Me levanto.
Tú duermes
y contemplo
cada uno,
los trazos de tu cara.
Apenas reconozco
las líneas de tu frente,
o el marco de tu boca
o el roce de tu barba.
Y pienso en ti y en mí,
como en dos árboles
y en mis hojas que caen
buscando caer sobre las tuyas,
y en las tuyas tan verdes
y en las mías tan pálidas
y tú creciendo siempre
y yo, tan chiquitita...
y en mis ramas que no pueden
salvar esa distancia.
Entonces te despierto
y te digo
que tengo un suspiro
aleteando febril en la garganta.
Tú me miras, callado,
desde arriba
con tu mirada franca,
que mastica mis huesos,
que doblega mi carne.
Y volvemos a ser
dos ermitaños
amándose através
de un universo,
eternamente
líneas paralelas.
Entonces me siento en la ventana,
mansamente vencida...
derrotada,
con nostalgias de ser
gaviota en vuelo.