La casa de los Méndez.
Mario Méndez y familia, recorrían las calles de Montevideo en busca de una casa vieja, que se pudiera reciclar sin mucho costo, que fuera grande de varias habitaciones y en lo posible en una zona no muy apartada del centro.
Mario era un joven arquitecto, hacía pocos años que se había recibido pero como era de familia adinerada, su billetera casi nunca estaba vacía a pesar de que trataba de recurrir lo menos posible a su familia.
Marta, su esposa trabajaba como decoradora de interiores en una prestigiosa casa, en el centro.
Sus hijos Miguel y Melissa de ocho y seis años concurrían a un colegio de tiempo completo.
Los fines de semana eran sagrados para los Méndez, eran los días en que se podían reunir todos sin problemas de horario.
Mario, diario mediante, comenzó a recorrer los distintos lugares marcados de antemano en dicho diario.
Varias semanas duró la búsqueda, unas casas eran chicas, las otras muy caras y las otras en barrios no muy recomendables para la familia.
Hasta un domingo que pasaron muy cerca del Palacio Legislativo donde vieron un pequeño cartel el cual indicaba que se vendía esa propiedad, Marta fue la primera en verla, era una casa de tres plantas, con la fachada bastante arruinada pero que se notaba que había sido construida en la época en que se valoraban las propiedades, con materiales excelentes y fue así que decidieron verla a pesar de que Mario pensaba que sería muy costosa debido al tamaño y a la zona donde se encontraba ubicada.
De igual manera, pidieron las llaves a una vecina que estaba encargada de mostrarla a los futuros compradores que quisieran verla y con asombro entraron a la casa.
Nada de lo que veían parecía real, luego de traspasar la puerta de entrada, se encontraron en un mundo diferente de lo que habían imaginado viendo la parte exterior de la casa.
Un enorme salón con columnas de mármol que sostenían una gran escalera también de escalones de mármol cubiertos por una hermosa alfombra roja de la mejor calidad persa que los conducía al piso superior donde al dejar la escalera, tanto a la derecha como hacia la izquierda, se encontraban las habitaciones cada una de ellas de distinto color, una color crema cuyo techo parecía plastificado debido al brillo que irradiaba y la suavidad del mismo, era la más grande, con un juego de dormitorio de matrimonio del siglo diecisiete, inglés cuya cama era tan sofisticada y bella que Marta pensó que había pertenecido a reyes.
El piso, de madera pulida, color caoba, le daba un estilo señorial al dormitorio.
Tampoco faltaban las alfombras persas, haciendo juego con el mismo, una de cada lado de la cama y otra a los pies de la misma.
Las cortinas bordó, de pesado terciopelo y la bellísima colcha de brocato bordada en oro, parecían sacadas de algún catálogo pero de dos siglos atrás.
Del dormitorio grande, donde seguramente sus dueños habían pasado momentos muy felices, pasaron al de la derecha, de dimensiones algo menores pero que tampoco dejó de asombrarlos.
Su color era celeste pálido una cama, un ropero y un escritorio además de una mesita de luz.
Al igual que el anterior, todo era de excelente calidad y parecía pronto para ser usado.
También, aparte de otros juguetes, había un caballito de madera tan original que enloqueció a Miguel, el niño siempre había soñado con tener uno pero en esta época actual, ya no se fabricaban.
El siguiente dormitorio, pintado de rosa era del mismo tamaño que el anterior y tenía las mismas cosas, pero a diferencia del otro, los juguetes eran para niñas no para varones.
En una estantería muy bien acomodadas estaban las muñecas más hermosas jamás vistas, de porcelana y también las de trapo, que tanto gustaban a las niñas de antaño.
Quedaba aún por ver la última habitación, era la habitación para un bebé, tenía una hermosa cuna con mosquitero incluido con la particularidad de que aún no había sido pintada con el color definitivo.
Entre las cuatro habitaciones se encontraba el baño grande completo, era lo más moderno de la casa.
Hasta las toallas que parecían esponjas, estaban alineadas y tenían los mismos colores que los dormitorios menos la del bebé que era blanca.
Hacia la izquierda y al final del pasillo, había una escalera en forma de caracol, de madera muy lustrada que conducía al tercer nivel que ocupaba toda la superficie del segundo piso.
En ella había dos hermosos sillones, una mesa de vidrio, una biblioteca, algunas sillas alrededor de la mesa, una mesa de billar y algunos cuadros.
Luego de recorrer el primero y el segundo piso, aún sin poder creer lo que estaban viendo, la familia bajó las escaleras para encontrarse nuevamente en el gran salón de entrada cuyo piso estaba cubierto por una enorme alfombra, al centro del salón la mesa del comedor con ocho sillas tapizadas del mismo color que las cortinas que cubrían el enorme ventanal que daba al patio de la casa, pasando por la hermosa cocina equipada con los últimos adelantos de la cocina moderna.
Igual que los baños, la cocina no parecía de épocas anteriores sino todo lo contrario.
También el fondo era descomunal en sus dimensiones, al centro del mismo se hallaba una fuente con ángeles alrededor de la misma y rosales, orquídeas y margaritas plantadas por un muy buen jardinero.
Alrededor de la fuente los bancos permitían a quién quisiera, sentarse a contemplar tanta belleza.
Luego de haber recorrido toda la casa, Mario dio las gracias a la señora que les sirvió de guía y se despidió de ella diciéndole que la casa era hermosa pero que estaba seguro de que su costo sería muy elevado y ellos no podrían costearlo, sabía que la casa valía todo lo que pidieran por ella y que además el mobiliario debía ser sumamente costoso y que estaría muy lejos de lo que ellos podrían pagar en toda su vida.
La señora muy pacientemente los escuchó y al ver los rostros de tristeza de todos les dijo que fueran a la inmobiliaria, la casa llevaba muchos años esperando un nuevo dueño y ¿Quién les dice? a lo mejor ya va siendo hora de que se venda.
Los Méndez se retiraron de la casa con mucha tristeza, jamás se imaginaron ver en su interior, tanta belleza.
A los niños también les gustó la casa, allí tendrían un dormitorio para cada uno y aquél caballito y aquellas muñecas…
Durante el regreso a la casa no hacías más que comentar todo lo visto.
Esa casa era muy particular, las paredes parecían tener vida, como sus muebles, tan anticuados y a la vez tan acogedores y nuevos.
Lo que más le llamó la atención fue la limpieza de la casa, no había ni una manchita, ni polvo sobre los muebles, las cortinas, las alfombras, todo parecía recién limpiado a pesar de que la señora que se los mostró, les dijo que hacía mucho tiempo que estaba a la venta y que nadie la había visitado anteriormente.
Tanto les llamó la atención la casa que, por pura curiosidad, decidieron visitar la inmobiliaria para saber el costo de la misma.
Al día siguiente muy temprano, mientras desayunaban, el cartero les trajo una carta, la cual les llamó sumamente la atención.
Era una carta de sobre amarillo lacrado con un sello muy antiguo.
Mario la abrió y más asombrado quedó al leer el contenido de la misma que decía lo siguiente:
___Sr. Mario Méndez:
Sabemos que ha visitado nuestra casa con su familia, creemos que ustedes son las personas indicadas para habitarla, hasta ahora, las personas que la veían por fuera, al verla tan deteriorada, ni siquiera entraban pero ustedes lo hicieron a pesar de pensar en encontrarse con ruinas las cuales pensaban poder remodelar y se encontraron con que muchas veces la realidad supera nuestra imaginación.
Nuestra familia está dispuesta a cederles la casa sin costo alguno, lo único que pedimos a cambio es que la mantengan siempre en la misma forma en que la encontraron, sólo deben arreglar la fachada y mantener nuestro escudo en la madera de la puerta de entrada pues pertenece a nuestra familia desde hace más de dos siglos.
Si se fija bien en el sello de la carta verá cómo es, además las dos emes de nuestro escudo pueden pertenecer a vuestros nombres, si están dispuestos a cumplir nuestras exigencias, deberán pasar por la inmobiliaria para que les entreguen las llaves y los títulos de propiedad de la casa.
Deseándoles lo mejor y rogándoles que acepten nuestra propuesta, los saluda Milkar Méndez.
Mario terminó de leer la carta sin saber qué decir ni pensar, nada de lo que estaba pasando era real, él y Marta creían estar en un sueño macabro del cual pronto despertarían.
Marta terminó su desayuno, se vistió, preparó a los chicos para el colegio y junto a su marido salieron rumbo a la inmobiliaria, pensando que a lo sumo dicha carta sería una broma de mal gusto.
La inmobiliaria situada en 18 de Julio, aún no estaba abierta pero decidieron esperar a que abriera.
Bajaron del auto y se sentaron en un bar cercano a tomar un café y a hablar sin la presencia de los niños, de todo lo que estaba sucediendo.
Mientras les servían el café, un anciano de cabellos blancos, muy bien vestido y de amable sonrisa, aunque un tanto anticuado, les dijo:
___Mi nombre es Claudio Bonilla, soy abogado y tengo en mi poder algo que quizá a ustedes les interese y al momento sacó unos títulos tan amarillos como la carta que habían recibido un par de horas atrás.
Mario constató que eran legítimos y que pertenecían a una familia que por casualidad llevaba el mismo apellido que él y le habló al abogado de esta manera:
___No entiendo nada de lo que está pasando… ¿P0r qué esa gente quiere darnos una propiedad tan valiosa a cambio del mantenimiento y el arreglo de la fachada? No los conozco, no creo que seamos parientes, a los míos los conozco a todos y lo más extraño, ¿Cómo supieron ellos de nuestra presencia en la casa y cómo sabían nuestros nombres? Jamás nadie nos preguntó nada.
Todo esto y mucho más dijo Mario al anciano el cual le contestó que él no era el más indicado para contestar a dichas preguntas pero que no dejara pasar la oportunidad pues estaba seguro de que son las cosas que ocurren una sola vez en la vida y que no hay que dejarlas pasar o se arrepentirían para siempre.
Les aconsejó volver a la casa y pasar unos días en ella y si era de su agrado, aceptar lo que el destino les proponía.
No tendrían nada que perder, por el contrario, sí mucho que ganar.
El matrimonio decidió pasar unos días en la casa junto a sus hijos y a la mañana siguiente se dirigieron allí, sin entender nada pero muy ilusionados.
Todo estaba en orden, la heladera completamente llena, no faltaba nada, Marta había puesto algunas cosas en el auto porque no sabían si se quedarían o no, ropa, juguetes, el televisor etc…
Luego de instalarse cada uno fue a su empleo y los niños al colegio.
A las diecisiete horas Mario recogió a Marta y luego a los chicos y se dirigió a la nueva casa.
Los vecinos los miraban extrañados, hacía muchos años que nadie vivía allí y pensaban que por dentro la casa estaría igual que por fuera.
Mario pensó que de momento era mejor que pensaran eso y que siguieran ignorando lo que había dentro de la casa.
La primera noche, nadie se animaba a dormir, se sentían extraños pero poco a poco, esperaban caer en brazos de Morfeo.
Miguel se acostó, pero como extrañaba su cama y no podía dormir se subió al caballito de madera el cual con su continuo vaivén lo adormeció enseguida y volviendo a la cama durmió como nunca.
A Melissa le ocurrió lo mismo, en la otra casa dormía con su hermano pero acá estaba sola entonces tomó una de las muñecas, la puso sobre su cama y de inmediato se durmió.
Mario y Marta jamás habían soñado en tener una cama tan cómoda como aquella y luego de cerrar los ojos quedaron completamente dormidos.
A la mañana siguiente muy temprano, todos se levantaron con hambre pero muy felices.
Cuando Marta fue a preparar el desayuno, notó que en la heladera había jugo de naranja recién hecho, se lo comentó a su esposo y éste le dijo que a lo mejor los de la inmobiliaria tenían orden de dejar la heladera llena con cosas frescas para cuando ellos llegaran pero Marta le dijo que la noche anterior estaban las naranjas sobre la mesa y ahora ya no estaban, el jugo había sido hecho poco rato antes de que ellos se levantaran.
Comenzaron a sentir miedo de que alguien más estuviera en la casa y entre todos revisaron cada rincón de la misma sin encontrar a nadie.
Muy intrigados volvieron a la cocina y el asombro fue en aumento cuando al entrar, vieron que el desayuno estaba servido para todos.
No lo podían creer, pensaron en abandonar la casa, pero sería dejar todo lo que habían soñado y no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente.
Luego de esto todo transcurrió normalmente, la familia comenzó a acostumbrarse a vivir en la casa y ya la sentían como propia.
Por la noche, Melissa volvió a tomar la misma muñeca de la noche anterior y Miguel a columpiarse en el caballito de madera, pero esa noche, los niños sintieron movimientos en sus dormitorios y se despertaron de madrugada.
Alrededor de la cama de la niña, las muñecas parecían haber bajado del estante y estaban acomodadas como para que ellas también durmieran con ella.
Melissa no se asustó ni cuando una niña de más o menos la misma edad que ella, se sentó en su cama y comenzó a hablarle.
Hace mucho tiempo que espero que alguien venga a vivir aquí, me siento muy sola pero creo que al fin voy a tener una amiga nueva.
Melissa se sentó en la cama y como si se conocieran de siempre, comenzaron a charlar y a jugar con las muñecas.
Mientras en su cuarto, también Miguel se despertaba al oír el movimiento del caballito y ver sentado sobre él, a un niño.
___Van a quedarse a vivir aquí? Le preguntó el niño a lo que Miguel un tanto asombrado pero sin miedo le respondió que si.
___Me gustaría ser tu amigo, si no me tienes miedo.
___No siento miedo, por el contrario, estaba seguro de que alguien andaba por aquí, sentía tu presencia pero no se lo dije a nadie.
Me llamo Néstor y como te habrás dado cuenta, soy un fantasma, pero no tengas miedo, hace muchos años habitamos la casa que perteneció a nuestros antepasados y la cual no podemos abandonar pues todavía no estamos prontos para hacerlo y seguir nuestro camino, así nos lo dicen nuestros padres y nuestro abuelo que también habitan la casa.
___Nunca antes había visto un fantasma, pero me caes bien y vamos a ser buenos amigos, cuando nos mudemos definitivamente podrás jugar con mis juguetes nuevos, alguno de los cuales, creo, jamás has visto.
Así comenzó la amistad entre los niños, y cuando se conocieron los cuatro, la alegría fue total.
Fue así que conocieron la historia de la familia que había vivido y era la dueña de la casa antes de que ellos llegaran.
A veces, luego que sus padres se durmieran, todos se reunían en uno de los dormitorios a escuchar a Néstor el mayor de los hermanos, narrar lo que les había sucedido.
Néstor les contó que eran una familia muy feliz, vivían con su abuelo paterno y sus padres, pero que un día, el abuelo enloqueció y los envenenó a todos, su madre, que estaba embarazada, fue la primera en morir, luego su padre su hermana y él pero no entendían por qué no habían podido liberarse y seguir su destino, seguían atados a la casa.
Su abuelo no murió, fue internado en un nosocomio donde falleció cinco años después.
Luego de las muertes, la casa quedó vacía, los demás miembros de la familia, o bien se habían ido a vivir al extranjero o habían muerto también.
Sin saber por qué tenemos el poder de mover las cosas con el pensamiento por eso es que nos entretenemos limpiando y arreglando la casa.
Ahora en la casa también habita nuestro abuelo, ya lo perdonamos por lo que hizo, sabiendo que él no era responsable de sus actos.
Él fue quien les mandó la carta, está convencido de que ustedes son parientes nuestros, descendientes de su hermano menor quien desapareció siendo muy joven y al cual nunca más volvió a ver.
Así los niños fueron conociendo la historia de la familia Méndez, aún sin saber si eran o no parientes de ellos.
Un mes había transcurrido desde que llegaron a la nueva casa.
La fachada había sido reparada y modificada cumpliendo los requisitos de la carta, se sentían seguros, la casa les pertenecía.
Un día, Marta notó que sus hijos demoraban en levantarse, tenían más sueño que antes a pesar de acostarse más temprano y se lo hizo notar a su esposo.
Mario respondió que quizá se quedaban mirando el televisor más de lo debido y esa misma noche pasó por el dormitorio de los chicos para verificar si en realidad estaban dormidos.
Muy despacio abrieron la puerta del dormitorio de Melissa y al ver que la niña no estaba fueron a la habitación de Miguel, allí se llevaron la sorpresa menos esperada, sentados escuchando lo que les contaba otro niño, estaban sus hijos.
Muy asustados quisieron llevarse a los niños pero no podían moverse, lo que veían no era normal, ni real ni natural, esos niños que estaban junto a los suyos eran fantasmas.
Sus propios hijos se encargaron de calmarlos y de contarles lo que sucedía.
Al rato, todos estaban en el comedor, Mario y Marta no abrían la boca, esto no podía ser más que un sueño del cual despertarían a su debido tiempo.
Pero lo que ellos creían un sueño continuó aún más espeluznante, cuando por la escalera vieron bajar al anciano que les había entregado los títulos de la casa, a otro hombre y a una mujer embarazada.
Los niños los saludaron, ya se conocían, eran los padres de Carla y Néstor y su abuelo.
Todos ocuparon las sillas del comedor y cuando estuvieron seguros de que Mario y marta los aceptaban, el anciano comenzó a hablar.
___Supongo que te acuerdas de mí, fui el que te entregó los títulos de la propiedad, haciéndome pasar por un abogado.
Desde hace muchos años te busco, sabía de tu existencia y que además eras mi sobrino, el único hijo de mi hermano menor.
Luego del lamentable hecho protagonizado por mí, contra mi familia, pasé cinco años internado en un nosocomio hasta el día de mi muerte.
Rápidamente puso al tanto de la tragedia a los padres de Néstor y de Carla.
Pensaba que cuando muriera podría descansar pero no fue así, por una extraña razón ni yo ni mi familia pudimos continuar nuestro destino, después de muertos y nos encontramos en la casa sin querer, ellos ya me perdonaron, saben que jamás estando en mi sano juicio les hubiera hecho daño, pero la mente es una arma muy peligrosa y a veces no podemos controlarla.
Mi hermano menor era una persona de genio muy vivo y al tener una fuerte discusión con nuestro padre, se fue para no volver pero al pasar los años, un día me escribió diciéndome que se había casado, que su señora era una excelente mujer y que tenía un hijo llamado Mario, en la carta no me decía la dirección, por eso nunca pude encontrarlo.
Hasta el domingo que vinieron a ver la casa, eres el calco de mi hermano por eso pude reconocerte y no dudé un solo instante en mandarte la carta.
Aunque no lo creas, nadie puede vernos a excepción de los que llevan nuestra sangre, ahora más que nunca sé que eres mi sobrino, toda tu familia puede vernos, hasta Marta que en otras circunstancias no podría, ahora si porque lleva en su vientre otro descendiente de los Méndez.
Marta al escuchar esto dijo azorada:
___No lo creo, no es cierto que esté embarazada.
Eso sucedió hace nueve mese, Marta se encuentra en el sanatorio esperando a su tercer hijo.
Tan rápido había pasado el tiempo y tan unida estaba la familia que al nacer el bebé Marta sintió una gran alegría, pero también una enorme tristeza pues estaba segura de que al volver a casa, las cosas ya no serían como antes.
A los tres días, madre e hijo fueron dados de alta del sanatorio y volvieron a la casa.
Al llegar la noche, hora en que todos se reunían en el comedor solamente ellos se encontraban allí además de una carta que no tardaron en abrir.
___Queridos sobrinos, si están leyendo esta carta es porque ha nacido el nuevo integrante de la familia y es hora de que nosotros sigamos nuestro camino, muchos años hemos esperado por esta liberación y con él ha llegado.
Ha nacido al fin el niño que mi nuera llevaba en su vientre, ese niño no había tenido la oportunidad de nacer y ahora gracias a ustedes lo ha hecho.
No pertenecemos más a los seres vivos pero de alguna manera vuestro hijo nos ha liberado.
Hemos cumplido nuestro propósito, que la casa que mi abuelo construyó hace más de doscientos años, continúe en la familia y que ésta siga unida.
Nos despedimos de ustedes hasta el día que nos volvamos a ver.
Los quiere el tío Milkar Méndez.
Esa noche, al llevar a su pequeño hijo Milkar
que ese es su nombre, a su dormitorio, se llevaron una última sorpresa, éste estaba pintado de color celeste como correspondía al ser varón, lo mismo que la cuna, ese había sido el último regalo de la familia Méndez a la nueva familia Méndez.
Omenia 11/2004
Cuento reeditado. |