A mi amigo Avelino, alias pitoraudo, joven salaz y concupiscente, se cree fregón, todo lo sabe y lo que no, lo inventa, la verdad, no se le ha hecho justicia a mi dilecto camarada, sólo por frívolo y enamoradizo.
Él dice: “Dios me ha mandado al mundo para hacer felices a las mujeres”. Así en plural, agarra parejo, a las damitas sobre todo a las jóvenes las atosiga hasta que por cansancio la damita acepta sus requiebros.
En una fiesta del Club de Leones para hacer amistad le dijo a un elegante individuo, muy bien vestido y que él sabía que era un riquísimo industrial:
—Mire que mujer tan fea aquélla. Ni por dinero me la soplaría.
—¡Oiga usted! —protestó el otro—. ¡Es mi esposa!
—Perdone, caballero —se disculpó Avelino—. Entonces si me la soplo. Es más: de gratis…