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Se lo juro por Dios

-¿Cómo lo voy a contratar doctor?, su fama se basa en defender a culpables y yo soy inocente.

Mi carrera en el fuero penal comenzó como defensor de oficio, es decir la asistencia letrada a personas sin recursos económicos que les permitieran contratar a un abogado.

La justicia que es ciega condena prematuramente a aquellos que por su condición deben optar por la defensoría oficial.

-¿Quién va a creer en mi inocencia si Ud. es mi representante?

No dejaba de ser cierto lo que mi posible cliente me indicaba, la historia de mi profesión se basaba en la de estar junto a los victimarios; con brutales acusaciones en boca de los fiscales, en su voraz intento de encerrarlos para siempre. No los elegía, me lo asignaban desde la Defensoría de Pobres y Ausentes.

Lo que debía haber sido lograr la morigeración de las penas, dados los altos índices de culpabilidad de mis clientes, lo mío era la de luchar por la libertad de los culpables. Un gran éxito en estos menesteres me llevó a estar en la situación que me etiquetó el primer cliente con recursos que se me presentó en mi buffet.

Mi ética, si cabe esta denominación, consistía en que mi cliente viniera con la verdad, sin ocultarme nada. Yo me encargaría luego de planear su defensa. No aceptaba la condena como resultado, siempre el éxito era el de lograr la absolución de los reos. Es ahí donde la ética comenzaba a flaquear. Los medios justificaban los fines.

-Si logramos mi absolución, la sociedad entera va a creer que fueron sus astucias artimañas

No le negaba razonabilidad a sus afirmaciones. La pregunta que me sobrevolaba era ¿Por qué recurre a mí?

La acusación que recaía sobre él era la de homicidio en ocasión de robo, un caso de exceso en su legítima defensa.

La víctima, un individuo al que había sorprendido en su casa; había ingresado por los fondos de su propiedad, con intenciones de robo, y que ante el fracaso de su cometido, intentó abusar de su esposa. Le descargó todo el cargador dejándolo exánime en la habitación.

Sin testigos, una víctima sin antecedentes penales y una situación al menos confusa, me obligaba a dudar de sus afirmaciones.

Casi seguro que era el amante de su esposa y me lo está ocultando

-¿Cómo sé que lo que me cuenta es cierto?-Comencé a indagarlo.

-¿Ahora es Ud. el que duda de mis afirmaciones?

-¿Me lo jura por Dios?, retruque. Parece una infantil pregunta, aunque me dio excelentes frutos a la hora de saber la verdad. Un sentimiento atávico hace quebrar al más astuto de los mentirosos.

Me miró los ojos y ensayó su versión

-Se lo juro por Dios.

Ahí recordé las enseñanzas de los evangelios, tan alejado a mi profesión que guardaba en algún lugar de mi conciencia:

No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Mateo 5:33

Un apretón de manos selló el acuerdo con mi defendido, con la convicción de sus afirmaciones y la aún dudosa decisión de mi cliente.

Con el devenir del juicio, nos enteramos de la licenciosa vida de su esposa que acumulaba amantes como flores en el bosque. Un esposo ignorante de las andanzas de su mujer, una víctima conocida por el acusado y un sinfín de elementos y pruebas que hacían dudar de las afirmaciones de mi defendido.

Mi estrategia, más allá de los dichos de mi cliente, se centró entonces en demostrar su culpabilidad. La ley condena a penas menores de prisión al que cometiera actos encontrándose en estado de emoción violenta. Sin antecedentes, la pena sería condicional y mi cliente lograría su libertad.

-No voy a mentirles al jurado, soy inocente y quiero que se me considere como tal.

-Si opta por decir la verdad será condenado a cadena perpetua, en estas condiciones no continúo con la defensa.

-¿Que tan seguro está de mi condena?

-Absolutamente- repliqué

-Me lo jura por Dios.

-NO

-¿Entonces tengo alguna chance?

-Quizás, aunque no me siento cómodo en esa posición.

-¿Y si le dijera que mentí?

-No mintió, el juramento me lo confirma.

Un tiempo después me cruce con él en las escalinatas de los tribunales, salía con su nuevo abogado, luego de recibir el fallo.

Esposado con dos custodios iba a ser conducido a la Penitenciaría Local

En los considerandos de los jueces, destacaron que el imputado había actuado con premeditación y alevosía, desmintiendo uno a uno sus relatos.

Me cruce con él, quien apenas pudo levantar su cabeza.
Solo atiné a preguntarle:

-¿Fue justa su sentencia?

Se encogió de hombros en un gesto de resignación.
Y pensar que su abogado siempre defendió a inocentes.

OTREBLA

Texto agregado el 12-02-2017, y leído por 127 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-02-2017 Estimado dokini, me gustó tu ralato. Pareces un abogado. Un abrazo. FerdiCartago
13-02-2017 Si es cruel y a veces se linda con la falta de dignidad en esta volátil profesión siempre acomodándose a las circunstancia, revertidas por avilés leguleyos astutos y faltos de ética .. hay quienes los prefieren. cuanto mas mejor. se suele decir , me gusto su alegato... yo lo declaro culpable siempre Dios encoca de los hombres ya no les creo un abrazo amigo lo serguire en sus letras rolandofa
12-02-2017 Llama la atención tus palabras hechas para visualizar ese abogado y esa corte, muy bien lograda, una historia que logra su cometido, esa ética que ya nadie ve esta muy bien representada, y un excelente ritmo, me gusto. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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