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A la tierra suelta entre el ripio de las calles la golpea el viento y ella vuela, y se afina en la zaranda del aire, hasta que la abraza un remolino que juega por la vereda y la duerme en el reparo del paredón de la bajada del cine.
Se pega en las rodillas peladas y en el canto de las manos que alisan un pedacito de suelo. Un dedo sucio, la puntera apretada en la palma, dibuja una troya. Sopla para emprolijarla, cierra un ojo y deja su bolita en un ángulo.
Despues, sin darse respiro, de un salto, corre hacia la línea de tiro, una raya trazada con el pie sobre la arena en la parte más alta de vereda, mientras gríta:

- ¡Última !. Y sigue.

- ¡A todas buenas...!

Más abajo, en la ochava de la esquina, justo en la entrada del cine, con sus espaldas que apoyan en la puerta marrón de vidrios mugrientos, dibujados con saliva. La pandilla de atorrantes se amontona en el reparo.

En medio del grupo, casi secretamente. Alguien apenas un poco más alto que los demás, cuenta una historia.
Puntin que baja desde el club con largos pasos apurados se les une en silencio, casi ni lo ven entusiasmados por el relato. Enfrente, desde el techo del hotel Ferroviario un puñado de gorriones se zambulle hacia la calle, como una ola rompiendo en la playa.
Otros pájaros se paran en las ramas peladas de un álamo viejo y deforme que crece en la vereda, en su parte más alta casi toca los cables de la luz. Ni siquiera se mueven.
Como un cómplice autorizado, ya metido en la ronda, el muchacho recibe un pucho encendido de unas manos heladas, que le indican:

- Pasálo...!. Pero en un gesto.

La brevedad de una pitada lo obliga a comprender de que hablan. La voz del Pelado se contagia de un ritmo parecido al del viento y aveces grita.
Con el codo le anuncia a Carucha que el faso sigue y guarda las manos en los bolsillos, salvándolas del frío.

Hablan del arribo de un rubiecito al pueblo, pendejo y de ciudad grande.
- ...Ay situaciones que te calientan muy poco, que no le das bola, pero... inevitablemente, te cambian la vida... - Pensó, suspirando.

La tarde corre sin respiro y el atardecer llega mansamente, cuando el narrador va ingresando en los detalles más significativos de la historia.

-Las pibas se enamoran rápidamente y sin remedio de un guacho como ese, por supuesto, que es normal, y también es normal que se fabulen los romances, sobre todo cuando sos una pendejita. o, nó?

Carucha hizo un imperceptible movimiento "de que sí" con la cabeza, cuando todos lo miraron a él.
El Pelado aliviado continuó.

- ¡Creo que fue eso!, el metejón que se agarró la Rosita con el flaco.

Puntin ya se metía en el sentido del relato, mientras miraba fijamente hacia el tejado de la estación, entre los pinos, se dibujó en su pensamiento el rostro de la protagonista.

-Es toda linda la negrita.- Se dijo para adentro, y continuó recorriendo sus recuerdos.

Siempre usaba limpios delantales a cuadritos y el pelo cuidadosamente recogido en la nuca. Y tiene un gesto alegre, brillante, risueño que vaga sin cesar, siempre, en sus ojos. Pero lo que más le atrae de ella, seguramente, es la frescura de su corta edad.
Con un leve movimiento tensó los musculos del cuello. El puño apretó la caja de fósforos en el bolsillo hasta arrugarla y suspiró nuevamente. La tarde comenzaba a pasar molesta.

-Lo más jodido para la pobre pendeja,... es que para él no existe.

Levantando un poco el volumen de su voz, el Pelado insiste, como para darle más dramatismo al relato.

- Creo que nunca la había mirado, ...ni de lástima.

-¡Seguro! - dijo Carucha, y le pegó de punta a una piedrita que había estado pisando. La tosca hizo patitos sobre la calle y se durmió en unos yuyos de la plazoleta de enfrente.

- Los porteños se creen una raza superior, los mas piolas..., los dueños del mundo.

- ¡Y le cagan la vida a todo el país! - Dijo alguien.

- ¿Sabes como odio a esos tipos?

-A mi me pasa lo mismo...

Atinó a decir Puntin, con tono de radioteatro, pero no en joda.

Esas palabras le hicieron tomar conciencia de lo teatral de la situación y apretó los párpados como librándose de un pensamiento repugnante.

-¡La única vez que se enteró de su existencia, fue cuando la patrona le ordenaba llevarle algo al langa.!

- ¡El guacho puto no tiene cara! - Se enojó el Pelado.

- Que va tener ...

El cielo seguía de un color gris indefinido, pero cada vez más oscuro.
Alguien abrió la puerta del bar del hotel y se filtró desde adentro una musiquita suave y conocida que se apago de inmediato cuando la puerta se volvió a cerrar
.
-El muy hijo de puta, hacia como un mes que estaba garroneando en la casa de los turcos y creo que no lo querían tanto,... lo tenían medio de compromiso - Dejó un espacio para el silencio, le tocaba una pitada.

El faso fue formando una brasa larga y dura. Le ardió la punta de la lengua cuando se lo puso en los labios que disimuló tragando saliva.

- ¡Se le dio de pechito!, la tenía adentro de la casa todo el día a la piba... - Redondeó Carucha.

Esta vez limpió con el taco la canaleta de una baldosa llena de arenita que quedo más roja que las demás. Se reparo del viento levantando las solapas de la campera y escondió la cara contra el umbral de la puerta, después dijo:

-Va a durar poco - ¡Es un remolino, nomás!

La racha ahoga soplando cada vez con más fuerza, como queriendo volar todo. Las piedritas pegan contra los vidrios que chillan. Ya no se ven las casillas del ferrocarril.
Puntin estaba ahora de frente a la calle. El mentón contra el pecho con los ojos cerrados. De vez en cuando se escuchan los gritos de los chicos que juegan a las bolitas.

-Espero que pare..., así mañana podemos ir a patear. - Pensó.

Las orejas heladas le dolían.

-Yo hablé -Dijo el Pelado.

Y con una voz que quería ser más convincente, agregó:

-Rosita me contó..., ¿si es cierto?, al guacho habría que matarlo.

Titubeó.

- Me dijo que antes de esto..., ella en silencio, sin decirlo a nadie, lo ...amaba, sin decirlo a nadie, ni a ella misma...

- ¿Te das cuenta?

Preguntó, fijando sus ojos en los de Puntin.

A lo lejos sonó la bocina de una locomotora del ferrocarril haciendo maniobras para descargar vagones y el viento trajo el sonido más rápido hacia nosotros.
Un auto dobló la esquina a duras penas. Desde adentro una mano saludó por compromiso. Se hizo una calma en la ventolina, que pareció incitar al Pelado a seguir hablando.

-Así, en frío..., ¡el muy hijo de puta la violó a la pendeja!

Algunas de las caras se dieron vuelta, incomodas.
Puntin amagó un trote hasta el borde de la vereda como para hacer entrar en calor las gambas y volvió en un salto a quedar en el mismo lugar.
Todavía con las manos en los bolsillos. El viento no paraba.
Carucha soltó una risita, sólo eso.

- Eh, pará. No seas exagerado. ¿Como sabes que la mina no te miente?...¿o no habíamos quedado que son todas atorrantas?

El Pelado le amagó una piña y Carucha se agacho contra la puerta hasta quedar casi sentado.

- ¡No seas boludo!

- A vos cuando te cuentan algunas cosas, por la forma, por la situación..., ¡por lo intimo!

Le pegó un cachetazo con la mano abierta en la cabeza. Carucha se seguía protegiendo con las manos.

- Sabes que no es boleto...

-Y sobre todo por los detalles. Eso no te hace ni dudar.... , ¡por lo menos a mi!

Se apuntó con un dedo contra el pecho.

-Nunca se me pasó por la cabeza que fuera verso.

Jorgito que se había mantenido en silencio, asintió mientras se frotaba la nariz.
Tenía los ojos llenos de lagrimas.

- El viento puto. - Dijo.

Luego siguió con la mirada un papelito, que atrapado en una ráfaga subía por el centro de la calle.
Perdiéndose en el cielo.

(1982) La Plata

Sorry, Master Hemingway ... for stealing your inspiration ... I could not help it.

La banda de mi calle..., la tribu de mi calle...(Los redondos)

Texto agregado el 20-06-2017, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-06-2017 Hacía tiempo que no te leía y me gustó mucho, Carlos. Un beso. MujerDiosa
 
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