| Jarabacoa, R.D.Viajas respirando trópico,
 se suceden las plantaciones,
 las muchas que hay en La Vega,
 el arroz distinto, el café sabroso,
 el tabaco con olor a artesanía.
 La carretera cambia su planicie,
 se hace escarpada,
 nutrida de un aire renovado,
 la temperatura empieza a bajar,
 dando un respiro al viajante.
 Has llegado a la cordillera,
 y la subida es constante,
 los parajes y entorno cambian,
 tornándose montaña,
 estás en camino al Pico Duarte,
 él, que con sus
 más de tres mil metros,
 es quien más alto se alza
 entre todos los de Las Antillas.
 Y, de pronto, te encuentras
 en una maravillosa ciudad,
 estás en Jarabacoa,
 donde puedes ver personas
 de color y con los cabellos rubios,
 tal es la huella que dejaron
 los anglosajones y alemanes,
 en sus minas.
 Te ves, en fin, en un lugar
 rodeado de montaña,
 de refugios y cabañas,
 y de vida, se diría continental,
 de no ser porque la humedad,
 la temperatura,
 los enormes saltos de agua,
 que ofrecen sus ríos
 Yaque, Jimanoa y Baiguate
 te regalan.
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