Mandala del dolor
Que trazas
La abstracción del sufrimiento,
En plaquetas de luz y oscuridad
donde yacen los colores
Que desintegran la pasividad neutral de los corazones.

Mandala del perdón
Que ocultas con racimos de aureolas
La silueta de aquel pequeño Dios,
De aquél que padece,
De aquél que se ha vuelto en los labios
La pronunciación de una oración.

Color que explotas,
Que le das fuerza y autonomía
A la forma que en nuestro interior
Se manifestaba erguida,
Y mientras tanto, prosiguió para los poetas
Precaria la vida.

La vida siguió su curso
En la estival danza que aconteció;
La existencia me brindó de la tierra,
La riqueza de sus frutos,
Pero mi amor colgaba herido
En la contemplación de la perversa calamidad
De quién ha preferido el exilio.

¡Mi amor te lo llevaste!,
De mi Ser lo arrebataste
Y había que seguir viviendo,
Con los trazos de mandala
Que me abrían el cuero en la solitaria tarde.

Había que buscar esa fuerza
Que en las tinieblas de la noche me abandonó,
¡Tenía que intentarlo sin vos!;
Sin el trozo de verso que borraste,
Sin el consentimiento de la piel
Que ante la pasión sacrificaste,
Sin la fe que me diste
Cuando mi pergamino fue el arte de tu carne
Y sin la humedad de tus besos ni la canela suave
Que, bajo el letargo de esta pena,
Hoy para siempre te llevaste.