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El estadio repleto. Jornada decisiva para la obtención del campeonato. Dos equipos punteros que definen en la última instancia quien se alzará con la gloria.
Multitudes entonan cantos que animan a sus equipos o se mofan de la capacidad del rival. Infinitos papeles multicolores caen desde lo alto.

El nerviosismo es contagioso y se observa en caras de jugadores y técnicos.
Hasta el equipo de árbitros traga saliva. Una gran responsabilidad a cuestas se nota también en ellos.

Llega la hora señalada y suena el silbato.
Uno de los capitanes inicia el juego moviendo el balón hacia los pies de un compañero, pero algo pasa, porque nunca llega a destino.

El árbitro toca el silbato cobrando jugada demorada, e indica “continuar “.

Como la pelota no aparece, un auxiliar desde el lateral del campo arroja una nueva.
Suena el silbato nuevamente pero el capitán no está. El referí indica continuar y su compañero patea mandando un hermoso centro al área contraria.

Un hombre corre por el lateral derecho y se desespera al no ver por donde llega la pelota. Cree que fue arrebatada en el aire por un contrario con la cabeza.

El árbitro intenta seguir el juego con su mirada pero nota que se le ha escapado algo. Al no ver el esférico por ningún lado pita e indica repetir la jugada.
Pero quien la había iniciado parece haberse lesionado pues ya no se encuentra presente.

Hay protestas por parte de los dos equipos, y el árbitro algo tenso decide tirar la pelota al aire para que se la disputen con la cabeza.
Dos jugadores se desafían en un salto para llegar primeros y chocan sus cabezas con la pelota, desvaneciéndose al instante.

Hay más protestas dirigidas al referí, pero este también ha desaparecido.

El capitán del equipo visitante intenta hacer un planteo a su par local, pero no lo encuentra. Entonces el arquero se ofrece para hablar:

- ¿Qué está pasando acá viejo…?

- No sé… pero lo último que falta es que nos estén raptando gente para ganar la final…

- Dejate de joder bolú… mirá si vamos a estar en eso nosotros…

A todo esto, en las tribunas, cada vez que la pelota o un jugador dejan de ser visibles cientos de hinchas gritan:
- ¡¡Uuuuuuuggghhh !! (y desaparecen )

Las tribunas muestran ya grandes claros, aunque al comenzar el encuentro se encontraban repletas.

Un juez de línea toma el mando del arbitraje indicando que se marque una gran cruz de color rojo sobre la pelota, para no perder de vista el balón.
En el preciso instante que un auxiliar se dispone a cumplir con la tarea, entra “ El Diego “ a la cancha, acotando:

- Noooo papá…. la pelota no se mancha….

El referí se enoja por la audacia de la interrupción, y ordena que abandone el campo.
Maradona enojado responde:

- ¡No existís! (provocando su evaporación)

Miles de simpatizantes gritan maravillados:

- ¡ Uuuugggghhh !!!! - y desaparecen al hacerlo, con lo que solo quedan ahora algunos cientos en las plateas. (Tal vez afortunados por ser gente poco impresionable…)

El segundo Juez de línea toma el mando pero pide consejo al Diego.
Maradona propone un cabeza cinco contra cinco, separados por la línea de la mitad del campo.

Los cinco del equipo visitante se dirigen al otro lado. Y al cruzar la línea, ya no están a la vista…
Más gritos de Uuuuggghhh… !! en las plateas y no quedan más de un centenar.

El árbitro cae desplomado por una baja de la presión arterial.
Maradona se da vuelta para asistirlo pero sin querer toca con su pie el balón que al rozar la frente del referí lo hace desaparecer…

- ¡Uugggghhh…!!! - se escucha en una fracción de segundo y deja de escucharse al mismo tiempo, ya que los espectadores restantes pasan a otra dimensión.

Solo quedan los cinco locales y el Diego.

El astro del football les habla de ganar con dignidad y propone que se pasen la pelota haciendo jueguito del primero al quinto para demostrar que son merecedores de esta final.

Mientras lo hacen y la pelota va rebotando en cada uno de ellos, se esfuman en el aire…

Diego queda solo en el campo y se lamenta diciendo :

- ¡Es que no ponen huevos carajo!

Luego alza el balón y se dirige a los vestuarios malhumorado.
Ya no hay público, ni técnicos, ni auxiliares. El estadio casi vacío.

Apenas un periodista en la platea. Un apasionado de casos policiales que esperaba aburrirse terriblemente en esta jornada.

Ahora se encuentra muy interesado, y saliéndole al cruce a Maradona con grabador en mano le dice:

- Todo parece indicar la existencia de una mano negra autora de este caos en el estadio… A su entender ¿Quién es el responsable…?

Diego contesta:

- No soy buchón.

Y se marcha despacio haciendo jueguito con la pelota.

Ya no hay quien pueda ovacionarlo.

El periodista pensativo anota algo en su libreta, y queda observando el escenario.

Otra increíble tarde de pasión futbolera llega a su fin en Buenos Aires.

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Marcelo Arrizabalaga.

Buenos Aires, 9/5/2.014.

Texto agregado el 18-09-2018, y leído por 176 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-09-2018 El mundo futbolero siempre me ha parecido que supera toda predicción. Muchas veces se vuelve una pesadilla, pero es esa pasión de multitudes lo que lo vuelve muy singular. Me gustó tu escrito. Lo disfruté Shou
19-09-2018 jajajaja me hiciste recordar cuando uno de mis hijos que era golero jugaba los domingos y me pasaba noventa minutos gritando jajaja qué tiempos... ome
18-09-2018 Extraño y original cuento futbolero. Me gustó. Magda gmmagdalena
 
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