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He andado de aquí para allá tratando de vender mis productos recién llegados, pero la cosa esta fea en la calle, hay pocos compradores y regatean demasiado, la reactivación económica es esperada por el pueblo con muchas ansias, sigo caminando y aprovecho la oportunidad de que estoy cerca de un conocido huarique donde se come rico, para reconfortar el estómago con un menú preparado por la mano primorosa de doña Petrona, una vieja amiga con quien me gusta de vez en cuando echar un párrafo sabroso, haciendo que me cuente sobre sus desventuras matrimoniales, que son de publica notoriedad y que yo me permito echar a la chacota, estimulando su verbo malicioso y picante.

He llegado en buen momento a juzgar por la cara avinagrada de mi amiga, que si bien me atiende entre sonriente y grave, muestra en su ceño adusto y en el relampagueo de sus ojitos negros, que una tormenta ruge en su interior próxima a estallar, mientras saboreo en silencio la exquisita comida, observo como al descuido a doña Petrona; pienso entre mí que este día no ha sido bueno para ella, la verdad es que hay días que parecen consagrados al demonio, a mí me ha pasado muchas veces y lo mejor es echarse el alma a la espalda y buscar diversión a costa de cualquiera que esté dispuesto a tomar en serio las contrariedades de la vida.

Al recibir el segundo plato que es un rico tacú tacú, no pude menos que sonreír al mirar el aire preocupado de mi amiga, me quedo mirándola y ella voltea y me dice.

Que me miras acaso soy figurita

Que doña Petrona esta, con que no me diga que la dejo don Camilo su esposo.

¿La dejo? Seré hilacha para que me deje cualquier rotoso

No digo tanto doña petra, más sé que hay más de uno que anda perdiendo el poncho por usted.

Siempre se lo decía a don Camilo, cada vez que yo la veía con su pollerita cortita, mientras usted estaba de aquí para allá con los trajines de la cocina, fue precisamente hace un mes más o menos que le dije mire don Camilo conserve esa prenda que es un tesoro, don Camilo se reía no más y movía la cabeza diciendo que no sabía porque la quería tanto a la Petrona.

¡Qué arrastrado! ¿Con que eso le decía?

Y usted mire quien está hablando, usted tiene abandonado como rancho viejo a su mujer, que es linda y en carnes que le hacen agua la boca a cualquiera, para andar al trote tras doña Silvia que es una garra de cuero y de yapa no lo quiere, acuérdese de estos versos:

Mi madre se llama clara
Mi hermana claridad
Yo me llamo franco
Miren que casualidad.

Texto agregado el 30-07-2017, y leído por 107 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-07-2017 Agradable relato.Me gusta.UN ABRAZO. gafer
 
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