Perdona la mirada que te aparté perdona la timidez superlavativa, perdona la mirada floja, la candidez de gesto, la virginidad del reojo mustio, perdona no aguantar tus enormes ojos claros, perdona que ahora me consuma recordándote mientras se me arruga el pecho acartonado. Perdona mientras se me instala un suspiro en el costado. Perdona que no me atreviese a preguntarte algo. A resistir el trueno de tus faros. A reirte, a rozarte, a morderte a abrasarte a gozarte a perderte. Perdona que me bajase de ese tren sin decirte algo.