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EL NIÑO Y LA BESTIA
Me enamoré hasta los huesos de Flavia Andrea desde la última noche de invierno que habíamos estado juntos en la casa de sus abuelos, Flavia Andrea me exigió que terminase sobre ella, que me corriera hasta la última gota sobre su cuerpo, esta vez no quería recibirme adentro suyo, quería que deje todo en su barriguita, alrededor de su ombligo y de ser posible muy cerca de sus enormes y hermosos senos. Cumplí mi fantasía de acabar así en el cuerpo de una mujer, ella por supuesto ya lo había hecho incontables veces, pero eso era algo que a mí no me molestaba en lo absoluto.
La casa de sus abuelos quedaba fuera de la ciudad, habíamos planeado con mucha anticipación irnos por unos días para saber si lo nuestro funcionaba en el cortísimo tiempo de convivencia de apenas cuatro días. Por entonces Flavia Andrea y yo éramos novios y aún vivíamos todas esas cosas que se viven cuando recién se inicia una relación, los besos furtivos, las caricias tiernas y las que se procuran en partes prohibidas. Para mi sorpresa, Flavia Andrea además de ser una exquisita amante, la mejor que había tenido, era muy hogareña, le gustaba cocinar, ocuparse del orden de la casa, de regar el jardín por las mañanas, de planchar mis camisas en las noches, antes de quedarnos en la sala de estar al costado de la chimenea, contemplando el fuego y calentando nuestros pies y nuestras manos, para después tomar una copa del tinto de Luigi Bosca que a mí tanto me gustaba y después finalmente meternos a la cama, entre las frazadas, nunca nos metíamos en medio de las sabanas porque yo lo detestaba. Y por más que a ella no le gustaba, Flavia Andrea me complacía en todo, sobre todo en esos ratos de caricias fortuitas mientras nos amábamos intensamente. Dormíamos durante el día hasta casi el medio día, solo tomábamos un vaso de jugo de naranja y salíamos a pasear de la mano por el parque del pueblo. Con Flavia Andrea no extrañaba nada de mi vida pasada, nos habíamos conocido tarde aunque los dos sabíamos que nos conocíamos de toda la vida.
Ella se prendía de mi cuello y cada quince pasos nos deteníamos para besarnos, ella secaba sus labios y continuábamos nuestro camino siempre hablando tonterías, siempre ella con sus frases bobas que solo yo entendía, por eso me quería porque festejaba cada una de sus bromas riendo y agarrándola por la cintura, hasta que en un rato nos daba hambre, entonces volvíamos a la casita para almorzar cualquier cosa preparada fugazmente.
Flavia Andrea aprendió poco o nada de mí, puedo rescatar solo un par de cosas: A citar una cantidad enorme de groserías, de todos los estilos, de todos los países. Me encantaba cuando de sus dulces labios salía un Files de Pute o un motherfucker también aprendió de mí a mover la cabeza de un lado al otro al compás de la batería cuando yo a la fuerza le hacía escuchar los rocanroles de leones. Es que yo desde que la conocí solo y muy al estilo de los Redondos de Ricota solo le ofrecía ticks de la revolución, implacable rocanrol y un par de sienes abiertos que eran todo mi tesoro. Mi patrimonio comprendido por entonces por apenas unos tres mil discos y unas cien revistas, era algo que demostraba que Flavia Andrea en verdad estaba conmigo porque me quería.
Muy por el contrario yo aprendí de Flavia Andrea diversas cosas, principalmente conocí a dos extraños seres que vivían muy dentro mío, a un monstruo terrible que era celoso, posesivo, siempre alerta y dispuesto a golpear, destruir, aniquilar a cualquier incauto que mire de reojo a su chica o que la invite a salir, esa bestia salvaje había estado creciendo en mi interior y se alimentaba de los besos y las caricias de Flavia Andrea, bastaron unos diez besos para que la bestia alcance su pleno desarrollo y esté todo el tiempo al acecho y también habitaba en mí un niño que años atrás siempre había estado jugando y haciendo travesuras pero ese niño se había ocultado por muchos años en mi interior a consecuencia de muchos castigos que la vida se había encargado de hacerle padecer, las desilusiones de sus padres, la soledad, el niño estaba más roto que Frankenstein, su arcoíris se había tornado gris y sus golosinas ahora eran amargas. Pero cuando descansé en la ternura de Flavia Andrea y me emborraché con sus besos, el niño había abierto los ojos y sus lágrimas de pronto habían desaparecido, la voz de Flavia Andrea le motivaba a sonreír nuevamente, las ganas de dibujar, las ganas de coger sus piezas de playgol y volver a construir aviones y barcos fantásticos, sus ganas de jugar en el jardín imaginando que ese pequeño espacio era todo un universo, la ciudad de los árboles gigantes, el bosque de piedras, el pasadizo de caracoles, el volcán de cenizas, de pronto el niño quiso subir nuevamente a su triciclo y conquistar todas las veredas del vecindario y jugar con su amigo el chancho maricón, nuevamente se miraba al espejo y se enojaba cuando contaba las pecas de su rostro, y cogía la caja de tizas que había escondido en algún lugar de la cocina vieja de la casa y nuevamente sentaba a los muñecos de peluche que tenía y les dictaba clases de ciencia, les prometía a sus muñecos realizar experimentos en la próxima clase, siempre y cuando ellos no hicieran alboroto en la clase de matemáticas.
La risa, las carcajadas de Flavia Andrea hacían que el niño sintiera ese deseo loco de volver hacer travesuras, de trepar a los árboles para coger frutos, de tirarse por la ventana del segundo piso de la casa, de pelear con los gallos de mamá, de jugar a los toreros con Quique, su primo, abusando del cordero de la abuela, atando los autos de juguete con cinturones al cuerpecito de los cuyes y organizar tremendas carreras muy al estilo de Ben-Hur, El niño había sido un tremendo cabrón, terrible, despiadado, su travesura más gloriosa y que pasó a la historia, fue cuando durante una noche de oraciones en casa de su tía Magdita el niño se encontraba demasiado aburrido, por desgracia el gato de casa se había sentado a su costado y el niño no tuvo mejor idea que hacer la de Tupac Amaru con el gato, se quitó los cordones de sus zapatillas y ató al gato de cada pata y mientras lo acariciaba lo amarró a la puerta de la casa. Todas las señoras no podían controlar la risa cuando veían al pobre gato sacudirse desesperado tratando de soltar sus patas, parecía un títere diabólico, poseído, una pequeña mascota del demonio. De pronto la noche de oración se había convertido en el aquelarre, donde las plegarias parecían ser dirigidas al gato poseído por el mismo diablo.
El niño despertó con Flavia Andrea y ahora ya no quería volver a dormir, más aún cuando recordaba que al volver del jardín se encerraba en su habitación, recordaba a sus amiguitas, había una que le gustaba mucho, la niña rubia del salón de los ositos cariñositos, pero la niña no sentía nada por el niño, así que el niño decepcionado, decidió crear a su chica ideal, a la que la acompañaría toda su niñez y todo el resto de su vida, por eso cuando Escuchó y vio a través de mis ojos a Flavia Andrea, después de secar sus lágrimas la contempló por un rato y descubrió que su creación estaba delante de él. Tardaste tanto en aparecer, pensó molesto, pero en el fondo se sentía contento, ahora por fin podría descubrir si en verdad los labios sabían a fresa como se lo había dicho un niño jactancioso que decía que todas las niñas estaban enamoradas de él. Desde que Flavia Andrea había aparecido eso y más ahora podía ser realidad y eterno.
Es tanta la magia De Flavia Andrea, Que hasta mi cabello se aclara como del niño de años atrás, aunque mi madre dice que eso pasa porque dentro de poco mi cabello se pondrá blanco, yo no creo y me cuesta creer, porque el niño que está en mi interior no me permite ver las cosas tan reales, sino más bien fantásticas por eso no quiero cortarme el cabello, me miro al espejo y me gusto. Es verdad que ya no tengo pecas, también es verdad que tengo muchísimas arrugas cerca de los ojos y ahora unos puntos feos y negros crecen alrededor de mis labios, en mi quijada y en el borde de mi rostro, y el párpado izquierdo me tiembla todo el rato como si estaría bailando, debe ser por el consumo abusivo y vicioso de las drogas de los años pasados, ahora uso lentes lo cual me molesta mucho, la computadora se encargó de condenarme a una ceguera terrible, no he podido operarme la vista porque tengo terror a hacerlo y tal vez con el tiempo me quede sordo porque prácticamente toda mi vida viví acompañado de audífonos de todo tipo escuchando canciones. Pero no me preocupo, no me importa quedar ciego, sordo o mudo como diría Shakira porque sé que a mi lado estará la más hermosa creación del niño, la más dulce locura, que lleva por nombre Flavia Andrea.
Por eso me declaro esclavo de sus besos, prisionero de sus abrazos, un demente de su forma loca de amar, por eso la bestia de vez en cuando tiene que salir para cuidarla de cualquier mal nacido que quiera llevársela y dejar al niño hundido nuevamente en la soledad. ¡Esta vez no! esta vez el niño llorará pero de alegría, esta vez se cumplirán los finales de los cuentos: El vivieron felices para siempre, el comieron perdices, el hasta que la muerte los separe. Esta vez por fin se sella una alianza entre lo tierno y lo peligroso, entre el ángel y el diablo, entre el niño y la bestia.

Texto agregado el 23-10-2017, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


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