¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
(Jaime Sabines)


_ ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?- le susurró el tipo larguirucho, vestido de máscara.
_Váyase usted a la mierda. - le contestó ella.


Nerviosa acudió a la consulta del psiquiatra.
_ Ese tipo pretende usarme y tirarme!
- Como un clínex.- le respondió empáticamente el doctor.
-Mire, doctor, no todas somos iguales.
-Lo sé. Lo sé. – respondió él con el cuerpo algo inclinado, en posición de escucha. – Algunas estáis más buenas que otras.
Marta, arrebolada, se levantó, tomó su bolso y salió marcando el paso de la consulta, dando un portazo.

Desde allí se fue a la iglesia. Entró aún acalorada y con furia, y se dirigió hacia un confesionario que tenía la luz encendida. El sacerdote, adormecido sobre su misal, se despabiló con el ruido de los tacones.
_ Vengo llena de ira, Padre- comenzó la mujer.
_¿Qué ocurre …?
_ Un caradura me ha dicho que me quiere para acostarse conmigo. ¡Como si las mujeres fuésemos objetos, trapos, muñecas, Padre!
_Tranquila hija, tranquila. No sois nada de eso,no lo sois. Sois seres iguales a nosotros.
-Pero es que, he acudido al Psiquiatra porque no podía contener mi ira y en lugar de ayudarme…
-La ira es un pecado, hija. Cuidado con la ira…
-Ya lo sé, Padre, pero ésta es justificada.
_No te digo que no lo sea. - Dijo el cura mirando a la hermosa mujer por entre las rejas.

Marta comenzaba a sentirse comprendida y a serenarse.

Pero, hija mía- prosiguió - has de tener paciencia, la paciencia es virtud. También harías bien en comprender que con traeros Dios al mundo, nos quitó los cinco sentidos a nosotros.
_¿Cómo dice usted…?
-Pues, vamos a ver. Lo que quisiera decirte es que si te parece bien que te quiera nada más un día-….

Marta se levantó, más enfadada que antes. Al pasar bruscamente de la posición de rodillas a la posición de erguida, notó un ligero mareo y se agarró a una de las columnas de la catedral.
-¡Cura tarado!- gritó, dejando el eco en el aire; y buscó la puerta.

Ya en la calle, respiró hondo varias veces, bebió agua fresca de una fuente que había en la placeta y se fue para su casa.
A los pocos metros, notó que alguien le seguía. Era un hombre larguirucho y desgarbado pero con una mirada bondadosa, y una máscara en la mano.
- ¡Usted es, usted es…!- comenzó a gritar llenándose de pavor y alzando el bolso para estampárselo en la cara.
_Trato de ser poeta. ¡Soy muy tímido! ¡Te amo! No sabía cómo decírtelo.- y postrándose de rodillas le declamó unas palabras aprendidas del poeta mexicano Jaime Sabines; palabras que la mujer conocía bien, pues había leído la poesía de Sabines.
“¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego.
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.

Marta se tranquilizó de golpe, y sonrió. Vio hermoso al hombre. Le dijo:
- Vamos a ese bar de en frente.

Sentados en una mesa ella le contó:
- Estoy casada, mejor dicho, atornillada. El no se merece que yo le engañe.
- Lo sé, lo sé. Por eso, llevo este asunto tan mal. Perdóname.

Y el hombre, dándole un beso en la frente, salió del bar.