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Caminaba, con el periódico en la mano, en domingo. Me hago mayor y disfruto de estas mañanas. Son días gourmet para pocos.
Y, enfrente mío, un templo. Una iglesia cristiana cuya misa acaba de finalizar. Salen las señoras de su interior, los señores, salen de la mano, salen apenas sin mirarse. Salen riendo, salen serios. Dejan el templo vacío, está vacío para mí. Una fuerza descomunal, extraña en mi, me empuja al interior. Me siento en un banco. Me arrodillo. Soy atea.

"Señor, quisiera explicar a alguien todo lo que he aprendido durante estos últimos años. No importa si es usted".

He caminado, a veces más despacio y otras más deprisa, nunca ha dejado de funcionar la cinta transportadora hacia delante. A los lados he podido ver, y dejar atrás, circunstancias que no me son tan significantes. Como cuando vas en coche, observando un paisaje que, irremediablemente, avanza.
Ojalá tansolo fueras un árbol del paisaje.

He peleado con sombras, sombras propias y sombras ajenas, he brindado por mis vicios, he deseado hacer desaparecer ese vacío. He regalado mi cuerpo y mi alma, los he regalado a quien consideré mejor postor. He permitido, en mis plenas facultades, pensando que cualquiera lo haría, que mis compañeros comiesen los mejores trozos del pastel. He pasado hambre con una estúpida sonrisa en la cara.

Finalmente recupero mi esencia, como siempre, aunque cada vez faltan más pedazos. No me recuerdo ya en perfectas condiciones.

No me arrepiento del vagaje, pues me ha hecho ser quien soy a día de hoy. Pero, ¿es que realmente quisiera ser como soy? Mi verdad, es que hay tantas cosas que quisiera cambiar. Quisiera no sentir miedo ante la vida, ante el amor, ante el arte, ante la música, ante los demás. Si me ven embistiendo, tansolo es un traje de toro que he aprendido a llevar. Hago esfuerzos a diario por repetirme que no se trata de un disfraz.

He aprendido que el corazón es un diamante valioso, indigno por ser entregado a cualquiera. He alimentado con caviar piaras de cerdos, ingenua de mí, por tener una fe casi delirante, por pensar que las pobres criaturas (tan amadas para mi, incluso revolcándose en su mierda) tenían hambre.

Señor, siempre fui tan hospitalaria. Sobraron tanto mis atenciones... Quizá debería haberme aguardado. Ahora hace frío y no tengo abrigo, pues también lo regalé. Tengo hambre, y no tengo qué comer, pues también lo regale. Tengo sueño, pero no puedo dormir, pues también regalé mi descanso.
Señor, sólo tengo un corazón roto y un saco lleno de desilusiones pesadas, un saco de incertidumbre. Ni siquiera tengo sal, la empleé en heridas ajenas.
Señor, he vivido y estoy viviendo. Pero, ¿es esto vivir?

No vine aquí a lanzar flechas. Pero, señor, ¿esto es lo que querías para mí? Si yo soy tu hija, ¿esto me deseas?
El mundo termina pareciendome, como siempre, demasiado hostil. Un dios que permite el sufrimiento, no es un dios para mi.

Texto agregado el 09-01-2017, y leído por 78 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-01-2017 Interesante relato, buen manejo de la idea central, y hay un buen uso del lenguaje,mensaje claro y mantienes la atención del lector, bien, me gustó. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
09-01-2017 subtitulado: reflexiones de una atea en una iglesia seroma2
 
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