo con los chilenos y ahí quedaba la conversación.

En esa semana un americano pidió cambiarse de esa habitación a mitad de la noche porque sus ventanas no se cerraban y el viento helaba el cuarto; como no hubo otro lugar, se fue muy molesto. Cuando el administrador y JP supieron de esta salida no hicieron ningún comentario.

Transcurrieron unos meses después que Ceferina dejo de trabajar a causa de su jubilación pero nunca hablo sobre la 200. El resto del personal tampoco hablaba de ello, pese a que eran mucho más antiguos que JP.

En febrero, en pleno verano, una pareja se hospedo por una semana en la 200, salían muy temprano del hostal sin desayunar y regresaban alrededor de las 7 de la noche. Era una pareja peculiar; ella era seria, reservada, cordial sin ser efusiva, se veía más joven que él, a su vez que se le notaba a él más jovial y risueño. A veces se los veía serios a los dos pero al instante charlaban como si no existirá nadie más en el mundo sino solo ellos.

Para el tercer día avisaron que no podían dormir, ella tenía pesadillas, despertaba gritando a mitad de la noche. En la quinta noche, cuando llegaron ella estaba con la mirada contrariada y esta vez él estaba serio, subieron a su habitación en silencio. Fue una noche en calma sin oírse los gritos de las anteriores veces. Al día siguiente entre a la habitación, todo estaba en su lugar como si nadie hubiera dormido, acomode algunas cosas y fui al baño, encontré plumas negras en la tina, se sentía un fuerte olor de incienso con palo santo, vi restos de velas purpuras, luego una sensación alivio enfrascada en una brisa helada, los espejos tenían pintadas estrellas hechas con algo rojo, como sangre. Quede en shock, luego salí corriendo a llamar a JP, estaría con los pelos de punta, con los ojos saltones y sin poder hablar, lo que apenas recuerdo es la bofetada que JP me dio para salir del trance. Después entramos a la habitación y todo estaba en orden.

Ellos regresaron por la tarde, charlaban, reían a carcajadas muy melosos. La noche fue como la anterior sin gritos. Cuando fui a limpiar la habitación, la puerta estaba entreabierta y me dijeron “pase”, entre, lo vi a él dormido, llame varias veces pero no contestaba ni se movía, la llame a ella sin tener respuesta. Después tengo vagos recuerdos gritando, corriendo por las escaleras, la cara desencajada de JP, el administrador y otras personas tomando fotos y yo no podía hablar, con el corazón latiendo a mil. Aun ahora cuando hablo con el administrador (José Pablo) de eso, por momentos veo a los dos mirándose y riéndose pero callamos delante de la nueva camarera.

Texto agregado el 19-11-2016, y leído por 213 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
25-11-2016 intrigante satini
19-11-2016 Enigmàtico todo, y màs el final...uno se queda esperando el desenlace acostumbrado pero se queda en la incertidumbre...excelente... claudio_antonio
19-11-2016 buena trama y con un final abierto seroma2
19-11-2016 Wow, super interesante!!! MujerDiosa
19-11-2016 Cuánto cuesta la habitación???.***** grilo
 
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