| CorredoraCorría sin sentido. Yo la perseguí.
 Era un día de otoño, nublado pero no frío.
 
 - Disculpa...- le dije, y sólo en ese momento me di cuenta que en sus ojos había llanto.
 Corriendo a su misma velocidad me posicioné a su lado y le hablé.
 
 - ¿Te puedo ayudar en algo?
 
 Al parecer, mi pregunta la irritó, porque soltó un grito muy fuerte. La miré y en su cara se notaba algo que no era de mi gusto, algo como... la muerte.
 
 Paré y pensé: "Alguien debía haber muerto... ¡No!, tengo que dejar de pensar en esas cosas tan trágicas".
 
 Después de esa recapacitación salí corriendo otra vez. La adelanté y me paré frente a ella. La tomé por los hombros. Ella respiraba agitadamente.
 
 Le pregunté:
 - ¿Te pasó algo? ¡Cuéntame!
 
 A manera de respuesta me mostró las palmas de sus manos. Yo no sabía el por qué. Ella bajó la mirada dejándome ver el sendero que habíamos recorrido. Entonces miré y vi lo que temía: humo.
 
 Pero además del humo, algo... ¡no! alguien venía corriendo hacia acá, y al parecer, por la edad que representaba, era su padre. Cosa que de inmediato me di cuenta, porque él la abrazó y ella respondió con un"papi".
 
 - Tomás -dijo el padre - no lo pudimos salvar.
 Ella lloraba estridentemente.
 
 - Desde que cayó a las llamas... lo siento no pudimos hacer nada. Este asado ha sido el peor asado de todos, mi niña. Pero no te preocupes, mañana vamos y te compro otro.
 
 Ella, algo mejor, o más bien, mucho mejor, asiente con la cabeza.
 
 - Pero que no sea de trapo - dice la niña de 7 años, que tenía mi misma edad.
 
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