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Está sentando en una banquita al borde de la corriente de los Ugamulas. Mirándolos un poco y pensando otro. Es difícil distinguir a los Ugamulas porque andan muy rápido y como es sabido, son todos iguales hasta que unos les habla.
Es preciso aclarar que el color de los Ugamulas no es un factor fijo, ellos deciden de qué frencuencia se visten, pero para ser sinceros es casi siempre la misma, el celeste medio gris del cielo contaminado con sol de mañana.
A la hora de almuerzo es cuando más circulan, son millones moviéndose indistinguiblemente de un lado hacia otro. Ahí el que quiere los mira, y el que no sigue su camino. Lo entretenido de hablar con los Ugamulas es que suelen tomar las formas más inéditas.
Cuando por fin se atrevió a hablarle a la masa (imposible distinguir a uno específico en ese caos), uno se acercó. Mientras se acercaba, el celeste grisáceo mutaba en una camisa sin mangas, unos pantalones cortos hasta un poquito más arriba de las rodillas, unas chalas rotísimas y una sonrisa tan linda, fíjate. Él la saludó muy tímido, era primera vez que interactuaba con un Ugamula. Ella se río y le dio un beso en la mejilla. Le preguntó cómo se llamaba
- ¿Cómo te llamas?
A ver si así iniciaba alguna conversación y ella le respondió que cómo quieres que me llame, y ahí se le trabaron todas las congojas morales, un lío tremendo. Porque no me puedes darme tamaña responsabilidad así como así, además, imagínate que no te gusta y luego nadie ya te reconoce por tu nombre, y todos los trámites y . Pero la Ugamula se reía a carcajadas, pero oye no te preocupes si yo ya tengo un nombre, solo quería saber cómo te gustaría que me llame.
- Luna
- Qué bonito.
- ¿Y cuanto tiempo tienes, Luna?
Entonces ella intrépidamente acaricia su entrepierna y él se espanta un poco, ella se ríe. Yo no sé si tienes a alguien que quieres, imagínate cómo se va a sentir. Ella le apunta a la multitud de Ugamulas y le dice que todos se quieren.
- Todos se quieren.
Que no se preocupe , que es lo mismo. Avanza la mano y su mirada en él. Está tieso, y ella siempre sonríe. Los Ugamulas pasan impertérritos por su frente. Le acerca el rostro, le acerca el aliento, le mira con sus ojos amarillos, lo besa. Entumecido levanta las manos, un pistolazo de agua-hielo en la espalda, nunca antes había besado. Una onda inquieta le recorrió el cuerpo. Luego la seguridad, el beso. Se despegan, despertando de la siesta, medios acá, medios allá. No muy claro de qué fue lo que pasó, ella se ríe. Le dice que está por salir el sol.
- Está por salir el sol.
Y se va. Se pierde entre el gentío de Ugamulas y se va disolviendo en el celeste grisáceo contaminado, con el sol de la mañana.

Texto agregado el 23-02-2018, y leído por 41 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-02-2018 No entendí una bosta. 1* juanday
 
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