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La hermana de mi amiga Altamira, vivía con su familia frente a plaza Francia. Tenía un petit hotel heredado, de sus antepasados, que circunvalaba una esquina completa.
Amplios ventanales daban sobre el césped, que se rociaba instantáneamente cada mañana, y daba frescor en verano.
La casa poseía muchas habitaciones en una de las cuales había una gran biblioteca.
Era de madera, con estantes de vidrio. Sobre sus estantes reposaban libros incunables, y otros de diversos autores, por orden alfabético.
Entre las letras del abecedario que los dividían había un espacio ligeramente adornado, por flores marchitas. La biblioteca ocupaba toda la estancia, que tenia veinte metros cuadrados. Una fiesta para los amantes lectores, los intelectuales ávidos de libros, los corazones solitarios que leen para tener compañía impresa.

Cuando fui por primera vez, me sentí mareada ante tanto esplendor escrito... Para mí lo único valioso eran los libros.
Libros, hojas escritas, mientras más grandes de lomos, más amplios mejor, más para leer, mas días para enfrascarse la lectura, y avizorar nuevos horizontes lejanos, e inalcanzables.

El padre de Altamira venia en silla de ruedas a vigilarme. Yo me subía a un banquito y revisaba estantería por estantería.
El padre era medico retirado, y su único fervor era contemplar su biblioteca, amasada durante tanto años.
Cuando nadie me vigilaba, abría un libro, me internaba en el, lo leía ávidamente, y se me disminuía el cuerpo y entraba en las hojas, deambulaba por aquí y por allá. Las letras bailoteaban conmigo burbujeándome el estomago.

Un día el médico tuvo que internarse porque sufrió un ataque cardiaco. Mis permisos estaban otorgados, desde hacía un mes. Así que cumplí con el rito de seguir visitando aquel lugar tan sorprendente. Yo tenía trece años. Era virginal, trémula y prefería el ostracismo a la gente. Pues decididamente me quede atrás de la estantes, hasta que desistieron de buscarme.
No como mucho, así que me asomo por la ventana y me alimento como los pajaritos. Sé que estoy desapareciendo, poco a poco, pero reencarnare en algún personaje de ficción y volveré para leer, una y otra vez, hacia el eterno retorno.

Texto agregado el 21-03-2018, y leído por 121 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-03-2018 Muy buen cuento. ***** grilo
22-03-2018 Un buen relato Thetinu
21-03-2018 Aplaudo con furia. Así aplaudo yo cuando algo me gusta mucho. -ZEPOL
21-03-2018 Eres Alicia frente al espejo?+++++ crazymouse
21-03-2018 Un relato ameno y creativo. Me gustó. godiva
 
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