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Inicio / Cuenteros Locales / Palombaro68 / El misterio de las pelotas de ping-pong

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Señoras y señores, les ruego un minuto de atención. Prestadme atención a cuanto he de contaros, porque solo al final comprenderéis cuan importantes es lo que estoy por deciros. Una sonrisa radiante sin ninguna sombra, es una cosa fundamental. Todos los manuales para tener éxito lo aconsejan. Para obtener el mejor resultado se necesita una piel perfectamente lisa. La cirugía ordinaria no basta después de una cierta edad. Antes que nada debemos vaciar la cabeza de pensamientos inútiles. Necesitamos librarnos de todo lo que fuese superfluo.

Así yo mismo he comenzado un inventario de mis recuerdos, tratando de encadenarlos de manera ordenada y rigurosa. He debido hacer una lista. En seguida con una lapicera empecé a eliminar aquellos recuerdos superfluos, inútiles y finalmente aquellos desagradables que podrían haber echado una sombra sobre mi nueva sonrisa radiante. Así quedaron tan pocos que no merecían la pena retenerlos. Mejor sería vaciar completamente la mente. Recomenzar de cero, desde el vacío. Era lo mejor. Ninguna sombra. Ningún oropel inútil, ningún peso del cual librarse, ningún recuerdo desagradable, ningún secreto que guardar. Ninguna sombra. Desde hoy solo luz y energía.


Esto naturalmente era mi intención. Mas hacerlo no fue fácil. Había fijado un día al mes para hacer el inventario de recuerdos. Mientras lo redactaba, así, puntualmente se representaba igualmente algunos de los desagradables huéspedes suprimidos el mes anterior. Y entonces, de nuevo, debía recomenzar a cancelarlos. Y mi pena se reflejaba en la hoja, y en mi mente por seleccionar y borrar aquellos más desagradables y molestos. Puntualmente arribaba a la conclusión que no merecía la pena tener algunos y que no sería justo ofrecer a un solo recuerdo el privilegio de la existencia, negándosela arbitrariamente a otros. Llegaba siempre a la misma conclusión, mejor borrarlos todos, hasta el fondo.

Del resto solo cuando terminaba la operación de cirugía interior me sentía aliviado. Mas el alivio duraba poco, porque aparecía de pronto una sombra amenazante, el recuerdo de aquellas horas transcurridas para completar la dolorosa selección. El prescindir del valor negativo o positivo de los recuerdos eliminados se trataba de un trabajo fatigoso, desagradable en cuanto tal. Aquella sombra amenazante ponía en peligro mi sonrisa. No podía poner en riesgo de frustrar todo mi trabajo por aquella estupidez. Noches enteras pasadas sobre los manuales, tanto esfuerzo por convertirme finalmente en aquel hombre de éxito y arruinados por una circunstancia banal un parafernalia superflua, inútil mas decisiva como lo puede ser un pequeño e insignificante lunar el cual puede develar los cimientos de un cáncer, que engrosaran la casa, la ciudad entera con sus edificios, las calles y los automóviles, podría nacer de aquella pequeñísima falla, ríos impetuosas, rápidos y cataratas podrían surgir de él.


Inevitablemente aquella sombra arrastraba en mi un sentimiento de vergüenza encerrado en su oscura red. Una vez salida de su envoltorio comenzaba a advertir aquella oscura y sombria entidad, una presencia fría, persistente y desagradable que no quería de ninguna manera abandonarme. Estaba seguro que, si no fuese por ella, llegaría finalmente a ser el hombre de éxito y las promesas de los manuales se habrían finalmente cumplido, porque cuando una persona quiere verdaderamente una cosa nada puede impedirlo como dice el método. Mas era que aquella sombra continuaba a arruinarme todo y enfrente de ella los preceptos del manual perdían toda su certeza.

Veía desfilar frente a mi el rostro y sentía las palabras de aquellos que lo lograron, mas cuando probaba poner en practica aquellos preceptos exactos y eficaces en lugar de los efectos esperados experimentaba una profunda vergüenza. Y todo por aquel lunar insignificante pero persistente. Un dia un colega de trabajo invito a todos a su casa. Vivía en una casita a las afueras de la ciudad. Siendo un solterón, tenía tiempo libre y se daba a su desenfrenada pasión por los deportes. Presumía ser un campeón en cualquier disciplina deportiva y para demostrarlo, quería que todos los invitados participaran de un torneo de ping-pong ( que el gano).

Fue un partido particularmente disputado, con intercambios infinitos. Permanecí por todo aquel tiempo hipnotizado observando la pelotita que iva de la raqueta a la maesa y de aquí a la otra raqueta. Mi partida fue un desastre desde el punto de vista de los puntos, mas fue un clamoroso éxito bajo otro punto de vista. Cuando mis dedos entraban en contacto con el celuloide blanco de la pelotita experimentaba una profundísima descarga.

Vuelto a mi casa, aquel recuerdo no quería abandonarme. La pelotita rebotaba frenéticamente en mi mente. Aquella descarga que sucedida por el contacto de mis dedos con el celuloide blanco había dejado una huella indeleble y persistente. En los días sucesivos aquella pequeña esfera blanca volvía constantemente a mi mente en forma insistente, casi obsesiva, asociada a una vaga certeza de sensación de placer. Dia tras día se abría camino la convicción que aquella seria le senda para cerrar las cuentas con los manuales y con el método: una bolita de ping-pong en lugar de la cabeza. Lisa, vacía, perfecta, sin inútiles y estúpidos ornamentos, sin peso, blanca y perfecta como la luz.

El único lujo, mas solo por dale con la facultad creativa a la mente un pequeño contento, seria aquello de generar otra bolita de ping-pong, también blanca y lisa. Mas atención: aparentemente sucedía solo residuos de un proceso creativo y estéril. En verdad me di cuenta pronto que esta pequeña esfera blanca encerraba en realidad algo especial, un insondable misterio. Lamentablemente no existe una definición precisa. Puedo intentar describirla de este modo: la esencia de la bolita de ping-pong, entidad que nace del vacío y contiene vacío aún más perfecto: ninguna macula, nada de incompleto, parcial o inacabado. Para este género de entidad comúnmente el lenguaje corriente usa el adjetivo ¨divino¨. Comprendo cuanto trivial puede parecer, general o inexacto, yo tampoco podría definirlo mejor. Señoras y Señores, aquí esta frente a ustedes en su banal perfección. Entonces, finalmente podréis comprarla llamando al número sobreimpreso.

Texto agregado el 30-10-2017, y leído por 210 visitantes. (0 votos)


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