Sé que el tiempo,
es el lúgubre pasillo por el que corre mi destino.
A tientas, sin ventanas, sin puertas.
Un cause tormentoso,
un caudal caótico de brazos fantasmas,
de hologramas del pasado.
La taza helada de café color de tus ojos,
y la tierna fruta que actúa tus pómulos
en la mañana fría en la que no quiero salir de la cama.
Sé que el tiempo,
es la carretera del porvenir,
y que la máquina que conduce no tiene frenos.
Se dispuso a partir un año nuevo,
sin retraso,
y desde entonces me quiero bajar.
En ese entonces,
la pirotecnia era una orquesta de duendes burlones
que festejan de cuando en cuando,
las manos de los amantes,
que se distancian,
y se desvanecen en la niebla.