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Aquel rayo dorado que se movía fugazmente de un lado a otro y de rincón en rincón. Lo mismo estaba en lo alto de un árbol que pasando por entre sus hojas o sacudiendo su polen de luz sobre los pequeños hongos que proliferaban en aquel bosque.

Era muy fácil seguir su trayectoria ya que la estela dorada, que dejaba a su paso, delataba su posición y mas si en su alocado volar rozaba o chocaba, conscientemente, con algún objeto que se le atravesara ya que en cada suave impacto dejaba en el aire una pequeña nube de estrellas flotantes

De la forma en que se movía parecía que alocado frenesí se había apoderado de su menudo cuerpo. Llegó un momento en que el claro del bosque, donde se encontraba, era tan claro que mas bien pareciera que fuera el momento más luminoso del día.

Para nadie de los que estaban en los contornos pudo pasar desapercibido aquel espectáculo luminoso. Los primeros que llegaron al lugar, para ver aquella representación lumínica, se preguntaban los unos a los otros ¿Que estaba sucediendo? ¿Por qué “ella” se comportaba así?

Nadie de los presentes supo responder a esa y las otras preguntas que entre ellos se hacían. No les quedaba más remedio que esperar a que llegara su jefe, como siempre, para sacarlos de todas la dudas.

Allí se estaban reuniendo todos los habitantes de la isla. Podían verse a Ligerin, a Encrespado, a Simplón, a Agudo y a los dos Gemelos.

Los indios de la tribu Picaniños, con su princesa, Tigridia, al frente, comenzaban a mimetizarse entre la vegetación.

Representantes del mundo submarino de las sirenas ya estaban sentadas en el embarcadero del río que pasaba cerca de la casa del árbol.

Mas alejados del fragor luminoso, podían verse a los piratas encabezados por el Señor Smee. Allí estaban casi todos, Starkey, Cecco, Fogesti, Hill Jukes, Flint, Ed Teynte, Mullins, Lean Wolf entre otros. Todos, borrachos algunos de ellos, estaban a la espera de que se les uniera el Capitán Garfio.

Nana, los señores Gentil, Liza y la señorita Fulson se encontraban sentados en los bancos que estaban colocados en el claro. Lucían, a lo contrario de los demás, ropa de ciudad. Iban muy elegantemente vestidos.

Un barco pirata que fondeaba en el embarcadero del río. Estaba totalmente engalanado, como en los mejores días de las paradas marinas. Banderines de todos los colores cruzaban desde la proa hasta la popa. Los mástiles, suelo y velamen relucían con su blancura. Los cristales de las ventanas, de limpios que estaban, parecían inexistentes.

El verdor de los campos, de las hojas de los árboles, los colores de las flores eran de un expurgo inimaginable en otros tiempos.

Todo era alegría y algarabía. Poco apoco se habían reunido todos. Los niños perdidos, los indios, las sirenas, Wendy, Juan y Miguelito El País de Nunca Jamás era todo una fiesta solo faltaban el Capitán Garfio, El jefe indio y Peter Pan.

Ya casi estaban todos reunidos hablando entre todos ellos como si de amigos entrañables se trataran. Parecía no acordarse de las malas tardes que habían pasado entre peleas y peleas. Y si se acordaban lo tenían momentáneamente olvidado.

De pronto, y proveniente del río, se empezó a escuchar un tic tac. Un tic tac de sobras conocido por todos ellos. Lentamente todos se fueron apartando de uno de los laterales de aquel claro del bosque hasta dejarle un lugar lo suficientemente grande donde “Él” pudiera instalarse y poder ver también a esa función de luces de colores.

Cuando estuvo instalado cómodamente. Algunos de los niños perdidos y los dos hermanos de Wendy se sentaron en el lomo de aquel grandísimo animal. Sus menudos cuerpos subían y bajaban cada vez que este respiraba haciendo la delicia de todos ellos. Las plumas de los indios, por muy bien que estuvieran escondidos, ondeaban a los resoplidos, descubriendo su presencia.

En el centro de aquel claro y justo delante de la casa del árbol se encontraba un atril, elemento valga decir, nunca visto por la mayoría de los concurrentes. Ninguno de ellos, a no ser Wendy, se percató de esa “cosa” y del objeto que estaba colocado sobre ella pues estaban más pendientes en ver las alocadas piruetas de aquel menudo haz de luces que fijarse en el decorado del entorno.

En un momento determinado y cuando todos los personajes de esta historia estaban reunidos, se hizo un silencio sepulcral. Justo en ese momento el rayo de luz se detuvo encima del objeto que estaba arriba del atril. Iluminándolo con una suave luz, ahora de color verde.

Las brillantes estrellas dejadas anteriormente en su frenético volar. Seguían flotando en el ambiente emitiendo la luz necesaria para poder seguir viendo lo que iba a proseguir a continuación.

Entonces, agarrados de la mano, y sin previo aviso, aparecieron por la ventana más alta de la casa del árbol, El Jefe Indio, Peter Pan y el Capitán Garfio. Enemigos irreconciliables en otros tiempos, hoy aparecían ante los ojos de todos los presentes como los mejores amigos del mundo.

En ese momento todo fue murmullos y comentarios. Nadie se explicaba que había sucedido. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ese cambio de personalidad?

Como en las mejores obras de teatro, opera o zarzuela, los tres protagonistas del árbol dejaron que, por un breve espacio de tiempo, los actores de aquella obra continuaran sus comentarios.

Cuando creyeron que ya la intriga se había cumplido. Peter Pan soltando la mano de ambos acompañantes, se adelantó a sus dos acompañantes y se dirigió a los presentes.

El Capitán Garfio, a pesar de que se había formado aquel pequeño armisticio general. Inconcientemente introdujo su mano sana en el bolsillo de su faldón al escuchar el Tic tac de su encomiado enemigo.

. — Amigos, y enemigos, míos, – Empezó diciendo Peter Pan – Os preguntareis por qué Campanilla os ha reunido aquí y en este momento. Todo se debe – os lo voy a explicar – Es por culpa de ese “objeto” que esta encima de ese cosa que esta iluminando Campanilla.

Todos los concurrentes, sin excepción, depositaron la vista, al unísono, en los dos elementos a los que se estaba refiriendo Peter”

. — Trataré de ser sucinto y explicaros, lo mejor que pueda, el motivo de esta reunión. Lo que veis de pie iluminado por Campanilla y que está en el centro del claro y sobre el suelo se llama atril y lo que esta sobre él se llama libro. Estas dos cosas, por nosotros no conocidas, pero si por Wendy. Es el motivo de que se os haya llamado.

En se momento, la Señorita Fulson se acercó al atril y al libro. Tomó este entre sus manos y lo abrió.

. — ¿Peter, pero este libro… no tiene título y todas sus hojas están en blanco?
. — Eso es lo que os voy a tratar de explicaros. – Contestó después de que notara que había creado una expectativa de intriga –
. — Peter – Se oyó decir a Encrespado – Para que sirve el atril y el libro.
. — Eso ya te lo explicaré poco a poco mas adelante. Ahora oíd todos.

Peter Pan se acercó a la barandilla del balcón-ventana de la casa del árbol y apoyándose en ella comenzó a hablar.

. — Ninguno de nosotros, y dudo que alguien lo supiera, a no ser la señorita Fulson – Dijo esto mirando y señalando a la profesora – Hemos sido creados en el año 1911, por James Matthew Barrie. Hasta hoy en día hemos estado viviendo en las hojas del libro que está en el cajón que hay dentro del atril. ¿Lo puede agarrar y mostrar a todos, Profesora? Por favor – Dijo Peter dirigiéndose a la señorita Fulson –

Esta abrió la gaveta, tomo el libro entre sus manos y levantándolo sobre su cabeza lo entreabrió y se lo enseño a todos los asistentes.

. — Se empezaron a oír comentarios diversos. ¿Cómo que hemos estado viviendo en ese libro? ¡Yo no vivo ahí, yo vivo en la casa del árbol! ¡Nosotras en el fondo del mar! ¡Nosotros en nuestro barco! ¡nosot….!
. — ¡Shhhh! ¡Callad todos! ¡Ya me imaginaba que esto iba a ocurrir! – Protestó Peter Pan – ¡Si no se porque os lo explico! – Continuó diciendo –.
. — ¡Al grano Peter, al grano! – Le dijo al oído Garfio –
. — Será lo mejor – Contestó Peter haciendo una mueca de resignación – trataré de resumir – Le contestó Peter a Jaime Garfio –. Sin voltearse.

Mientras tanto todo era confusión abajo en el claro. Los piratas, que estaban algo alejados y los Picaniños, que dejaron de mimetizarse. Se fueron acercando a los demás espectadores para comentar lo que acababan de escuchar.

Fue entonces que, y como siempre se le ocurría a Peter Pan, bajó volando hasta junto Wendy y la invitó a subir hasta la ventana del árbol y que fuera ella la que les explicara a los niños, piratas, pieles rojas, sirenas, a Nana, a sus padres a… en fin a todos, para que estaban ahí. Y tomándola de la mano la alzó en vuelo hasta posarla suavemente en el suelo del balcón.

Cuando Wendy estuvo perfectamente equilibrada y después de que el Capitán Garfio, con una reverencia, le cediera su puesto, Comenzó a hablar.

. — ¡Ejem! ¡Ejem! ¿Por donde empiezo? A ver, a ver…. Bueno tenéis que saber que Peter en uno de sus últimos viajes a…
. — ¡En el último Wendy, en el ultimo! – Se le oyó decir a Peter en voz baja –
. — Bueno, bueno. ¿Dónde iba? ¡Ah si! En el último viaje de Peter a la tierra de los grandes. Escuchó que están buscando a un escritor, no importa la nacionalidad, que pueda continuar la historia que en su día escribió J. M. Barrie. Se han hecho varias historias adaptadas sobre, y con, nosotros. En todas ellas cuando los niños nos leen cobramos vida.
. — ¿Es otro cuento tuyo, Wendy?
. — No, Simplón esto no es ningún cuento.—Contestó dulcemente Wendy – Esto quiere decir que “alguien” va a seguir dándonos vida y nos hará vivir otras aventuras distintas a las que nos hacen repetir todos los niños, y no tan niños, que nos leen.
. — Señorita Wendy, entonces…. ¿Para que es este libro con hojas en blanco? – Se le oyó decir a la profesora –
. — Pues precisamente para ser rellenado con nuestra nueva aventura. Profesora – Le contestó Wendy – Lo dejaremos ahí encima de ese atril con la luz verde esperanza iluminándolo hasta que ese “alguien” lo escriba y podamos darlo a conocer a los lectores.
. — Me parece muy buena idea se le oyó decir al Señor Gentil. Quizás en el nuevo libro tengamos más apariciones y diálogos. – Echándose a reír al terminar su dialogo –

Al escuchar este comentario jocoso el resto de los concurrentes compartieron ese buen rato de hilaridad.

. — Y ahora amigos míos – Dijo Peter desde lo alto del árbol – Disfrutemos de esta gran fiesta hasta que ese libro se haga público. Bailemos y comamos hasta el fin o hasta que estéis llenos y cansados. Los que quieran irse, el barco está presto a zarpar y llevaros a donde queráis.
. — ¡¡¡Peter, Peter!!! No oímos música, ni vemos comida, ni olemos el…, el…, el ron – Protestaron algunos de los enfurruñados piratas –
. — Volvéis otra con lo vuestro – Les contestó Peter – Usad la imaginación como lo hacen todas las personas que nos leen. ¡No es así Bacalao! – Le dijo al Capitán Garfio mientras le daba un suave golpe en el vientre con el codo y guiñándole un ojo –


Texto agregado el 17-09-2004, y leído por 730 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
01-10-2005 que belloo escritoo, me gusto muchoo... imagenes, musicalidad y sabor...mis* denada
02-06-2005 Bien narrado, un aire de no se cuando, de no se que, original a mi parecer. mis 5* guasarapo
19-09-2004 Me gustó mucho. Una historia con aires de mar y un toque de leyenda. Felicitaciones!!! Shou
18-09-2004 Muy bien escrito, y con esa influencia del mar que se lleva en el alma. Un abrazo fuerte. Pedro. carloel22
17-09-2004 me gustó mucho, tiene originalidad que es mucho decir, has usado la imaginación en forma mis estrellas y saludos india
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