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Vi aproximarse a una señora de unos cuantos años y se me vino a la memoria el recuerdo de doña María, la que una vez me comentó sobre la aparición de las tencas, avecitas que pertenecen a la zona central de nuestro país, pero que se han ido expandiendo hacia el sur.

La señora en cuestión sólo se dedicaba a recolectar ropa usada y artefactos varios. Como la señora María había desaparecido de nuestras vidas hace más de un año, esta fue la ocasión propicia para consultarle por ella.
-No, la señora esa falleció hace tiempo. Ya antes se había cambiado a otro barrio y allí vivía con sus perros y con esa gran compañera que fue para ella su propia soledad.

-¡Que pena! Sólo un par de veces hablé con ella y me parecía que a pesar de su humildad, poseía una gran sabiduría. Lo siento por la señora María.

A ella le gustaba que la llamaran de distinta manera, así que para unos –como usted- fue la señora María, para otros, la Herminia o la Tomasa. Pero, ¿sabe usted cómo le gustaba más que la llamaran?
-No sé.
-Estrellita, su carita se le iluminaba cuando uno la nombraba así y hasta quisiera creer que ella era una de las muchas que brillan en los cielos primaverales.

Yo, para mis adentros, sentí que en las personas más humildes que uno, la magia continúa intacta y debe ser porque como su vida es muy azarosa, el mejor consuelo es creer que algunas imágenes fantásticas pueden transformarse en realidad, endulzando sus pesares y entregándole nuevos ímpetus para salir adelante con sus vidas.
-Pero la señora Estrellita María –para que ambos sepamos que hablamos de la misma persona- no lo pasó bien en esta vida. Andaba de allá para acá buscando un rinconcito, que a veces se lo daban y muchas otras se lo mezquinaban. Cuando estuvo alojada en las canchas exteriores del club Palestino, fue abusada por cuatro facinerosos, quienes además la golpearon y la dejaron convertida en un guiñapo. ¡Imagínese! Una mujer vieja ya, que tardó mucho tiempo en sanar de su cuerpo, ya que su alma creo que comenzó a extinguirse desde ese mismo momento.

-¿Y usted? Tiene un lugar estable en donde vivir.

-No señor, arriendo por ahora una piecita en una población en donde tenemos que pasar encerrados, ya que la delincuencia se ha apropiado del lugar. En las noches no podemos encender las luces de las casas porque los traficantes piensan que estamos delatándolos.

-¿Y por qué no se cambia?

Lo haría, pero las finanzas han estado como la mona, además tengo cuatro hijos y de todos no hago uno. El mayor tiene casa y auto y cuando me ve me hace el quite. Una cría cuervos para que al final la destripen.

-Así es, hay gente buena en este mundo, pero hay otros que no perecen llamarse cristianos.

-Usted lo ha dicho señor. Por ejemplo, golpeé recién en la puerta de una casa de esta cuadra para pedir ayuda y salió un caballero de unos ochenta años que me dijo: “Mi señora salió y llega a la noche. Te doy mil pesos para que nos acostemos”. Yo sólo me santigüé y seguí mi camino.
La señora se despidió y le pasé unas monedas para ayudarla en algo. Le prometí tenerle algo más para la próxima.

Juraría que escuché el canto sibilino de una tenca que cruzó por el cielo, acaso otra de las personalidades de la señora María, que fue la que propició este sencillo diálogo.








Texto agregado el 28-11-2016, y leído por 211 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-12-2016 Bien por La señora Maria, muy linda y agradable historia. bishujoo
08-12-2016 Yo creo lo contrario, nada de horrible, me encantan tus escritos.(5*) bishujoo
29-11-2016 Está horrible. MITNICK
 
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