- ¿Hace cuánto que lo sabes? – preguntó él lleno de ansiedad con lágrimas en los ojos, mientras esquivaba esos ojos que alguna vez lo miraron con cariño.
- Desde hace ya un par de semanas, pero no tenía el valor para confesártelo. – le respondió con la mirada clavada en la rendija del suelo.
- Está bien, yo entiendo que no todo es por siempre. La verdad es que ya lo sabía, pero deseaba pasar contigo hasta el último segundo. – le dijo con una máscara de sonrisa y los ojos empapados. – Está lloviendo mucho; ya deberías volver a casa. Cuídate mucho, ¿si? Hasta siempre, pequeña.
- Tú igual. Conozco el camino de regreso. – le decía , mientras se volteaba y soltaba esas manos que alguna vez la protegieron. – Alguna vez te quise mucho. Ya encontrarás a alguien. Hasta siempre, joven lobo.

El cielo se nubló al instante, al mismo tiempo que la roja rosa ya marchita se caía a pedazos y las primeras gotas de lluvia del largo y el frio invierno empezaban a cae.