LIMÓN 
 
Y solo fue una piel de limón,  
apenas un roce, un resbalón  
un no sé que pasa…  
un mirar, un instante,  
un crujir y  un ¡ay!  
 
El suelo sopesa la tragedia,   
cayó como un fardo, 
como la bolsa en el 29,  
como la nieve… 
 
Sintió pánico 
y oyó la voz, la mano, 
y gracias 
y ¿café? 
 
Todos los sábados a las once 
los sábados se acumulaban, 
el aliciente también 
la espera… 
la duda… 
la expectación… 
la dicha… 
la culpa… 
                                                               
Él subía potente la montaña 
ella ascendía grácil la pendiente 
y crecieron los músculos y la belleza 
y murió el aburrimiento y la monotonía 
y asomaron los diseños deportivos 
las miradas lúdicas,                                                      
el sexo, la pasión… 
 
Perdió la lucidez, la prudencia y el recato 
ganó la creatividad 
la ventura. 
 
Y los sábados tiñeron de flores el mundo 
y los sábados grababan el alma de dicha 
y los sábados morían y vivían 
a única muerte digna,  
la ausencia del amante,  
y amando con certeza,  el certificado de vida. 
 
Y el domingo la memoria,  
los dulces y recogidos silencios 
los perfiles desdibujados 
los recuerdos. 
 
Y fueron años sin preguntas, 
ni respuestas ni diálogos, 
solo dicha 
entre sueños desdibujada, 
y miradas, y fuego 
 
Y ¿qué sabrá el mundo lo que yo siento? 
Y me envidian todos 
Y ¡aún sin saberlo!, 
Y río por dentro 
Y “ande yo caliente” 
me carcajeo de la gente… 
 
No pienso más 
solo siento 
y pasa la vida en brazos del viento 
en mis recónditos rincones apilo tesoros: 
besos, apretones, dibujos, versos y canciones 
susurros… pasiones 
 
Y al final… no hubo final 
porque habitaba en ellos el amor eterno 
y nadie es dueño de nuestros recovecos 
y solo el alma habla con nosotros 
y ella nos entiende 
y para y acelera 
está dentro 
 
La culpa fue del limón, 
la zapatilla o el destino, 
pero cayó al suelo como un pingajo 
y…   
la sujetó el amor, 
 
 
¡lo que justifica esta narración! 
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