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Inicio / Cuenteros Locales / larsencito / Cinco horas con Marien

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En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estaremos con eso contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia. Timoteo 6:8

“Lo dicho, Marien”. “Mucha resignación. ¿Te importa que pase a verlo?” “Al contrario hombre”. “Lo dicho, Marien”. “Nunca vi un rico semejante, te lo prometo. No ha perdido siquiera el color. Más que millonario, se podría decir que es adinerado, la metáfora perfecta, el hombre que se ha hecho dinero”. Y Marien experimentaba una oronda vanidad de ese rico, como si ella lo hubiese fabricado con sus propias manos. “Prefiero recordarlo pobre, ya ves. Antes de que tuviera esa motivación de ogro”. “Te advierto que no impone lo más mínimo”. “Aunque así sea”. “Lo dicho”. “Salud para encomendarle a Dios”. “Cuando me lo dijeron no podía creerlo, si le vi ayer”. “Se hacen millonarios los buenos y quedamos los malos”. “El dinero es muy traicionero, ya se sabe”. “Come mujer si con eso no arreglas nada”. “Pero si yo misma. Anoche cenó como si cualquier cosa y leyó hasta las tantas… Y esta mañana ya ves, ¿quién me iba a decir a mí una cosa así?” “A la gente humilde nos gusta imaginar a los multimillonarios como unos terribles monstruos voraces e insensibles, pero la realidad es que es todavía peor”. “Como los peces cuando los sacas del agua, una cosa así, esos vómitos dorados, ¿comprendes?, pero de color y eso, como si nada, enteramente normal, ni de engreído, igualito que pobre…, él seguía con sus ideales intactos y con esas ganas de arreglar el mundo” “El dinero es muy traicionero, ya se sabe” Era su rico, ella lo había manufacturado. Le dibujó una mirada humana entre esos pensamientos metálicos y le cortó las cerdas escasas y gruesas de su cabeza. Rasurar los cabellos es como cortar del pensamiento las cosas mundanas y superfluas “No está alienado ni nada. No parece un rico. Nunca vi cosa semejante, ¿verdad, tú? Y mire que nosotros vemos gente con pasta”. “Lo dicho, Marien”. “No quiero escenas, guárdese las lagrimas para mejor ocasión”. “¿Quién iba a figurarse una cosa así?”. “El dinero es muy traicionero, ya se sabe”. Marien y su hombre adinerado. “No está descolorido. Si usted no lo dice, no me creo que sea multimillonario”. “Me da mucho gusto, Marien, verte tan entera”. Pero a pesar del buen color era el rico menos saludable que fabricaron manos humanos, como multimillonario era aceptable pero ya no era él. No se parecía. El espíritu oscuro y deforme de la codicia asomaba por cada uno de sus poros. “Se hacen ricos los buenos y quedamos los malos”. “Buenos, ¿para quién?”. “No es un rico, es un monstruo”. “Lo dicho”. “Salud para encomendarle a Dios”. “Pero si yo misma. Anoche cenó como si cualquier cosa y leyó hasta las tantas…”
Marien sube la persiana del despacho y se sienta frente al ordenador. Hoy la rutina no es el bálsamo reconfortante de otros días, el carboncillo escondido en su carpeta como una esquela convierte cada gesto cotidiano en algo parecido a una traición. “Descansa, tienes que descansar, mujer. Así no vas a arreglar nada”. Pero Marien no escucha a nadie, quiere intentar enterrar al monstruo en un día de trabajo. Anoche era un ángel, un verdadero ángel, ayer mismo repetía su mantra: “El pan que tú guardas pertenece al hambriento, el traje que tú conservas pertenece al desnudo, el dinero que tú amontonas pertenece al pobre. Por tanto, injurias a todos aquellos a quienes deberías darlo.”, pero el dinero es muy traicionero, ya se sabe. Ya no hay nada que hacer. Los movimientos automáticos no son digno rival contra ese engendro repentino y todavía caliente. Sólo queda una desproporcionada razón aurea. “Aun no puedo creerlo, pero si ayer mismo cenó como si cualquier cosa…”. Recuerdo que me decía: “No endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás con que poder satisfacer sus necesidades”. A eso de las tres empezaron las nauseas y el dolor de cabeza. La noticia ha corrido por el trabajo como un reguero de pólvora “El dinero es muy traicionero, ya se sabe.”, comentan entre bostezos cerca de la fotocopiadora.
¿De verdad, quieres verlo? Te advierto que no impresiona, ya no es él. Es una fuente de oro, él que dejó escrito: “Si la codicia me posee, verterme oro fundido por la garganta”. Es una broma macabra. “A eso de las tres empezaron las nauseas y yo, claro, aun no me podía imaginar nada, no me lo podía creer, pero si cenó como si cualquier cosa… A las cinco empezó a vomitar oro, oro líquido, oro a chorros, y yo como una idiota recogiéndolo todo con la fregona. Y su cabeza se inflaba como un globo de dinero grande, de dinero inútil, de dinero que solo compra dinero ¿Y a quién iba a llamar? Estaba podrido de dinero, yo también pensaba que sólo era una expresión, pero después de estar dos horas recogiendo oro del suelo… Mira que lo habíamos hablado veces “el dinero es muy traicionero, ya se sabe” y él erre que erre que si era un experimento, que si tomaba todas las precauciones, y yo tranquila, la verdad, pero si ayer mismo cenó como si cualquier cosa…“Lo dicho, Marien”; “Mucha resignación.”
Se lo dije mil veces, que jugar con el dinero era preparar oposiciones a la desgracia, que no es lo mismo hablar de dinero que tenerlo, que hablar es muy fácil y obras son amores, y que el dinero es muy traicionero, ya se sabe, pero él como si oyera llover. Y que perra le dio con el dinero, que si el dinero era astuto, que si el dinero era egoísta, ya ves tú que lo único que no decía del dinero era la pura verdad, que el dinero es necesario y muy peligroso, pero, claro, él se creía a salvo porque tenía principios, me rio yo de sus principios. No aguantó en pie ni dos asaltos; es decir; ni dos millones. “Si la codicia me posee, verterme oro fundido por la garganta”. Menuda idea. Ya no queda disfrute, sólo posesión vacía e inútil. “La tiniebla del alma es la codicia del dinero”. “Lo dicho, Marien”; “mucha resignación.” “Salud para encomendarle a Dios”.

Texto agregado el 24-04-2018, y leído por 65 visitantes. (0 votos)


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