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Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / Triángulo mío.

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Hola amigos de la Página de los cuentos; alegría de estar nuevamente publicando. Esto es un reality más, o sea un trabajo desde el cero absoluto, mostrándome en linea, hasta donde pueda llegar. Digo esto pues en otros no he podido redondear una historia completa, y en éste mismo tampoco se si podré. Este trabajo comenzó en mi faceamigos, luego continúa en youtube, con yo como actor, y ahora aquí. Mis pautas son: que sean monólogos de veinticinco a treinta minutos, que tratando de disimular que estoy leyendo, leo y actúo. Voy por los doscientos minutos (el tiempo está dado por la actuación, que tiene la caracteristica de ser: con prisa moderada y sin pausa alguna) pero quisiera llegar a las siete horas, más luego de conseguido esto, intentar llegar a diez horas, con las mismas reglas, para finalmente, con los personajes en danza, crear una obra de teatro; supongo que con la misma historia, pero en un momento determinado donde ocurren cosas. Por último les cuento que estoy escribiendo sin corrector ortográfico, admitiendo que se trata de un borrador que quiero mucho y... nada eso. En estos momentos estoy trabajando tres monólogos de Mabel, en diferentes momentos, al comienzo (es factible que la obra comienze con un monólogo de Mabel, y los otros aquí presentes intercalados) vestida de oso, y famélica. Por este motivo, la historia de la obra entra en período de stand by, creería luego vaya a seguir por esta nueva etapa con el padre Fulgencio. Estos serías los personajes que formarían parte de la obra teatral, tal vez se incorpore algún otro, pero voy intentar que no. Bueno, un saludo, espero que les guste, chau.
Primera parte.
Ignacio: La existencia es nada sino le agregamos algo, como la llama del fuego que significa una simple consecuencia de un material que se consume por la alta tempertura; esa fogata adquiere sentido cuando el cuerpo frio aprovecha el calor, o cuando se agrega una holla con alimento; y entonces la llama cambia su forma buscando ascender por la superficie del acero. Lo mismo ocurre con el cuerpo humano, que sin ejercicio parece una prenda suspendida en el aire, y sin alimento un esqueleto vestido de persona. Por ello: Estimado lorito, sepa que, cuando de término a esta aventura deportiva de alcanzar los quinientos kilos, lamentablemente, sasonado y con papitas, usted será comido; que digo tan recatadamente hablando "comido" ¡Deglutido! Junto con otra veintena de pajaritos, que en la última recolección de este arduo procedimiento en curso haga efectiva, antes de entrar en la cara anversa del juego, este mi regreso de la obecidad, en riguroso plan de adelgazamiento. Será deglutido entonces, en senda picada de ámplia varidad de especies provenientes del cielo azul celeste. Más luego, ya, metido en período de bajar de sobrepeso, mientras usted permanezca en la panza y en la memoria, prometo recordadar nuestras extensas charlas. No me llore amigo, falta mucho para esta circunstancia, de momento estoy en mis cien kilos naturales y aumentando. La caza de animales es una actividad válida si acaso la presa es usada para comer uno, en familia, convidar al vecino, o alimentar al pueblo.
Y otra cosa que falta decirle, lorito, es que: Soy un hombre permanentemente enamorado de la mujer que allí, donde relucen las tejas del color del corazón; vive pernoctando sola, pues no tiene quien la acompañe ¡Que injusticia el destino! Mujer tan hermosa sin marido, fregando en sordos suspiros sus propio calzones. Tal vez no, seguramente, por mi culpa de verme reventar de gordo, ella me ha tomado asco. Osea, soy mi propio pueblo, y en estos ciclos de caza que vengo llevando hasta alcanzar el peso y luego regresar, como, del verbo comer, hasta engordar casi explotar, pareciendo una carpa de circo, tanto que dudo que su cerebreo falto de inteligencia acaso pueda entender. En cierta ocasión he tenido que arrendar un tractor para poder desplazarme, tal es que aumento el volumen del cuerpo que ni de cerca los talles especiales para gordos comunes me son útiles, debo fabricar cada cosa que me pongo. El último intento en que hube aumentado de peso hasta llegar a los cuatrocientos noventa y nueve kilos, fue la ocación más acorde con mis deseos. Soñaba despierto, quería alcanzar los quinientos pero finalmente me fue imposible ¡Pero ahora si que podré! Aquella vez, cazé un oso haciéndole el abrazo del oso, luego lo asé y lo comi en menos de lo que canta un gallo, con ensalada verde de acausiles , espárragos, radicheta, rúcula, con además fideos mostachole. Algunos me apodan: El ochentoso, pues dicen que he deglutido ochenta osos de la reserva; mentira. A renglón seguido, haciendo un pozo ciego, encontré una pata de dinosaurio, con la carne negra, pero aun comestible la pata, me la mande para dentro, junto con ensalada de quinientas zanahorias. De inmediato como en película de acción subí al tractor y sin miedo de tener que atenerme al ridículo, fui a una farmacia, me pesé, pero la aguja giraba como aspas de un molino de viento, la balanza tenía solo capacidad para ciento cuarenta kilos, quería partirme al medio, pero preferí correr a una fábrica metalurgica a pesarme en serio, cuatrocientos noventa y nueve kilos, no llegué a tener la sartén por el mango del nuevo récord. Nunca he perdido la agilidad del flaco. De madera que desilucionado entré de inmediato en el proceso de adelgazamiento hasta alcanzar mi peso original, setenta y ocho kilitos. No existe animal que no halla comido, les he dado muerte pero los he comido, sin cohibirme por la cantidad. No queriendo que se escape ninguno, he llegado a cazar manada ciervos con metralleta. He aplacado las penas sentimentales consolándome comiendo leones, y el apetito como si nada, firme; y he aquí que al observar tanto entusiasmo, quiza por orgullo, y empecinamiento de demostrar lo que puedo si persisto, me fijé la meta de nuevamente alcanzar esos otros diferentes, difíciles quinientos kilos, luego no más de algunos gramos. Es para mi imprescindible hacer campamento en la reserva, y considerar que debo permanecer mucho tiempo al servicio de esta gloriosa meta. Retomar la cacería y machacar hasta engordar lo suficiente. Macerar lo que vaya a sobrar y desayunar apenas despierto. No crea usted que los llevo a la peluquería, los cocino con pelos, mastico hasta el cuero, tragándome plumas, cartílagos, y hasta las pezuñas. En dicho trance no como, trago, la práctica diaria conciste en tener la ocupación por la fogata, propinar la bala sin desperdiciar municiones, perforando la presa de una, y de haber un arroyo lindero, en tal caso añadir la pesca cual complemento, sin tragarse el anzuelo, claro. Y comer como un loco, sin pensar en lo que se vaya engordando, hasta despedazar la identidad y parecer un astro con extremidades, pero alcanzar la meta, que si antes pasaba por una endija, después, así de hinchado, costará cruzar un puente por debajo por temor a quedar atascado. Con lo cual amigo, como esto recién comienza, usted podrá aun vivir otro tanto de un buen tiempo junto a mi lado, y por lo que se sabe, aunque sean ustedes bastantes longevos, luego de la última recolección, antes de abandonar el plan de obvecidad extrema, será comido, juntos con otras aves, cual población que se la traga un terremoto.
No tengo otro basamento que hacer cumplir a mi modo la promesa que juro llevar adelante; ojala pudiera con mi dinero seducir a la señora que allí vive sola. Lo sueño pero lo veo imposible. Más entonces no teniendo con quien formar una pareja, siendo rechazado y despreciado, prometo a todos los santos esta vez si alcanzar los quinientos kilos. La pesca no me entusiasma tanto como comer carne de animales, pues el pescado no engorda, acaso me trage una ballena con espinas, que parecen huesos, como broche de llegar a los quinientos kilos. Más luego con usted, ave de pico encorvado, tratar de sobrepasar esos quinientos kilos; para que no queden dudas del peso ideal. O al revés, llegado al peso establecido como perfecto, al entrar en la zona de rigurosa dieta, con la exigencia contraria requerida, con tijera especial de grandes ojales para que entren los dedos, cortar sus plumas primero, más luego, de a una por dia, mientras usted vive aun, chuparlas cual hoja de laurel donde descansaba el adobo, y al final con el alma de cara al cielo, lentamente: un día las patitas, otro las alas y así sucesivamente con cada una de las víseras, en varios días comerlo entero; acompañado de arduo ejercicios para quemar calorías. Morir de hambre pero volver lo antes posible al peso actual. Seré un mito que la historia recuerde, tal vez una leyenda, fiel reflejo de lo que el humano puede lograr si se lo propone. En cualquiera de los casos, no le tema a la acción del filo de la cuchilla, pues falta mucho para que lo introduzca en mi barriga.
No le costará razionalizar la idea, cuando vea, en esta olla hirviendo, toda esa familia de conejos que allí vienen marchando por el caminito de tierra rodeado de flores silvestres. Jo Jo, allí los veo acercarse, de orejas ergídas. Vengan aquí conejillos blancos; ay que rico sabrán en guisado con polenta y tomate. Silencio y parcimonia, dedo en el gatillo en pistola automática; serán diez disparos y a comer como la constitución manda, en constante rechinar de la mandíbula, en compasado adiestramento de los molares. Pero que hace: brrrrbrrrr, imbécil, me los ha espantado; que haces gil quieres que te vuele las sienes de un tiro.
¿Y ahora?¿ Le deberé comer los perros a mi enemorada si es que no cazo nada? ¿Eso quiere? Y ahí si que chau a las ilusiones de ser su marido; tonto, en este bosque a cielo cubierto no abundan las posibilidades como en la reserva; lo deberé rebozar en pan rayado antes de tiempo.
Por todos los santos me ha dejado ciego. Es que entiende el idioma y me ha picado los ojos, maldición, me ha puesto un cerrojo en las pupilas dejándome ciego. Ah pero entonces entiende el idioma desafiando el cautiverio. Que suerte, solamente a hechado caca en los ojos mientras volaba huyendo para siempre; al próximo que caze le cortaré las alas.
A lo lejos hay una manada de jabalies, con uno solo, más las pezuñas, tengo para la cena; comeré las víseras hervidas en vino. Mejor será usar la escopeta. Pero a ver, también hay un leopardo en aquel árbol, ta te ti, debo elegir pues cuando dispare no habrá heroes a la redonda más que la presa moribunda; que delicia el muslo del chancho salvaje, pata y muslo y la olla; y el fuego, más el picante, será la receta perfecta.
Hay señales de prohibido cazar aunque me importa muy poco, para vanagloria del futuro debo alcanzar los quinientos kilos.
Oh, de pronto regresa el loro nuevamente. Me parecía, no entiende lo que hablo pues sino jamás regresaría. Voy a disparar antes que me espante a estos candidatos. Pá, le he dado ¡Que bueno! Éstas alegrias son una quimera, comer y purgar las penas comiendo: Ciervos cocidos en sal, pajaros presas del gavilán que soy yo cuando extiendo las redes. Soy esclavo de mil placeres, desafiando la rapiña del halcón sin dejar resto alguno. Estando gordo puedo comer un elefante con la velocidad conque la gacela cruza el valle. O nutrias por docenas, que coartada su libertad quedan en mis muelas trituradas, con absoluto entusiasmo puedo comer perdices por miles.
Atención Ignacio que regresa el loro. Venga no tenga miedo, no se borre, descarte que tenga celos de verlo apetecer mis legumbres y lechuga, no lo voy a dejar en ayuna, no soy tan cruel, tengo alpiste. Deje de parecer un aficionado, ignore el instinto de conservación. Caresco de un control remoto que haga que vuelva por si solo. Con ese afán de pájaro deprimido no encontrará diverción en este mundo ¿Será que entiende el idioma? ¿A ver? Tengamos un trato diferente, le dejaré de hablar como un sabueso, debemos crear una manera de llevarnos mejor. ¿Sería usted capás de entregar una carta a la mujer que tanto deseo? Mire aquí la tengo escrita, metida entre la ropa y la carne, sin ánimo para la entrega. Epa, la ha tomado con el pico. Sale de mis ojos una lluvia de lágrimas de esperanza. Será usted mi mascota preferida si logra entender lo que pido, y llevar adelante tamaña misión importante. Vaya pronto, y si llega a dar con ella, no quisiera ser delatado mi en modo de cocinar los trofeo de caza; estaría demás salirse del objetivo de entregar la misiva solamente; evite entrar en conversación, o agregar chismes sueltos de lo que aquí ocurre. No intente llamar por el frente pues las ventanas están clausuradas, mejor vaya por el fondo y haga escándalo batiendo alas. Obedesca, que luego lo espera un paraíso de deseos cumplidos.
Igual no sé para que me gasto, no creo que entienda lo que digo, pero se ha perdido por el epeso monte. Apuesto la escopeta y los perdigones que escupe la carta en el primer árbol. Que pena sería no lograr que mi carta de amor llegue a destino. Tengo que recapazitar y darme cuenta que ella no me aceptará la propuesta, viéndome así comer desesperadamente. Voy a seguir cocinando el chancho, de a trozos ponerlo en la holla a hervir con sus camaradas. No quiero huir de las responsabilidades y distraer mi atención con ilusiones vanas. Mis latidos parecen municiones que estallan como fuegos artificiales. La otra vez mastiqué una bala por comer hasta atragantarme; sin embargo la mejor receta para engordar es comer apurado; hoy por ella seré delicado y me pondré el babero. Atención oigo el rebuznar de su asno, será que el loro ha llegado. Con todo, entre soyosos de alegría y suspiros de esperanza, seguiré hirviendo la presa. Aun estoy flaco pero luego iré engordando, aunque por más que avive el afán del amor, pulsando al espacio las estrellas con los dedos otorgando brillo al firmamento, aun teniendo el anhelo de formar una familia en un nuevo comienzo, lo más probable es que me mande de paseo, dando por el suelo con las ganas y con los anhelos.
Existen distintas variables en el amor que muchas llevan al cansancio extremo, pero la soledad, aun sea comiendo caviar, es como ser parte del incansable viento. Hoy prefiero mascar reses cual pochoclos, tirarme en el catre a soñar, si se quiere con una cama de cinco plazas para mi solo. Aunque, para que mentirle al estío, tengo una fantasía recurrente de reaparecer con flores para mi enamorada, de entre la bruma de una mañana gris plomo, extender el brazo colmado de pétalos de un ramo, dar un beso en sus labios, y aceptar el perejil sobre una sopa caliente y vulgar.
Allí veo venir de la finca al loro, en la plataforma ideal de un paisaje distendido, con vuelo insigne de andar en travesuras, batir de alas de agrupado entusiasmo; que más nos metemos en este entramado amoroso, más lo venero. Y si mal no veo, por modorra en la mirada, trae en el pico, o bien la misma carta, u otra que Ella haya enviado. Pico ganchudo que reluce de un platinado diferente, entusiasma mi fe que cabalga sin montura de óptimo talante, de sospechar que tal vez sea una respuesta a mi pedido. Veo clavada la distancia que nunca se acorta. El corazón latiendo con prudencia, entusiasmo, discreción, sigilo, y recato. Ilusiones que vagan entre ansias deseosas, de un porvenir acompañado de un semejante de la misma especie, de género diferente, aunque de la misma hechura. Me baña una ducha de sudor que provocan los latidos, como el rocío que se poza cuando el sol se despereza, pues el amor a todo vapor se expande, cual urticaria del Amazonas. Y por más enojo que me desborde, jamás diré de enpanar al loro, amigo extraordinario, pues ahora tengo la certeza que entiende el idioma, es inteligente, más sin vueltas un erudito. No hay provervio que avise lo que estoy viviendo; pues ya no aborrezco el estar acompañado, ojala ella me acepte como marido de exsultante alegría que haga fusilar la duda a lo desconocido.
Sin importarme el sexo, a este loro lo nombro mi hijo. Que tal amigo, como le ha ido? Venga no tenga miedo; si usted se sitúa de espalda, como quiere que agarre la hoja que lleva en el pico. No querrá usted cobrarme primero antes de ver lo que allí trae. Como transeunte que mira el semaforo, veo que mi carta era verdosa y ésta que hay en el pico es una nueva de color diferente. Es que mi amada ha contestado entonces. Ande dese vuelta, le voy a poner de almuezo una panera con miga bañada en leche de coco, y lechugas de muchos colores. No me va negar que no está bueno el almuerzo, no es normal que un loro sea agazagado con tamaño banque, o quiere que lo acueste en cuna de niño con chupete en el pico. Estoy en trance de desvarío pensando que Ella vaya a quererme como novio. No pensaba negociar mi libertad por un puñado de besos, pero ahora que lo palpito sería negligente dejar pasar la oportunidad. Voy a saltar como el ñandú cuando me atrape la alegría, más el hipo de la panza llena trocar en risa de luminosa carcajada. Ande deme la carta, no sea loro avaro con tuberculosis por andar porfiado en indiferencia cruel; entre vagabundos de que vale ocultar que esconde el bagayo. Si pudiera treparía hasta el cielo, derribando la muralla hacia lo divino, para pedir a los santos me ayuden en este romance en crecimiento. O tal vez diga la carta: que mejor me vaya a otra reserva y deje de matar animales inocentes? Que dice si con la cabeza, no me haga sufrir; es largo el trayecto que llevo recorrido en soledad, penurias que alguna vez por fin terminan; teniendo hacer torniquete al alma para que no siga soñando pesadillas; caer en sistemático rezongo de percibir que la realidad del soñar se esfuma cual sobresalto. Aunque ya seamos viejos, quiero que este amor sea eterno, concreto como el porlan; y olvidar cuando recolectabamos como mi madre bosta del carro de la polícia para el abono de la huerta de tan solo dos hiladas.
Quiero ya ir ocupando la mirada con esas letras, expulsando del inconforme espíritu el sabor amargo, para que venga la alegría al llano donde el cuerpo hará crecer una espiga de esperanza. Ansioso sobrevivo a sus favores, que si antes rumiaba para sacarle el jugo al alimento, ahora quiero que el cuerpo reluzca sano, y la mente vaya a depredar mi naturaleza exótica, pido perdón entonces hasta completar volumenes de ofrenda al dichoso matrimonio. Veamos que dice la carta: Estimado. Usted me simpatiza. Quisiera conocerlo. Y de paso probar su ricos asados. Vivo sola. Si vos lo preferís traslademos el campamento al fondo de mi casa; y junto con el lorito quedense a pasar unos días. Los estoy esperando. Doña Mabel.
Mabel: Allá vamos.
Segunda parte.
Ignacio: Sepa usted señor lorito; mentor y padrino de nuestro futuro casamiento: Que anoche estuve con Mabel, adentro, en la casa. Le cuento que no pasó nada, ya sabe, nada de lo que seguramente su mente libidinosa estará fantaseando; ninguna de las cosas que hacen ustedes los papagallos para venir al mundo. Cenamos con luz de luna en la claraboya del color de un vestido de casamiento, mirando el enorme bosque de pinos detrás de los campos sembrados, y por momentos la propia reserva del estado; haciendo comentarios de horticultura, ganadería y política. Con los ojos vidriosos por el avance del enamoramiento, observabamos, ella con orgullo y yo con apetito en el panza, el vasto territorio de sus campos sembrados hasta los tuetanos.
Ambos expectantes, más por momentos con las manos tomadas, confundidos, ignorando si dicho contacto extraoficial estaba bien o era mucho.Yo, algo frenado de querer cruzar torpemente los límites del amigoibismo, quizas con exceso de educación de evitaba precipitar esa puntual travesura amorosas que luego tal vez lleva como tobogán al descontento amoroso, o peor, a la descepción, que cual cadena perpetua, te sepulta en el olvido. Y ella, siempre atenta pero rizueña, de esquivar mi sensual avanze que deseaba permanentemente algo más que el consabido trato pulcro y respetuoso. Con dicha prespectiva, y los nervios alterados; soñaba trascender los límites del recato, a mi manera claro, y a su tiempo recostar nuestros cuerpos en una estepa soñada que sabe a campo de margaritas; e ir, ir brillando los pómulos de rubor al compás de los infinitos besos.
Tiene la piel blanca, como las obejas que son usadas para llamar al sueño.
Mabel prefiere que vayamos de a poco, en cambio yo, con los años que tenemos, quisiera que se apure, pues entre lo que se tarda, más lo que nos vaya a durar la vida, será muy poco lo que podamos llegar a disfrutar el uno del otro.
Una linda noticia, es que Mabel no quiere que abandone el objetivo de alcanzar los quinientos kilos. No le agrada que deba cazar a mansalva todo tipo de presa. Por eso es que me ofrece, que lo que vaya a necesitar, lo junte de los campos sembrados; yo dudo que comiendo verduritas y frijoles, vaya a engordar demasiado. Para que se dé una idea, ayer cené treinta y seis choclos, tres calabazas enteras del tamaño de una carroza, y tan solo seis choripanes, y otro tanto de rueditas de chinchulín; así que, con este panorama desolador, le propuse continuar con la gesta como ella dice, pero hasta alcanzar la mitad, dosciento cincuenta kilos.
Resulta obvio que tenemos mucha afinidad, sin que el humor que cambia con los horarios altere nuestra buena onda, aparte que nunca discutimos por pavadas, en cada movimiento que hago siento una aprobación implícita, como si su retórica fuera a convalidar mis acciones con aliento de esperanza.
Siempre la veo vestida, elegante, ni con lupa le encuentro una arruga. No veo la hora, de aunque más no sea, ser su concubino; y luego con el apego del amor llevarla al altar y ser su legítimo marido. Insisto en aclararle que nunca la he visto más que vestida, pero con solamente ver su cara de hada madrina, el cuello y la garganta de terciado liso (cual la textura de su pico de gancho) es suficiente para darme cuenta que se trata de una miss universo, con algunos pocos kilos de más, que tranquilamente aportan más belleza aun.
Oiga que agarra de la panera de los humanos, ya le puse un recipiente suyo, con girasol suficiente para el resto del verano. No va a pretender que funde la ciudad de los loros y que usted sea el presidente, para ir de miting en miting comiendo sanwiches triples. Ademas que no le hemos puesto ningún nombre; resultaría inverosimil que a un presidente lo vayan a llamar lorito. Debo custodiar su salud que ha engordado que parece una estufa salamandra. Por experiencia le comento que no va a incrementar la bondad del ser por comer tonelada de viandada; ni lo van a indemnizar por hacerse el piola frente a la ensalada completa; ante cualquier ganga irresistible que se poza, no vaya a avivar las pasiones del infierno, que luego del encantamiento del primer relámpago, en el interín de una pausa obligada, muy fácil le lloverá, el desacompasado ritmo propio del divino castigo.
No compare, distinto es estar obeso por empecinamiento de engordar en pos de una meta sublime, de alcanzar una cumbre metafísica de dorada cúpula.
Afecto no le ha de faltar, pues con Mabel lo queremos como nuestro primer hijo; adoptivo si, pero por la edad que tenemos acaso sea el único; el heredero de los campos plagados de choclos, zapallos, soja, trigo, y demás etecéteras. Lo reconozco, al vez le deberíamos poner un nombre, aunque a mi me place llamarlo Lorito.
¿Sabe? Anoche con esos tantos choclos que comí pareciera se me han hinchado los timpanos. De tanto grano de maíz, luego la panza quedará con la textura de una bolsa de papas repleta de tornillos. Que como resultado de rumear masticando maiz, ahora siento un sumbido en las orejas cual el de un ejercito de drones. Epa mocosito! Está loco! Eso es un grillo, se va a indigestar. La pucha que las tiro de las patas. Y alejado de mis concejos se lo ha manducado ya. Oiga, por ese camino, en breve, irá a paracer un pavo real. No trate de imitar mis costumbres; incluso lo mio es algo muy discutible, que a medida que avanzo en los kilos, mientras parezco una carpa de circo, más dudo de poner el supuesto trofeo del torneo de megagordos en la repisa de los ídolos indiscutidos. Lo observo comer casi como yo, tragar como un condenado, engullir todo lo que a su paso encuentra en la mesada, pero comerse un grillo eso es el colmo. El veterinario, en la sabia competencia de sus funciones, me ha de reprender, por ser dueño y amo irresponsable en mi modo de educar, creyendo que pretendo transmitir mis costumbres al obediente loro, que suple el rol de un verdadero hijo bien educado. Al borde de la histeria deberé argumentar en mi defensa que nada tengo que ver con su dieta alocada de alpinista que regresa de la alta cumbre muerto de hambre al llano.
Pero caramba espere, se ha engullido otro grillo; estamos todos locos. Diga que Mabel está en la siembra, sino haría que le haga chaschás en la cola. Estoy tendiente a enojarme mucho, ni relajado puedo dejar pasar el atragantón de este segundo grillo; pensé que se límitaba a migas de pan casero, al alpiste u otros elementos del forraje, o la sumo alguna que otra uva del parral ¿Pegamento en el cerebro tiene en vez de ideas prometedoras? Seco de sensates, falto de equilibrio emocional.
Eu! Lo estoy reprendiendo y se clava otro grillo más! Venga para aca ¿De donde salen tantos grillos? Le voy a poner los dedos en la garganta a ver si bomita.
Un momento. A lo lejos veo al guardaparque Joe desesperado arriando cabras, yamas y canguros. En la finca los peones de Mabel huyendo en retirada, con dirección a los carros y automóviles. Y este sumbido dentro del alma que no me permite escuchar lo que bociferan. Caramba el cielo se ha puesto negro azabache, más no de nubes de tormenta inminente, sino seguramente de cascajos diminutos cual ejercito invencible ¿Que? ¿Que veo y deduzco? No son grillos, son langostas en plaga, que decididos avanzan hacia los sembrados a terminar con la riqueza. Langostas, que claro, tienen cierto parentesco con los grillos, pero son langostas reales; merecedoras de novelas, noticieros, y películas de aventuras funesta.
Y usted Lorito que me quería avisar comiendo a los primeros en arrivar. Le pido mil veces perdón, no tengo otro arrepentimiento mejor que un montón de afecto ornamentado de sincera amistad.
Es lamentable que Mabel ha de perder la cosecha de granos, y todo. Ahora comprendo. Siento un chillido agudo que parte mi cabeza, que proviene de las alas de esos malditos insectos endemoniados, inoportunos, que en cantidad son una plaga temible que puede devorar más que yo con la misión de alcanzar los quinientos kilos. Encima no logro extraer de mi cerebro una idea potente que aporte un solución salvadora. Bichos malditos que en infinita banda son como mostruos de dos cabezas, fuera de aquí, fuera de nuestras vidas.
Adonde va Lorito, quédese conmigo, lo irán a masticar como carnada de tiburones. Su vida corre peligro, y la mia también, que si muere hemos de perecer juntos. Por todos lo medios, evite ya, ser el payaso de la fiesta de los insectos depredadores ¡Regrese! O peor, héroe de una paradoja infernal que nos tiende la naturaleza relativa, en trampa mortal haciendo péndulo, para que así se esfume la hermosa felicidad que venimos atesorando. No pise el palito de la trampa macabra que nos tiende la naturaleza vengativa, ingrata hacia los que tomamos lo que ella misma ofrece.
Allí veo a Mabel arrancándose los cabellos de la furia, con una varilla como arma que sabe a risa, burla del destino mal aconsejado. Y yo gordo inútil que no atino hacer nada útil. La cantidad atiende al iluso y al dueño lo hace intruso. Y mi loro como un dátil en la fuente navideña. Hoy hojeamos la revista del espanto pero mañana no habrá quien desvíe el camino hacia la felicidad en primera plana, con la justicia flotando en aguas mansas. Mala suerte transitoria que prefieres alzarte porfiada cual desgracia permanente, en juego funesto donde atrapada está mi prometida, avivando voluntades en franca derrota, con pañuelo queriendo salvar tonelada de vegetales; Macabra desdicha, que en el manso paisaje te aventuras ha estampar novedades furibundas, donde la belleza ilusa y desprevenida es suplantada por la cruenta imagen de la desolación, con campesinos ilusos que en vez de recolectar la siembra como debieran, chapusean sobre la hojarasca contaminada, de seres diminutos pero en la cantidad de un tormento; pobre gente de ha caballo que galopan entre vegetales perforados, batiendo soja con el animal corcoveando, y labriegos carcomidos por la prole del desierto queriendo aplastar langostas con el revenque antes que salvar el pellejo. Saturado el aliento de los campesinos, que en vano golpean de plano salvador, va triunfando la legión de intrusos que provino en voraz invación; plaga de langosta piratas en un grueso catálogo de espanto, que asusa el razonamiento, aplicando más tormento a lo que de por si acarrean las enfermedades que la existencia depara.
Perro oiga lorito ¿Que hace, adonde va? Atención reino de los cielos, que entre el oscuro panorama de los insectos invasores, yace el verde ingles de una silueta brillando en la bóveda celeste, que no es otra que la de mi lorito valiente, haciendo que las langostas crean haber encontrado un profeta, y sin mediar duda alguna empiezan a seguir al guía, a mi loro amado ¡Viva! Hacia el bosque de árboles, distante de los sembrados ¡Guau! Donde de pronto las copas de los pinos desaparecen ¡Epa! No dejando, estos bichos, ni raiz, ni tubérculos, sin ser devorados ¡Ma si, comanlo todo! Y lo que hasta hace instantes fue un bosque espléndido por lo frondoso, luego de un instante es un atiborrado bosquejo de cruces de un cementerio. Y mientras la plaga descendió cual alfombra, mi loro querido quedaba al descubierto, guapo, perdiendo plumas, fuerte, suspendido en el aire, valioso, como broche de esmeralda del firmamento, herido, con sus alitas preciosas como sedas de la India. Vaya coraje el de mi Lorito, que ha derrivado a esa nube de malnacidos insectos, sobre un lugar apartado de nuestros interesas materiales. ¡Lorito vuelva en vuelo urgente, que de bichos el universo aun sigue contaminado, de langostas atestado el suelo repleto! Lorito regrese que tengo miedo que vuelvan a subir y lo vayan a desplumar por entrometido, hoy el aire fue de ellos, aunque mañana cual panqueque regresarán por adonde vinieron.
Cruzados los mares de la valentía usted es ahora una parte indisoluble, indivisible, de mi destino.
Lorito no me asuste que tengo miedo, de verlo arriesgando la vida en un emprendimiento que aun no deja caminos al entendimiento normal.
Pegue la vuelta. Igualmente regrese, que esta carroña mugrienta, de almas con armazón de membrana de cucarachas, solo saben de sandeses, destrucción del sentido correcto en armonía, más a lo mejor de venganza de tragarse un bosque huérfano, suban a matarlo, y me quiten lo que más admiro, que es usted, loro corajudo, de grandeza espiritual incomparable.
Y allí, con orgullo bien ganado, casi pisando el reino de las almas mejor catalogadas, vuelve mi loro internacional ¡Lorito querido para mis emociones! Con vuelo forzado por las heridas, como esas calaberas que luego del combate entre cañonazos prosiguen navegando con el rabo entre la patas a regreso de mejor destino.
Venga mi heróe, mi amorso gigante en miniatura. Venga, cómase todo en la mesa, que tengo más de lo que usted prefiera. Que incluso tengo faja para lastimaduras y de verlo así maltrecho lágrimas de envestir los labios, callendo a torrentes, para lavar sus heridas.
Lo veo desgarrado con la moral deshecha, y mis sentimientos son una esponja choreando pena, más el corazón aniquilado de temor, que recorre el caracter torrentoso mezclado de admiración e inflado de agradecimiento ¿Se dá cuenta lo que ha logrado, llevarse la plaga a un lugar alternativo que no duele tanto que sea depredado? Tal vez usted no comprenda la grandeza de su hazaña, de llevar la plaga a un lugar apropiado.
Mientras tanto la maldita plaga en el bosque, como en vasija envenenada sucumbe, en vívida indijesta de hojas y corteza, muy diferente al tierno grano, el sorgo sabroso, esa creación del espanto van muriendo en lugar adulterado de amargo sabor merecido.
Y encima, el subconciente divino que llevas dentro, que con tan solamente palmadas suaves de afecto se conforma, con pocas voces de agradecimiento se ve correspondido. Sin saber aun, ignorando que habremos de levantar monumentos en tu memoria, hasta yo mismo en mis quinientos kilos he de ser un coloso en las ferias festivas posando en pos de tu alta gallardía.
La gente en el campo festeja de alegría indiscutible, ansiosos, sin sesar buscando en el aire limpio su figura de gladiador; a ese lider específico, que habiendo corregido el destino desgraciado se muestra de humilde estancia, de yapa logra hacer ostensible en terceros los efectos propios de una revolución, que un pueblo ahora copa las calles, y de a poco la ciudad y el país entero.
Vamos lorito amado póngase las pilas,urgente, y de ser posible alcalinas, pues lo observo como moribundo. Ay vida, no lo permitas, qué recuerda una película en camara lenta de chinos danzando suave. Resulta imposible falsear mi descontento de verlo tan disperso en sostener el cuerpo ¡Vamos! Debe ya construir un equilibrio nuevo, lo otro irá viniendo, una relación con el ahora que lo devuelva a sus cabales, y que perdure mucho en el tiempo. Que sabido es que montar la muerte es quedarse quieto para siempre. Mi amor es altruismo sin hipocresía, pero resulta imposible adosarle mi alma para que siga viviendo, no se puede. Por todos los cielos haga fuerza con entusiasmo, busque mover el torax en porciones de aliento oxigenado; que por fin entrará el deleite de resusitar de entre los muertos.
Por todos los santos, no vaya a delegar la existencia en tentaciones que provengan de dimenciones de la ultratumba, con síntomas de ese cielo incandecente donde habitan ángeles, queribines, y serafines ¡Pronto! Aleje de la agonía los rumores del paraíso, que no son más que chismes y alcaueterías. Que aquí lo necesitamos para madrugadas de escuchar pronunciar nuestros nombres; y la llovizna también, lo habrá de acariciar, pues la naturaleza terrenal también lo estima, junto con el orgullo del sol de sentirse tu amigo, más la voz de los vientos haciendo risueños alegatos de tu aventura con la aquella plaga.
Estoy en trance de pesadumbre de saber, que ni con licor de lágrimas del cielo usted habrá de mejorar, no quedando lazo de energía en tu alma, que de apuro pueda aunque con resquemor alzar las alas. Quisiera ser caracol y escabullirme en la casa que llevo en el lomo, antes que presenciar tu partida de este ingrato mundo. Se me ha hecho un rodete de dolor en la cabeza y en la silla he dejado el alma a la espera de volver en juicio. Ya estoy viendo ese tapizado de la muerte en tu semblante, que de armiño avanza alzando su talante inoportuno; y a paso de fantasma, como deja una barca la estela en el mar, tristemente voy cavando zanja sobre la tierra, para que vayamos a depositar tu bella osamenta rodeada de flores de muchos confines. Mañana pues, nos faltará una tuerca en el cerebro dejando de ser los mismo, pero milímetro a milímetro en la distancia, y segundo a segundo en el tiempo usted será recordado a donde crezca la maleza, hasta en la melaza de los panecillos, brillará como una bandera su recuerdo a cada momento. Tu plasma será la sabia del vegetal, y de la sarna de los cuadrúpedos usted será la cura. No existirá dietólogo que haga bajar un gramo sin invocar tu nombre de la mano de los santos. Y si disputábamos por avaricia ahora el mundo será un territorio con juridicción de dádiva, y el pigmento dará color recién cuando tus ojos se anclen de luz en las moléculas fotónicas, todos los jornales serán migajas si es que tu alma no vela por ellos. El feo será lindo con solo pronuciar tu nombre y el lindo será feo si olvida que usted pasó por este mundo. Voy a producir y hacer malavares, a diario pregonando, de que exista una mantención de tu memoria, y que el campesino haga intrucción al pueblo y este al infinito entero.
Es tu vida lejano reconocimiento, y aunque tremendo debemos aceptar las verdades. Déjame ahora tu corazón en mis manos, que luego será tu sangre protuberancia en una medalla, que de placebo será plenitud eterna compañía. Eres ya una leyenda pues atónitos los llantos se multiplican. Pero aun así los vegetales se tuercen por la brisa, cuando si no por ti, el suelo estaría calvo, como circo sin payasos, ni malabaristas.
Tercera parte.
Joe: ¡Querida Mabel! ¿De madrugada donde la espesa niebla va tapando la debil claridad del alba; que la trae por aquí? Allanado en sobresalto, parcialmente reminicente me predispongo hacia usted: Amiga incondicional del pasado pluscuanperfecto. Por lo que observo, sin que haga falta adivinar, han de ser mis ricos pasteles de batata y dulce de membrillo; displicente, no pretenderá usted recolectar millones de pastelitos que no poseo para empastar las muelas de ese gordo inmundo. Aguarde un momento, que caliento agua y nos servimos unos sagrados mates; siempre para bajar un poco la pastas hace falta líquido de unas ricas infusiones. Mire, ahí tiene al marsupial coala esperando impaciente por usted, pobrecito, húerfano desde que esa bestia descomunal, que pretende alcanzar los quinientos kilos, le comiera a sus padres. Bastago de australia, suertudo, pero ferozmente, arrancado del marsupio de la pobre madre. Siempre esperando por la otra madre postiza argentina; buscando quiza, le endulce usted, con caricias de amor abnegado, y por demás encantador, la propia alma y el manjar del enramado del eucaliptus que son sus caricias encantadoras (adios gracias, que este especie animal, no está en vías de extinción, pues sino que desgracia tendríamos nuevamente). Sepa, que el gordo Ignacio, su más que amigo del alma, de cuatro bocados precisos, se ha comido a sus padres coalas sin dejar migas ni rastros de la existencia; ah, y al poseedor de esta valiosa alfombra también, un oso negro de Alaska que fue atracción del público por decadas, eso si, dejando tirada en la hierva la pobre piel del oso sin nada, tendido el cuero en un lecho de espanto, cual selofán de caramelo, sin el interior del cuerpo que pareciera haber su novio chupado un hueso caracú de puchero de ternerito. Alfombra, tapiz, o estatua, que hoy expongo en la intimidad del hogar. Pues así me embarga la horrible sensación de querer venganza por lo ultrajado por el cuatrero, dominando la razón un impulso inexorable de cortar por lo sano, que parece que lo hubiera desnudado antes de comerlo, pieza completa cual recuerdo del espíritu en pleno, o bien alfombra para el salón de entrada. Ríase si quiere, pero tengo pensado para este próximo carnaval salir disfrasado de oso con el oberol que ha quedado del animal.
Por todo esto me fui quedando absorto, con el corazón latiendo en la punta de los dedos del pie, haciendo mover callos y juanetes. Por eso amiga del alma, del inmediato ayer, que hoy sin escusas se ha transformado en acerrima contrincante (con lo cual ya no se como adjetivarla) defensora del peor y único enemigo que he tenido en mi vida, le advierto que si en esta humilde reserva, muy sagrada por todos, pasa algún otro evento de terror, dejará usted de ser bienvenida con chachara y pastelotes dulces, para ser repelida con aceite pelando, arrojado desde lo alto de las jaulas, cual ha los ingleses en las invaciones del mil ochocientos seis. Recapasite y abandone a ese lacra de persona; enemigo colosal que cambia de tamaño a costilla del bien público, comiendo animales de todos los confines del mundo, puestos aquí en exibición para ser las estrellas y no la noche.
Ande, siéntese conmigo, al lado del caldero, a ver si la convenzo para que preste atención que está siendo colaboradora de una persona muy maligna, por la coyuntura ídolo, que sin explicación coherente, siendo flaco, desea engordar hasta explotar de comida; y fíjese, más luego de cumplido el objetivo, matarse de hambre y regresar al peso primero ¿A usted le parece? Hacer y desandar, tronchar el metal del arte y alizar la estatua de bronce dejando al ídolo chato. Y usted Mabel. Y vos Mabel, dándole amparo logístico y afectivo, con ello haciendo ablandar la coraza del lindo afecto que existe entre nosotros. Siendo que ahora tengo amor entreverado con negado caracter de seguir siendo fieles amigos.
De igual modo, contrariamente a la conciencia enfurecida, que dictamina sentencias que luego de ánimo recentido le imputo, no dejo de admitir que gracias al accionar de lorito la langosta halla desviado el rumbo hacia el lugar equivocado. Vale aclarar que virtud y favor del loro y no de él. Pero, a ver, paremos un momento, hagamos un somero reconocimiento de la heroica intervención de este gordo malhabenido, librando al zoológico de la abobinable plaga, pero hasta ahí nomás, pues el resto es muerte, desolación, gula, incontinencia, depredación, delito, guerra. Sumado al accionar del loro, único, hacedor revolicionario encarnado en ave de dominar el abecedario; de quien hubiese pagado fortuna por tenerlo al servicio del público escencial de esta cuestión de una selva artificial. Estamos de acuerdo en saber que ahora el Gordo, ve un loro, y como el que se quema con leche vé una vaca y llora, sobre las mejillas ruedan litros de lágrimas grandes como botellas de agua mineral. Sus ojos parecen de vidrio polarizado de tanto llorar por ese loro. Insisto. Porque fue Lorito el que logró la hazaña imborrable y no esta bestia enlodada de escremento. Aunque del resto le importa un rábano del que dirán, del que pensarán, o de la propia sentencia que le debería caer sobre el lomo. Se desarma cual torre de palillos de montar dientes por la ausencia del loro. Amaba tanto a ese Lorito; lo que demuestra que capacidad de amor tiene; aunque a la hora de elegir el menú le sale de dentro un diablo espantoso. Ve un loro apostado en un cable de luz y como un niño llora.
Me alaga mucho tu presencia, eres aura de luz dentro de las adyacencias de la insigne reserva, de persona que rompe el molde de la opaca vulgaridad. Ay juna. Lo sé, por lo baboso del momento, he de estar entronisado con el polémico discurso: mujer objeto; aunque en este caso mujer animal. Nos alegras plenamente la vida, Mabel (intrigante mujer, que de yapa del destino, dueña de extensas tierras de siembra que relucen cual flores ¿Cuantos millones han de soñar con ser tu marido? Incluído este que habla y pregona) a nivel que sin bifurcaciones del afecto festejo con entusiasmo tu presencia alagadora, de alegría impecable hasta en horario impensado en que el genio descansa. Vos para mi eres un sostén anímico, pero ahora, refugiando al que depreda la reserva modelo del país, se me configura como la propia soga del ahorcado, sin ser yo culpable de nada. Porfiado de mí, continúo, cual si tuviera entre cejas la guillotina que significa, la proclama de tu voz digitalizada diciendo a voz saturada: ¡El gordo es inocente! Inocente de qué? Ahora mismo y siempre, repudio tal gratitud que vos le hacés, puesto que "esa" tal inocencia, se degrada solita, en miles de toneladas de animales de exibición depocitados en su barriga repudiable. ¡Que ironía siendo él, el mismo cancer en persona, si es que se le puede llamar persona a ese gordo abobinable, se queda con la mujer perfecta, soñada por medio mundo más uno, que soy yo, con abales morales como para tramitar una entrevista con el sumo pontífice! Eh, eh. Aun a pesar del odio instalado, con todo lo inexorable en llamarada de risas burlonas, seeeé perfectamente, que en gran medida, hubiste invitado al irracional, al acampe en tu morada, para así preservar el area de la reserva del horrendo genocida. Simple deducción a tu favor, querida, que agranda en mi aun más la brecha entre la certesa con la duda. Ahora no sabiendo del todo bien que pensar al respecto, más como sentir en adelante.
Y sin darte cuenta, ahora parece muy tarde, que en el fragor de la lucha, de a poco ivas de amorrr impregnando tu corazón, del Ignacio ese; que en aquellos momento estaba en un peso normal, reluciendo cual manzana del edén; y ahí te estrellaste sola en las redes del amor, siendo tonta pues del amorrr es de lo que nadie escapa ¿No cierto que si? Con la fortuna del infortunio en redoblada apuesta, que luego auyentaron la langosta al bosque, salvando la siembra al pie de la cosecha; con lo cual tu afecto creció en gran medida. ¿Por que no te enamoraste del loro mejor? Sin vuelta es de reconocer que con su pájaro han salvado la zona de la depredación de la langosta, donde recién ahora en el bosque brotan hojas y tiernos pastizales. Lo sé, conozco al dedillo, el alcance de tu diversidad bondadosa, protectora y complaciente para todos por igual, no debiéndome extrañar, que sientas tú amor, aprecio infinito por la bestia descomunal, así brindándole protección, encima que se ha anotado un poroto en el tanteador de la disputa ésta: de la plaga famosa. Estoy seguro que cuando lo va a visitar al bosque la regañar de no llevar nada para el postre. Hoy, además, ídolo del pueblo, ídolo del distrito, junto con el extinto loro, dél que él, canalla reprochable, reprooobable y retrógado, explotara su capacidad milagrosa para uso personal.
No asuma tal postura de desconcierto, entienda que estoy metido en una pesadilla tridimencional; vienen los pobres animalitos en busca de comida, y yo sobresaltado les solicito de inmediato que vayan a tener cría; aquí tengo el biberón con lo que les doy de comer a los terneritos de tansania; multiplicarse antes de caer presas de este loco, voraz depredador del parque, que en vez de pensar en alimentarse de manera normal, se ha fijado una meta donde necesita hacer reventar al de al lado. Hubiera preferido que la plaga de langostas me hubiera devorado los animales de la reserva, así por lo menos hubiera sido víctima de la propia naturaleza, que en alguna de esas luego hágase recompensa por lo quitado, más no de este enfermo de misticismo burdo y barato, y escencia de blasfemia para con la existencia del basto planeta; que come de todo, pero ve una sola rata de alcantarilla y sale corriendo cual bandido (ah, porque eso si, la ratas le provocan escosor y no las come) Entonces se me acercan los animales a pedirme comida y clemencia, másss los mando de inmediato a tener familia; que no vayan a desviar esa aaatención del equipaje del instinto, pues entonces si que de a poco se irán extiguiendo, al ritmo en que se agota mi paciencia.
Mabel, déjate de embromar, caramba, deeeje esee vestido de oso, vuelva a colgar la pieza en el nicho, ese traje de animal no es un vestido de noche. ¡Mabelll! Caramba. Eres algo muy importante como para quitar la percha y andar queriendo ponerse el atuendo del oso muerto. Chei...me siento implicado hasta la médula con el afecto que chillaaa, uf, al verte desnuda con tu cuerpo que encandila. Que belleza de mujer, seguro para meterte allí dentro y que el coala crea estar con un pariente directo, su padre quizás, la madre postiza más soñada de todos los reinos. Juro que tengo la mirada en pugna como telescopio erizado hacia vos, aunque ¡Basta! has tocado el límite del pudor establecido y me siento ciego. Y escobilla que sacude, con la varilla encantadora del erotismo sensorial. Hasta es triste verme tan sediento de ti . Lo que sea, como quien dice, cúbrete ya, termina pronto de vestirte para la ocación paternal con el coala. Te lo ruego. Deja esta demostración de lado. Ma siii. Bueno, haga lo que quiera, vea, yo le puse un cierre de relámpado, mejorrr súuubalo que no le salten las looolas y ahí si que caigo de espaldas. En fin con ustedes la señorita Mabel ursus americanus.
Por mi entelequio-primigénica parte existencial, estoy atestado, hasta el borde de la frente con el llano de los cabellos, de negativas judiciales, de noses legales en trampas burocráticas por parte del bendito estado cómplice de éste loco. Negativa suficiente como para colapsar psicologicamente, de insistir, para de nuevo recalcar, una y otras vez con el mismo reclamo judicial, el mismo reclamo judicial para así encarcelar a su maldito novio; el mismo reclamo ante fiscales, y jueces que se esconden debajo del escritorio. Con esto distrayendo la tarea de preservar lo poco que queda en pie. Aunque me desapruebe Mabel: ¿Quiere creer que lo quiero meter preso, pero establecer una simple denuncia me resulta imposible, improbable, absurdo, paraciera inoportuno? Para que lo vayan ha condenar por las desapariciones de sinnúmero de animales, que ya suman una cifra espeluznante, me presento con argumentos sólidos, fotos donde se lo ve agarrando y ametrallando, fusilando, y luego almorzando las presas; y nada solo me miran cual ternerosss ñoquis descangalladosss. Voy de punta en blanco, con el traje reglamentario, corbata, para ganar en atención y respeto, de elgante traje de guardaparque, previamente mandado al laverap más eficiente de la zona, y estando en la institución que sea, no logro conseguir más que respuestas evasivas, de total negación. En fin no entiendo como el país puede amparar a un asesino de animales, que se esconde detrás de un disfraz de cazador legal. Me dicen: Y bueno tiene hambre, mata para comer, caza por necesidad; sin tener en cuenta que esto es una reserva: Mejor haga crecer la población de la fauna, me sugieren los muy orondos. Por mi parte, lo haría exponer ante la sociedad metido en una jaula especial. Tengo una espina clavada en el corazón del odio, lo quisiera meter entre rejas antes que acabe con la vida en la reserva, yyy dejarlo en el calabozo como atracción para el turismo.
Me alegra saber que Ingacio se ha mudado del fondo de su casa al raquítico bosque; de aire viciados de polvo de langostas, de ambiente lúgubre, tenebroso. No sé que haremos cuando acabe de cormerse la plaga, son tres toneladas de insectos, pero ya se ha comido una tonelada en solo siete días; y además no para de saquear la reserva pues se queda con hambre. Tiene que sentarse en un tanque de agua primero, y arrastrarse por la hierva para limiarse el traste, pues los brazos apenas si llegan a la mitad de la cintura. Esto es un zoológico al servicio de visitantes que pagan por ver algo digno; que vienen de muy lejos a disfrutar de la fauna mía. Incluso que tengo pavura de pensar que pueda comerse algún desprevenido turista. Mabel, no entiendo como le puede agradar ese hombre, que corrompe el ecosistema con solamente el plato hondo de porcelana, donde suele hundir en la holla yyy poner la sopa cuatrocientas veces al día. Yyyy...Pacientamente mientras deglute espera a que el cielo haga lloviznar para darse una ducha, pues no se puede mover ¿Quiere que le haga saber la cantidad de animales, algunos en vía de extinción, que esta cosa ha llevado adelante para incar el diente? uhuuu...En cada día que pasa, en tímido letargo, escucho el machaque del mortero donde aplasta el condimento que luego sirve de adobo. Ocho leones, quince gacelas, un girafa preñada, diesisiete ñanduces, ciento sesenta liebres, cuatrocientos conejos, sesenta cabras, tres bueyes, dos búfalos, trece zorros, nueve vacas de competición, sinnumero de perros y gatos, el gallinero completo traído del asia, seis delfines adiestrados ¿Quiere que le siga contando? Ehhh. Y ahora con esa actitud de muñeco triste, de parque de diversiones que ha quebrado, empiece a entender la gravedad del problema, voy a traerle de la tetera, el mismo té de tilo que uso para calmar los nervios. La justicia está de su lado, alguna formula tiene para que le permitan hacer lo que quiere, ultimamente estoy cautivo que si salgo al pueblo, al regresar encuentro la mitad de la fauna pronta a ser manufactura. Aquí hay abundancia pero son para que el pueblo los admire, en su paz, ennn su estampaaa, en la forma de vivir y no de ser comidos, en saber de donde son y con ello conocer el mundo.
Oiga, un momento, que allí viene, escóndase allí dentro, pronto, que así vestida puede ser víctima de su apetito insasiable. Esta visita traera aparejado alguna baja importante en la reserva; que algunos animalitos han de desaparecer. Dhdd ¿Que sentido tiene que luego del milagro conseguido, ahora se vea desvastado el distrito por el propio heroe? Es la descarga de un rayo de ira que el destino aplica a este zoológico de animales libres; ah, estoy colmado de impotencia que jamás dejará estar intacta la conciencia. Uf. Debería enfocar la cruz de la mira en el propio corazón; vaya intriga, se ha detenido junto al area donde habita el rinoceronte; debe de envidiar su confort y hacérsele agua a la boca. Epa. Pero atención es un rinoceronte en vías de extinción. Nooo. Que le dije, la langosta no lo alimenta, apenas si tiene un sabor disimulado a trigo salado, de goloso quiere comerse a la bestia seguro. Es incríble anda semidesnudo, con un taparrabos y una blusa suya enroscada al cuello solamente.
Vos Mabel legitimaste a este monstruo con tu venia, al amparo cariñoso que debiera ser pelotón de fusilamiento. Me parte la cabeza pensar que logre secuestrar el rinoceronte blanco macho traído de la isla de Sumatra; acaso el último de su especie en veinte millones de años; encima a la espera de cruzarlo con una rinoseronte negra de dos cuernos, que habita en China; o sea que este ropero engullidor en su accionar acaba con una fauna prehistorica sin que haya gobierno que haga nada, y para rebatir el implacable destino en su constante debenir, la justicia nos deja dispensos de respuestas negativas, en germinado plafón de tiernas palmadas deseando suerte. Vea Mabel al desenfrenado, así se convence, vea ésta voraz secuencia de acontecimientos, juro que ni en película de ficción vi algo semejante, desgracia, ha montado el rinoseronte macho, y lucha por sostenerse de los sacudones del animal encolerizado, en cada pozo los rollos que le cuelgan resuenan en mi vista cual erizo de lomo de un gato acorralado.
Lo que la langosta no logra saciar su hambre, el último rinoceronte que queda en el planeta, irá a engalanar su panza de eruptos de volcán. Voy a encarcelar al demonio que allá, cual vaquero del oeste, va montado sobre un tesoro del mundo, hoy, deizmado por un representante de la especie inteligente; sentado sobre el lomo con doble techo de una carpa naranjada puesto como taparabos, accesorio transformado en prenda que seguro usted le hubo suministrado. Ah...Y si la suerte permite alzarme de nuevo con el rinoceronte, lo primero será desinfectar el lomo pincelado del sudor asqueroso de ese gordo abobinable; más luego, a exportar de inmediato al macho animal, tesoro de la humanidad, donde yace la hembra exclusiva esperando, la bendita reproducción antes de la extinsión definitiva.
Cual celular que se apaga por falta de uso para ahorrar energía, mis párpados tapan la escena para no saber lo que sucede. Sasss. Espere un momento Mabel, no vaya. Quedese o bien deje al coala en la cucha.
Rayada de amor, y vestida de oso, corre detrás del príncipe. Sin darse cuenta que quisás no, sino seguramente, cual instrumento pequeño por falta de amplificación, la tragará la orquesta. Será del mortificado, por obseción de hambre, lo que un pétalo en el remolino de una tormenta tropical; una frutilla de oferta que encuentra un diente flojo. Una moneda de oro tirada en la ruta de la indigencia. Uh. Allí corre detrás de un amor, a la cruz vacía que dejara Cristo, con la ávidez del fuego que logra en cenizas una paz duradera e infinita.
UY uy uy. Nada de lo que digo es exagerado, sabido esss, que ésta aventura en danza no es algo escrito que dios tenga para ofrecernos, que todo lo que rodea a esta gente es pesadilla material o dura, pues el gordo Ignacio...Uy nooo. Ha sujetado a Mabel por las patas, con un largo lazo de soga de arriero. Bha. Y arrastrándola brutalmente como lata en limucina de casamiento, al galopar del rinoceronte arrastrando un bulto, cual paracaídas que frena un avión aterrizado. Alli va, La Mabel, fatalmente vestida de oso, misma presa que fatalmente hubo terminado en la barriga folclórica de ese ser abobinable. Y aquí mira el coala hundirse en el horizonte que sus ojos permiten, a su enorme padre, cual compañero que cuelga del árbol en trampa mortal. Oh, vuelva coala, lo irán a comer, vuelva. Allí va detrás de su amor postizo, otro tesoro de la humanidad. Yhaaa. La interna de una, en el bosque tétrico, de seguro para comerla, confundido creyendo que es un otro oso gigante ¡Riquísimo...maldigo lo riquísimo! Por todos los santos. Ojala que antes de querer meterla en la olla hirviendo, le quite el atuendo peludo que lleva puesto. O bien escuche los gritos desesperados pidiendo auxilio; bha...cosa que dudo pues que, con los golpazos que va dando, más las piedras machucando el cuerpo, y lo largo del camino encima, habrá de llegar exauta o agonizante, que ni con milagrosa suerte ha de poder asomar la boca para soltar el socorro. Que ni volantazo del destino ha de enderzar la tragedia. Y me temo que en la carpinteria del sepulturero estará esperando el nuevo hogar de la famosa Mabel Ursu Americanus.

Cuarta parte.
Joe: Padre: Yo Joe San Luis Espineto le confieso que no estoy precisamente endeudado con el fondo monetario internacional, pero tengo un bloque atorado en el alma larguísimo como el muro de china, de problemas extras a lo que la vida misma depara, que se juntan con las amenazas permanentes de perder hasta las bacterias del queso azul; que la única recompensa es que al tener menos animales me sobra alimento balanceado. Diga que con esto de los celulares uno puede hablar solo y no pasar por loco como antiguamente. Padre, por fuerza mayor, es que éste tema me apasiona, que si por mi solito fuera, haría como el avestruz y metería la cabeza dentro de un hoyo hasta saber que el gordo ha alcanzado los quinientos kilos. Y si dios quiere y lo permite, no bien Ignacio me devuelva el rinoceronte macho que usa de taxi, iniciamos el plan de gestación de inmediato. ¿Ha visto que usa al rinoceronte para arrastrar un carro?
Cuidado Padre Fulgencio, le advierto que ese oso no es el mismo que estuvo en la catedral, no insista en querer descubrir una verdad inexistente, esa osa es otra del que participara del casamiento; es otra recién traído de Alaska, no se exponga al peligro que ignoro si es brava o que tan dócil y manza. Además es hembra, mientras que el otro, que según baticinan los médicos, lo tiene Mabel puesto quedando para siempre vestida de oso macho. No me mire con esa cara, ni se persigne en vano; cuando las cosas son como debieran no debemos intentar disfrazarlas con excusas o mentiras. Asi que usted, cabeza de sochantre, aun con el "si acepto" de la damnificada, pensaba que había casado al gordo con un oso de la reserva. Pues, otra es la realidad, alejada de fraudes, sin descartar futuras nulidades. Concorde con la documentación se casaron los Poncini, la señora Mabel, a quien le quedara el cuero del oso adherido, que parece un oso amanerado que habla solo lo necesario; habrá que esperar entonces hasta que el destino pestilente diga basta de absurdo vivir. Entonces me han traído esta osa como reemplazo del desaparecido que Mabel tiene puesto; por ello le advierto que tenga cuidado.
Estamos apoltronados haciendo una fila torcida, para alcanzar esas ventanillas donde emergen todo tipo de leyendas, y así poder entender el nuevo destino que impera. Mabel es ahora un oso macho, Ursus Americanus. Nuestra capacidad de comprensión se halla aturdida, mientras tanto que la historia se va imponiendo con argumento con exeso de fantasía, y con todo, ellos duermen calentitos y felices, mientras que el resto se desvela en interrogantes. Padre créame. Sin darse por enterado usted enlazó en matrimonio al gordo Ignacio y la vestia peluda de Mabel. Pasó que Mabel (que por fortuna aun está con vida) teniendo el disfraz de oso puesto, fue arrastrada brutalmente, habiéndose lastimó tantísimo todo el cuerpo, que la propia sangre se pegó con el cuero del animal, quedando agarrado en única pieza, que no hay médico o cirujano que la pueda despegar, ahora por providencia viviendo la pobre, a la vera del matrimonio con el atuendo adherido, que quien sabe si por musgo infecto se despega, o por siempre queda con la especie tapando tantísima belleza femenina. No obstante, enamorada de Ignacio, y él también de ella, haciendo frente al fenómeno de contranatura cual diptongo sin haches, se propusieron casamiento mutuamente, y ambos sin dudarlo aceptaron de buenísima gana. Quizá, en una de esas, con los arrumacos logren quebrar la crosta y despegar la piel peluda del Ursus Americanus. Pues la vida tiene estás cosas que a unos les dá mucho y a otros apenas como para ir tirando, patético o absurdo a lo que sea, nos adaptamos, y al fin de cuentas somos felices y eso es lo que finalmente trasciende. Yo le mandé decir por una persona amiga que a lo mejor sumergida en agua por mucha horas, en secciones de varios días, logren hablandar la cáscara y despegar el cuero, e incluso me ofrecí a que utilicen la pileta olímpica, o estanque, vacío de peces, pues el marido me ha devorado a todos los reptiles, incluído, valiosos delfines adistrados.
Por todos los santo, tenga cuidado, Padre Fulgencio, está en un error, convénzace. Usted hubo casado, en sagrado matrimonio, a la propia Mabel Marcia Amalia Azucena Quereida, vestida de oso, con divino vestido blanco de novia, y al gordo Ignacio Poncini, emperifollado con gigante camisola azul, con el semblante coloreado en rubor de cutis rosa bebe. Así que usted pensaba que el oso era verdadero y que había dejado a Mabel por un animal. No, es ella misma, soy testigo fiel, que estaba por demás enamorada; pero lo que si, nunca pensé que él iba a aceptar un casamiento en esas condiciones. Mire si nunca sé lo pueda sacar y tiene que vivir así como un oso. Por fortuna: Ella sale poco y a él se lo ve despreocupado.
Y yo ahora haciendo recuento de lo recibido, que ni lista dejan, ni catálogo tampoco, y tratando de adjudicarles un nombre que luego anoto; a la osa le puse Moly. Aparte de la osa Moly, han dejado otros bicharracos, de amplia variedad que debo clasificar. Ah, incluía aquella rinoceronte, de china, que llamaremos Leticia, primera en el inventario, es una reliquia de obvacionar, tiene treinta años, pero su especie, igual que la del otro confiscado por el gordo, datan de más de veinte millones de años, así que veremos como hago para que me devuelva al que tira el carro, a usted le parece. Oculto en ese destino de gordo de bartolear la suerte, va el imbécil sumando en el raconto reseñas pueriles, y anégdotas que saben a embustes. Es incomprensible entender el por qué Ignacio Poncini hace esos malabares con su persona; se escuchan los eruptos hasta en la panamerica, y ahora encima aseguran que le salen de dentro de la panza, bichos, duendes y demonios; no entiendo por que mejor trabaja en silencio y que sea la obra la que hable por él. Quiere demostrar lo mucho que puede hacer el humano en cada día de trabajo; que si esa gran capacidad es aplicada en favor del mal es mucho el daño que se puede infingir; acostumbra decir cual eminencia: A mi me dan lástima los niños sin ortodoncia, entrando en la adolecencia con los dientes torcidos; o los tullidos sin bastón de la ortopedia. A usted le parece; hubo un momento en que quería desafiarlo a un duelo mortal, aunque al ver que traen tantos animales y la fauna aun con todo se mantiene, recapacité decidiendo adaptarme al concierto anarquista. Ignacio es un hombre avezado en muchas cuestiones, estando gordo, hubo cruzado a nado el Rio de la plata, y antes, con tabla impulsada con vela cruzado el Atlántico hasta llegar al Africa, más no se qué enorme cantidad de kilómetros caminado en pos de una promesa, más en bicicleta recorrió toda América, y cruzado en barco pedaleó sobre África y Europa. Igualmente con todo lo lindo del curriculúm vitae, es gente de no tener como modelo a imitar.
Hasta que al final se manducó las tres toneladas de langotas no más, deglutidas en empecinado atragatón, con variadas recetas. Pero siempre, infaltable, con boloñesas y estofados de mis queridos animalitos. Aseguran que el gordo Ignacio se mandó un eruto de volcán de donde salieron enjambre de langosta fluoresentes que emanan radioactividad; la que nos faltaba. Esta gente es como aspirar hollin ediondo de un ambiente caldeado, caminar descalzo en una sola linea sobre un suelo de espinas.
Pero no obstante, como aun desea alcanzar por fin los quinientos kilos, promete para ello aparte de mandarse las tres tonelas, comerse también todo el ganado de la señora Mabel, hasta la última pieza de bofe. Y una vez, habiéndose ya comido todo, incluídos mis pobre animalitos, irá a regresar de nuevo a ser flaco: primero cabando y cabando un pozo gigante, del tamaño de la finca de la señora Mabel, menos un lugar donde irán a construír, hecha por él mismo, la nueva vivienda, para así luego crear un lago artificial, casi grande como un océano pequeño. Todo esto al compás de matarse de hambre; pero eso si, como para trasladar la tierra al bosque, utilizando al pobre rinoceronte que llevó de la reserva para arrastrar carros tras carros repletos; después sembrar peces y comer liviano. Más con ello captar público de la reserva, para que vayan a acampar allí en el bosque, a varios metros del nivel del rio. Que loco, hoy me quita los animales y mañana directamente al público. Y para llenar la laguna de agua potable, Ignacio calcula que en la inundación próxima al finalizar, que azote la ciudad, hará desviar el sobrante del rio para llenar esa dichoso espejo de agua.
Y ese estruendo, por dios, que sucede ¡Padre mire allí sobre la entrada una nube de mariposas!
Es el Ignacio ese, que alli dobla la esquina, tirado un carro por el rinoceronte. Vea. Les he dado un pedal de paciencia ahora teniendo extinto el humor como para hablar con quien tanto odio, asi que padre, le pido encarecidamente interceda por mi, y le solicite al gordo que se mantenga a raya, ahí veo que baja de la mano con su señora, con el carro en la playa mal estacionado. A ver si se lo roban al rinconciente: ¡Hola Mabel, aquí estamos! ¡Vea que hice traer a la hembra rinoceronte para la tan necesaria reproducción! ¡Se llama Leticia! Mejor, mande buscar un caballo de la hacienda para tirar el carro para la vuelta; padre, le ruego intervenga, prefiero solamente hablar con Mabel.
Vea trepa al carro, baja del carro, sube al carro, baja del carro, ata el vehiculo al pilar de la luz con conexión trifásica de alto voltaje: ¡Y del ocico, con alambre¿ Y tenaza maldita, sujeta al rinoceronte, que por ahí lo puede lastimar al pobre. Tendríamos que hacerlo aparecer en televisión para que vean como trata al tesoro de la humanidad. Le pido al cielo, la iglesia, y a un trébol de cuatro hojas, que por favor me traigan suerte en esta nueva gesta de tener que enfrentar a estos tumberos. Chachiporra en mi cuerpo sacuden esta charlas donde requieren de mi buena onda, padre mejor pregunte usted, ah, y póngalo al tanto de que tiene que dejar al rinoceronte para poder aparearlos, y que por fin deje preñada la hembra.
Estoy atrasado, aunque mis orejas se tuercen en pantallas gigante por saber lo que dicen. Mejor no, aprovecho el intervalo, para con el inventario mio clasificar los animales recién traídos: Moly Americanus, un canguro, que he de llamar El australiano; diez nutrias. A ver una avestruz, le pongo de nombre Pimpollo; que si la ve Ignacio me la come al espiedo. Tres zorros, que los puse en esa jaula ¿La jirafa, trajeron otra jirafa? Por fin un jirafa. Ah si, es cachorra, habré de llamarla Suly. Siempre lo imagino, de la otra jirafa, que no me puedo sacar la idea de la cabeza, del largo del cuello hervido, cortando fetas con la fiambrera en pos de unos sanwiches gigantes.
Estoy escuchando lo que hablan, porque este gordo aparte de los eruptos, tiene un vozarrón que llega hasta la Antártida. Que caradura confiansudo. Prefiere llevarse a la rinoceronte Leticia para que viva en la chacra hasta dar a luz; habrá que ceder. Siempre lo mismo, opta por lo que le conviene, o lo que encaprichado desea; habrá que ceder. Y bueno prefiero sea como él dice, pero que vayamos avanzando en el buen sentido. Es metido, más sin perdida de tiempo ya tiene a Leticia atada al final del carro ¡Que locura! Me siento cual abandonado sin servicio de cable, o como estrella que la tienen de aquí para allá, de constelación en constelación. Por lo que escucho quiere ya que Mabel se sumerja en el estanque que por poco la rebolea como un bulto.
Si Mabel logra quitarse el oso de encima, lejos estará el cutis de estar tostado por el sol, más ese blanco en el letargo, quedará ahora como un vidrio transparente. Será un tratamiento que dure muchas horas, en sesiones de bastantes días, un bálsamo para mis destrozados sentidos. Luego sigo incluyendo en la lista los animales nuevos.
Padre Fulgencio, le agradesco lo servicios de embajador, disculpe usted tantísima cobardía, es que prefiero mantener los lazos amistoso con Mabel, antes de entrar en discusiones y que se pudra todo. Mire se está desnudando, le queda lindo ese vestido a flores, bha, aunque no se para que sé viste si igual no se ve nada. Che...Esa señora no pretenderá ponerse una bikini sobre la piel del oso, es absurdo. Dígale que evite los atuendos que es preferible que a lo mejor los pelos absorven humedad del agua, que si total un oso desnudo está exento de censura; sin razones para sentirse coívida; qué entre la mirada de animales carentes de asombro por los genitales, el pensar de un eclesiástico que anida la mente con la iglesia, el confecionario, la opinión del marido que conoce la trama mejor que ninguno, más la mía que estoy metido en un meollo y no me importa un comino, sobran razonable de no tener pudor o verguenza.
Vaya situación, observo que la osa Moly está briosa, muy pendiente de Mabel, cual fan de idolatrar la estrella con el ídolo ha por centímetros, la observo a Moly de ímpetu advenedizo, muy enamorada de aquel semejante.
¡Mabel! Le advierto que la en la parte del estanque, que apunta hacia el bosque es hondo; será imposible que haga pie; mide dos metros de profundo, habiendo como unas rejas donde se refugiaban los delfines que se puede enganchar; hubíquese de espalda a su rancho. Aunque mejor, padre Fulgencio, dígale que se corra a este lado de la pileta (A mi me asiste la bronca, teniendo aun profundo resquemor y resentemiento, pero desde aquí les mando una sonrisa para que no sospechen de mi lasciva perolata)¡Padre! No tengo un bañero salvavidas al servicio de la reserva, así que mejor estece cerca haber si se nos ahoga.
Uia, aquí vino el coala de visita, para ver de cerca a su madrastra nadar, Uy, que lindo trajeron un escorpión y otros bichos, unos reptiles pequeñitos que ahora no recuerdo de que parte del mundo son. Cuanto nombres para poner tenemos. No bien me desocupe los llevo a la pecera. Debería estar supervisando los vidrios del acuario, antes que mirar tanta película..alavado sea el sacerdote que tanta ayuda nos brinda.
Hace calor y el agua está aun tibia del sofocante día, es un agua bien mojada que lentamente ojala vaya desprendiendo las heridas injustas y disparatadas, del atormentado pasado, entonces de nuevo la alegría irá en los labios. Mabel hace buches con el agua haciendo soltar el líquido cual si fuera una fuente apostada en la avenida libertador. Y la osa Moly que continúa mirando lasciva que parece un niño a los pies de un precipicio; ante tanta exitación que le observo, tengo el exótico presentimiento, y fundada premonición que en cualquier momento la osa rompe cadenas y se tira al agua, y ha upa se lleva al oso al bosque.
Uh, uh, uh. Que te dije monseñor, allí va la osa Moly al agua, que está más enamorada de lo que pensaba, que en sustrato de lotería piensa que la Mabel es su premio mayor; enardecida parece surcar los mares en busca de su media naranja, que más que naranja es la mitad de una berenjena descomunal.
Por todos los santos, que ven mis ojos, aterrados, saliendo del agua la aleta de un tiburón, blanco, de gran porte. Un tiburón blanco como de cuatro metros y ciento ochenta kilos. Por estar tan ocupado no lo he visto, me lo comí. Socorro padre Fulgencio avise a Mabel que salga del agua urgentemente. Lejos de somartizar estos es estar sometido al espanto, a trémulos sustos que guapean entre adversidades tremebundas.
Y allí chapusea Mabel hasta la inexistente escalera, que alusina debe estar con la orientación de su antojo, de una piscina pensada para delfines sin piernas. Más detrás, con pisadas sin huellas, la osa Moly no quiere dejar escapa al amor de su vida; que ni la crosta despegada o el éxito de la providencia han de poder safar de los mordiscos del escuálido. Somos pasajero de una instancia patética, sin tiempo para reniego, solamente de beber la saliva y tragar el espantoso escalofrío. Y yo que no sé más que de ecología, ingnorando como se nada, ni tan siquiera flotar puedo; soy impotente testigo cobarde. Juro que no sabía.
El tiburón muerde a Moly en una pata. Uy, podre desdichada, que yo pensaba que pudiera andar en una bicicletita en miniatura; desgracia, hay sangre en la pileta, que el traje de Mabel se ha de apoltronar también por fuera. Y germinado en trago de dolor el rosto de Moly denota un infinito desconcierto, maldito y testarudo el tiburón no sabe con cual oso quedarse.
Ignacio desprevenido, ocupado en otra cosa, ahora sujeta con pinza en mano y alambre de fardo la rinoceronte Leticia, al final del carro. Ueo. Aunque de pronto, por fin observa lo que sucede. Y rapidamente, alzando el medallón del corazón del loro al cielo, decidido asume una postura de salvataje arrojándose al agua en busca del mercenario tiburón. Lejos está este entramado de parecer una comedia, pero con pinza en mano, igual no para hasta alcanzar al escuálido, su accionar desesperado denota imagen de súplica, que para nada tolera que su esposa sea también devorada. Toda esa energía valiente que se desperdicia lo aleja de los quinientos kilos. Pero esto no es una tinaja sino un piletón de doscientos mil litros.
Bueno ahora agarra al tiburón bravo. ¡Que hace bestia cruel! Entre que sujeta al gigantes pez le arranca con la pinza las ileras de los triángulares dientes ¡Bestia! No ve que está recién traído para la atracción del público, no es malo lo hace por instinto ¡Animal! Juro que no sabía que el tiburón estaba allí dentro, pero ojala que se lo coma a él. No obstante con buena saña hacia Mabel presencio cachondo esta batalla de tipo odontólogo del reino animal. Ignacio con su accionar enfurecido, quitando quizás los últimos dientes, hace posible un destino donde el padre Fulgencio ayuda a los osos a salir del estanque.
Y mientras tristemente Mabel y Fulgencio aplican un torniquete en la pata de Moly, en que el tiburón enojado le amputara medio pie, de lejos la rinoceronte Leticia, atada al final del carro, preocupada parecieran entender lo que sucede. Una vez entrada la venganza del gordo sobre el último diente que extrae, con satisfacción pareciera, tropieza y cae el padre Fulgencio al estanque, mientras Mabel y la osa Moly, tan enamorada, huyen hacia la carreta.
Ahora Ignacio trata de volver sobre el padre para ayudarlo que el tiburón lo chupa hasta entrar las piernas hasta la mitad de la cintura. Pero el escuálido nada furioso en círculo bordeando las orilla, hasta dar tres vueltas completas, interminables, donde por la providencia la zotana tapa la visión del escuálido, e Ignacio aprovecha intentando hacer una especie de zancadilla imposible, que finalmente debiene en un acertado tackle; donde el gordo embuelbe nuevamente al pescado con los brazos de robot; más al instante tomando fuertemente de las manos, arranca al religioso, de la propia panza del enemigo.
Esto héroes no son gérmenes, ni renacuajos, estamos hablando de gigantes peces de leyendas mitológicas, de gordos trotamundos que sobrepasan la estampa de un sumo, de esclesiásticos que brindan misa en las catedrales más importantes del mundo.
Y como si esto fuera efecto de la presvicia de un beodo, el Ignacio, pronto a ser martir como el lorito, saca al tiburón de la pileta, y alzándolo por más que se contorsione, cual policía lo lleva al carro, donde Mabel espera ansiosa; deposita al tiburón en la cajuela y con soga lo amordaza cual matambre, que ya no puede emitir movimiento; más haciendo esa venia que tocada la frente la mano se alza al cielo en un instante; habiendo fracasado en el intento de despegar el cuero del oso del cuerpo, con la esposa ahora un tanto relajada del sobresalto, y toda la cría encima: encabezada por el rinoceronte que empieza a arrastrar el carro, la Moly seriamente lastimada, pero feliz de estar al lado de su oso amado, el tiburón amordazado, el coala y Leticia cual estela de un barco, van con su nueva familia perdiéndose de mi vista por el camino que conduce de nuevo al hogar de los Poncini.
Padre Fulgencio ¡Que momento! Juro que no sabía; me hubieron dejado la partida cual container de contrabandistas. No se enoje. La justicia es un barco que flota a la deriba, y la suerte una frisa que muchas veces elige a cuenta gotas que rostros habrá de acariciar, sin duda esto ha sido una mezcla de variados impoderables que finalmente dejaron la estancia en el presente necesario cual destino ocasional, a grandes rasgos sin factores adversos que lamentar. Mientras usted regresa al pueblo yo con el ánimo de siempre voy a seguir inventariando a los animales nuevos, no vaya a ser que tengamos arañas venenosas escondidas entre las jaulas. Y donde está el padre...maldición se ha ido el padre Fulgencio ofendido esta vez ¿Que es esto que flota y brilla ante mi vista de ojos extrañados? Caramba, es una langostas luminosa con radioatividad y los colores de una mariposa, que aun con vida nada sobre la superficie del agua; la voy a concervar cual si fuera un tesoro de la humanidad. Venga preciosa. Juro que no sabia.
Quinta parte.
Ignacio: Joven, quisiera que antes de pasar al salón, me permita que pege un cartel, ofreciendo recompensa por el animal extraviado. Pero mire allí, esos hombres con capuchas triangulares, que a expensa del amedrento, derriban la imagen santa, del Luján querido y emblemático; que vive en paz radical; confirmando que se trata de una desaparición y no de un extravío. Cuatro gatos locos, vestidos mitad con botas de goma y señoras barcas de bajo calado, y el resto, largas camisolas que subyacen del aberno, ornamentados cual los deshonrosos segregacionistas del kukus clan. Firmes y amenazantes, por hoy calmados en su sed de venganza, más luego sin empacho vendrá la insaciabilidad carca nuevamente, pues descarriada del bien, la moral descarrilada tienen, confirmando que la hicieron polvo de estrellas en la timba, con quebranto y opulencia, que seguramente la hubieron arrojado al mar desde sus antros cuchitriles; a nuestra linda osa Moly me refiero. Fíjese, con dos por persona, portando antorchas a plena luz del día, como para lindero de recalcar con torno: obediencia debida; y de paso como siempre intimidar al conjunto que convive en armonía. Fácil de adivinar de quien se trata. Son la brocha gorda del suplicio, que embadurna de flema santilly en el espectro del calvario, aunque simpre desvergonzados necesitan de anotarse más lecciones a terceros con dolor crónico.
Mi esposa a dejado de hablar, quebrada el alma de pavura. Y sus últimas palabras fueron triste decisión: Dejemos el sexo de lado.
Habló veinte minutos antes de callar para siempre, pero sus palabras finales fueron, triste desición; dejar de hacer el amor, que tan poco nos costaba.
Adoptemos a una viejecilla arruinada en situación de calle. ¡Pronto, me dijo, la mujer es una desalojada y sin pensionamiento alguno; será quien hable por mi y ampare mi lengua, pues mi luto será un manantial de dejar pasar el tiempo en insondable silencio. Y primero disfónica más luego enseguida enmudeció. Habrá que hacer el amor con la viejecita, pensé; pero no, se trata de cuidarla y evitar que en la resbalada de la supervivencia vaya a alcanzar el raquitismo propio de la pobreza aguda.
Ensamblador, joven hermoso, no se mortifique, mejor vayamos a lo nuestro e ignoremos la patota que en piquete de derecha yace irrevocable. La naturaleza humana, con sus muchas variables negativas, se expresa ahora en nombre de la represión, que sin onorarios lucha contra un tipo de diversidad cultural de tipo metafísico hevy metal. Aunque quizás sea el polémico discurso subyasente, el que azoma amenazante de mis aventuras, aquello que tanto recato despierta, hasta el límite contrario a lo parapsicológico, de alzar una manopla de bronce y despedazar el rostro panfilo tangible del cautivo. Y todo ese despliege amoral, es puesto que el discurso integral de un obeso irreverente, mete de cuajo al abulico en un incómodo berenjenal de las sinrazones, de donde luego se sale uno entusiasta, en un modo peculiar de anexar a la mente, dialécticas complicadas, que así mismo alimentan la inteligencia. Por ende haciéndose alarde de un cacho de alegoría acerca del bien transgresor sobre el somero estadio de la apatía absoluta. Y estos burócratas, son un claro ejemplo, de como se pueden romper los cinturones de seguridad del cómodo sillón y alistarse con cuestiones que el ostransismo solo redime en pecado. Sé que ellos argumentan la depredación en la reserva como un crimen tremendo. Sumando además argumentos fantasiosos donde se me imputan poderes mágicos, horrendos y radiactivos, en lo concerniente a que de mi barriga salen cosas que infectan al mundo. Estoy desprovistos de deseos de pelear haciendo un desvio de lo que tanta responsabilidad la prueba me demanda, que me sobrecarga de deber ser, más que los kilos inclusive. Que indignación resulta escuchar chimentos de tan mentada impregnación, que afirman que de mis eruptos salen rarezas, que sin ser vomitos con la cabeza abajo, son erupciones tremebundas de ofrecimiento peligroso. Dicen que en el último evento de este tipo, he eruptado cien ojos que tenían vida y que podían mirar, siendo que un tuerto se ha colocado uno, y que hasta hoy tiene poderes de hacer ver mujeres desnudas, que desfilan antes su andar agónico pero en sueños exitados. Pero que eso lindo de desprendido favor, lleva el rancio disgusto de padecer de energía radioactiva que supera los niveles tolerables, provocando la agonía del tuerto y el posible contagio a terceros. Además cuentan, y aducen, como para qué asustados regresen a los buses y pagen, que en otro efluvio salieron dientes de animales a la vereda, y que ivan formándose en unión espontanea, mandívulas de molde, que mordía al peaton aterrado; historia falaz en detrimento de la inocencia del desprevenido transeunte, que prefiere abaratar la inflación caminando largos trayectos. U otra que dá cuenta que, a mi paso, también hubieron huesos de diferentes tamaños y orígenes de especie que hacían rompecabezas de esqueletos traviesos que atemorizaron a los pasajeros de la pesadilla. Ellos aprovechan a mentir pues la gente compra historietas para entrenerse; pero más luego ese chisme cala hondo hasta hacerse verdad absoluta y funeral, que enturvia la alegría y el buen pasar. Por esto digo, que a lo mejor sea preferible formar parte de los inadaptados no renobables, que de a poco vamos extinguiéndonos como el petróleo, y no de los diáfanos que pretenden que vivamos como en un burbuja de pescado, exentos de prendas. Como ha subido el agua es un espanto. Zócalos y puertas del pueblo están pudriéndose. Lástima que estos intrusos no se apolillan como la madera. Hasta la catedral está pasada por agua. Démonos prisa. Hagamos acto de indiferencia. Para risa del enemigo que balconea: Tuve que bajar la barranca rodando, arrollado como una alfombra, y al llegar abajo me frenó la marea quer si no caía al Luján. Aun escucho sus carcajadas, como el recaliento global que hace crecer las aguas sin importarle las escolleras; de estampa enorme tengo el orgullo perimido pero no obstante debo despejar la intriga que intriseca me fastidia el sueño.
Por fortuna la fábrica esta bastante al resguardo del repunte; escalones mediante venimos zafando de matar los cayos de un resfriado. Una fábrica en penumbras, digo, rareza poco habitual, ha de ser por los cortocircuitos, aunque las persianas cerradas dan a pensar en un periodo de bancarrota. Es medio día y hay mucho sol. Antes de salir de casa eran las doce pasadas, no puede ser; debería estar el comedor repleto de obreros almorzando, y no de oscuro total, usted debe ser el único caído del catre que trabaja. Por la barriga hace rato que no puedo ver mis pies por adonde caminan, y así en penumbras, es como si estuviera ciego. Usted mejor haga de guía, y cuando lleguemos a la balanza, coloque una valla de acero que haga de bastón. Luego corra la pesa grande a cuatrocientos, y la otra en ochenta, noventa. Yo creo que no llego, pero igual necesito saber cuanto me falta, los últimos kilos son los más difíciles.
¿Quiere probar un sándwich de paquidermo? Está bueno, bueno de verdad. Estando de caza en el extinto bosque, he encontrado tirado un elefante de la reserva, que murió de viejo, pero así y todo me temo que me faltan veinte kilos. Esto con huevos duro y papas fritas de paquete es maravilloso. Debería, para arrimar mejor en el peso, haber comido el cuero entero, pero en cambio hicimos un vestuario, disfraz que como festejo pienso estrenarlo con los quinientos kilos reales. El traje del elefante digo. Seré un mito, de obtener el privilegio de quedar sellado en leyendas, aunque no bien alcanzado el récord, sin entretelones deberé comenzar la dieta, y no ha de faltar mucho para ello; solamante cuando esté flaco es que se cerrará el circulo. Adelgazar como un rayo, bajar bruscamente de peso, sumando otro baluarte en cofre de anegdotas. Más, la zanja gigante, en la mente elaborada, que luego haré a pala, cavando dedonadamente, con pico, esfuerzo y esmero, que con la ayuda de Dios, considero luego llenaremos, al son de la marea que surja de la última exalación. Aclarando, que no es deseo de fama lo que me impulsa hacer esto, sino una amplia actitud de aventura, con el interesante afán de crear un punto de reflexión hacia mis seguidores. Y ya ve que no todo es un remanso, también tengo mis retractores suspirando al pies de la picota.
Pasa que con los años, y aunque por demás ágil, entre nos, le confieso que me cuesta mover la osamenta. Ah.Y hablando de osa, quedó por decirle, que recuerdo ahora: pensaba y decía bromeando a mi señora, si me llegasen a faltar los kilos necesarios que pretendo, aunque me cueste el matrimonio, me deberé de comer a tu mascota tan adorada; que es esa osa Moly, que ojala aparezca, siendo todo un tremendo mal entendido; oriunda de la reserva, que creía estar viviendo con su príncipe azul, que es mi señora Mabel con el traje de oso adherido. Me dá bronca que usen a terceros para hacerme sufrir, porque no me matan a mi directamente. Jamás la hubiese comido. Espero que Mabel no sospeche que miento por haberla devorado.
Fue mi señora, que en su contratiempo de quedar con el atuendo de oso impuso la moda de que las gente del pueblo vayan a andar por la vida disfrazados de algún animal, aun fuera de la fecha de los corzo, y como que esto siga imponiéndose todo el país andará vestido de animales. Hoy la producción de carteras de la zona, ha disminuído muchísimo, puesto que el cuero se usa para trajes de vaca. Solo que mientras todos descansan ella sigue con el hermético traje de oso a cuesta. Una situación injusta, donde quizás ella esté pagando por las actitudes de su angurriento marido, o sea yo en mi actitud depredadora, que va costando tener que llorar y andar pegando carteles en los árboles ofreciendo recompensa. Y a parte, hay muchos lugareños que se visten de pájaros, gracias a mi loro, de quien todavía no le he contado, pero que gracias a él, se instauraron las primeras manifestaciones de este tipo de costumbre pintoresca. Ah, lo sabe, bien entonces, uno más que la sabe. Movimiento paracultural, que acompañado por el pueblo se expresa cual espejismo de los heroes. Cuando recién esté sobre la plataforma, he de desnudarme, aunque, el medallón de Lorito preferiría dejarlo en el cogote, que si bien emocionalmente es una parte de mi cuerpo y de mi alma, no debería computarse el peso real, pues el resto es todo grandeza, aquí yace la gloria de ese prócer que auyentara la plaga, imposible de olvidar. Y es por esto que debo sobrepasar los quinientos kilos, para hacer promedio exacto. Tengo algo de miedo que para entonces el traje de paquidermo me quede apretado. Éste medallón es una parte de mi vida, que quizás me adose volumen de persona, pero no soy yo, sino él, el propio grande Lorito, que computa sus kilates aparte de mi. Estoy en ayunas con un sanwichito de éstos solamente, pero de haber comido seriamente, más el medallón debería pegar en el travesaño a los quinientos kilos, las reglas las fijo yo, de nada vale el autoengaño. Sé perfectamente que no llego, que estoy a pasitos, ensayando para dentro de muy poco. Luego vendrá el descenso, que será pasar hambre, apetito todo el día, languidez al por mayor. No veo la hora de comenzar a cavar el hoyo donde luego de terminado la primera inundación que llegue irá hacer existir una laguna gigante. Que calculo yo, llevará por nombre, el nombre de la osa desaparecida: laguna Moli. Y en ella iremos a depositar al tiburón sin dientes; que hoy sobrevive todo doblado el pobre, apostado en una pileta de lona, que cuando se endereza tenemos que hidratarle la cola, y que vive sin aleta, víctima de una sopa por demás exquisita. Que luego será confundido con el monstruo de la laguna. Con todo y pena, seremos felices. Y mi esposa que en verano irá a permanecer en la laguna hasta que se le despegue el traje de oso Ursus Americanus, y aparte el calor que tiene mi pobre santa, que la tiene estupefacta y sin ánimo para conversar; bha muda, que no quiere hablar directamente. Hemos dejado el sexo de lado, pero ultimamente me besa en la boca que sabe a placebo de mermelada de papaya. Tengo entendido que si logro el récord de los quinientos kilos, en estado óptimo y atlético, la municipalidad de Luján desea acompañar la segunda parte de la gesta, haciendo frente al plan de adelgazamiento, de la inducida anorexia, cavando yo un trillón de paladas de tierra, colaborando ellos como soporte, utilizándose las topadoras, pues, en trecientos sesenta días, que sería el tiempo establecido para la segunda etapa, de regresar a mis setenta y nueve kilos naturales, será imposible que yo solo, y mis dos rinocerontes arrastrando diferentes carros, para colmo ella preniada del nuestro rinoceronte, aunque deberá trabajar también, vayamos a poder cavar y arrastrar el pozazo del tamaño de la laguna de mar chiquita, de una profundidad promedio de metro y medio. Hemos de crear un paraíso, con aquella dichosa laguna, para el público de la reserva, para el bendito pueblo de Luján, dejándolo a salvo, de aquella inundación que azota al distrito permanentemente, también, para nuestro Buenos Aires querido, ahora orgulloso de su nueva laguna, inmenso espejo de agua dulce de rio. Participando con los turistas, que tengan a bien acercarse, con sus kayack, con las velas y los gomones de a motor fuera de borda. Y entre todo ese caudal de riqueza humana y animal, el amado tiburón, manzo, amigable. Por poco un delfín de película, pero no un monstruo malo, divertido, bueno cual renacuajo de charco, buena persona pues es casi uno más de los nuestros. Y no una bestia depravada como el guarda parque Joe San Luis Espineto; de quien estoy seguro que sería el jefe de este grupo nazi de estilo yanqui. Aunque a decir verdad, en aquella oportunidad, Mabel me había persuadido que él, en su maldita función de cuidador de la reserva, ignoraba que el tiburón estaba allí para comernos, le creo pues estaba acompañado del padre Fulgencio, y es raro que vaya hacer eso, no obstante tengo mis serias dudas, sabido es que al maldito le importa un rábano el que dirán, a menos que sea la opinión de otro zángano igual, de inconsciente depravado hasta en el alma... Vaya, disculpe, sé que usted no sabe de éstos entretelones, pero este sujeto nos invitó a dar un chapuzón en su pileta, como para que a mi esposa se le despege el traje, y tenía un tiburón escondido.

Bueno lazarillo y amigazo tenga a bien arrimar la muralla, que al fin estando al pie de la balanza, debo despejar toda duda del misterio, ha llegado la hora del momento del despegue, sepamos del balastro el informe implacable, donde los volúmenes de cantidad son verificados con meridiana exactitud, no pudiendo nadie escapar del veredicto de la balanza justiciera; pues balanza que marca cualquier cosa dá motivo para las guerras.
Espero que no haya damas obreras mirando, allí escondidas entre las auto partes de los coches, contabilizándome cada pliego de la obesidad. Epa, que ven mis ojos, en sacudida de sueño realizado, por fin he alcanzado los quinientos kilos, aleluya, faltan solo algunos poco gramos. Que suenen los trombones: Estoy al pie del éxito, con un irrisorio esfuerzo de pelar una pera será suficiente. Ha cenar fuerte hoy y mañana, más pasado, vuelvo a ver que sucede, espero que para entonces, hayan reparado la luminaria.
De firme reputación del reinado nuestro, aun el freezer reluce de cortes sabrosos, bha, poco, no se crea que mucho. Con creces tranquilo con manducar fuerte hoy, en lo que reste del día, que prometo no han de quedar ni los piolines, y cálculo que mañana al desayuno con regia parrillada, horma de queso, por fin voy a lograr la tan deseada hazaña de los quinientos kilos, y algo más de miguitas de responsable yapa, con medallón y alegría puestos.
Oh, insigne medallón de mi amado lorito, arrebatado el pecho de emoción al pie de la meta fijada tengo, derrochando latidos de fe con cobertura de orgullo suelto, en la oscuridad de la fábrica envuelta de oscuro profundo que nos aprieta y embuelve; recalando la mirada entre el fulgor de un achaco de luz decaída, donde brillante subyace el puntaje prometido, dando aliento a mi alma testaruda llegamos a la cumbre más pesada. Joven lindo, alcanza a este viejo realizado en nube de algodones, la bata, que tengo que ocultar mis partes impúdicas, prenda de vestir que es casi grande como el telón de la comedia francesa.
No existe otro animal mas que el humano, que pueda y logre, jugar con su cuerpo haciendo que cambie tanto en el sentido de su voluntad. Voy a llorar tanto, que he de rebalsar la copa hasta mojar la base. Oh, medalla poderosa, has que la fe que puse ayer sea sensata alegría eterna, y que mis kilos toneladas de amor en la recámara del dar. Usted Lorito fue entre Mabel y yo, esa flecha que atraviesa el corazón de los enamorados. Sepa que el amor de los ausentes es también fuerza de inspiración donde el amor permanece.
A la flauta, este mi medallón, suelta luz que ilumina la fábrica de repente, cual sí el sol se entrometiera. Y de tan inspirado creo ver entre los rayos, un coro de ángeles y animales, que juntos festejamos, por algunos gramos, mis quinientos kilos. Usted amigo mio, que sonríe cómplice con la sonata, podría explicar que sucede?
¿Que? Que han venido, el intendente, la gobernadora, y una comisión del libro Guiness de los récord? Que ya estoy nominado, que esto es una fiesta sorpresa de la bendita consagración. Gracias por el batir de palmas en pos de una cerrada ovación. Ahí veo al gobernador del Chaco vestido de cuervo que vitorea con las alas. Y tanta gente del pueblo aclamando con matracas y serpentinas, y espuma de carnaval de vívido merengue. Y estallan bengalas y la gente ríe reconociendo algo inmenso en el homenaje. Y una torta con crema en mesada de ruedas con rayos. Están todos mis seres queridos; solo faltando Moli, que empaña el círculo intimo; aunque para nada a la multitud de hinchas del gordo Ignacio Poncini,uhji, campeón que aparte desafía los albores de la inundación. Veo la rinoceronte Leticia que por fin descansa del carro auxiliar, y el macho con una corona de rey, más corneta de plástico, que hace sonar cual un himno bipolar, al ritmo de la respiración pausada.
Si la crecida no lo impide, preparen la capacidad de asombro, que mañana mismo comenzamos con los primeros viajes con repletos los carros de tierra hasta el zenit, desde nuestra chacra rumbo hacia el inmaculado bosque, que será el Aconcagua sembrado de plantines.
La mayoría de la concurrencia instauran con sus trajes de animales una fauna que remite a la globalización de la existencia, algunos en peluche suave, otros en plumas de en serio, igual que Mabel; con ropa encima, para no parecer crotos emplumados, o simplemente, peludos desnudos sin pudor ni escamas. No es acaso un récord tanta gente disfrazada fuera del carnaval? Otro récord aparte de mis quinientos kilos? Aquí Rita ayudada de Mabel, me arriman al proscenio de la balanza, mi traje de elefante, recién sacado de la tintorería ¿Que mejor ocación para estrenarlo? Y ahora yo que estaré acorde con ustedes para acompañar a mi querida concurrencia; y a Mabel, que cual ejemplo a destacar, escuchen, a sacado de la intemperie cruel a esta viejesita, que hoy vive con nosotros cual una más de la familia, infinitas gracias ángeles mios, estaré vestido de elefante en breve, parado en dos patas firmando autógrafos, también aplaudiendo la fiesta de todos dispuesto a ser fotografiado.

Es un tremendo vaiven de las emociones ver tantos falsos animales, y allí veo un grupo vestidos de langostas también, feliz de que allí esten en representación de tantas que he comido al pie de un sentimiento iracible. Ya siento estas orejas como parte de mi cuerpo. Gracias también por esta típica corona de laureles, símbolos del vencedor. Solo que ésta es una de velatorio. Tengo actitud de colosal agradecimiento y brindo, con esta botella enorme de champán, por la salud del pueblo y el bienestar del mundo. Hoy no, pero mañana prometo comenzar a adelgazar. Siento en mis brazos la fuerza de la fauna devorada, que voy a lograr convencer a mi voluntad hasta lo insólito, sacando de un bocado el pozo de un océano, y arrastrar el sobrante hasta crear un monumento donde un farol de niebla habrá de acariciar la luna con sus fotones.
Por prodencia, pido, demos por finalizado, éste para mi, hermoso evento que colma de orgullo mi ser, premio de la coronación del más gordo del Mundo. Que no vaya a ser que el rio que invade, por desventura no se ande con chiquitas, hundiendo la ciudad y haciendo reemplazo del aire por líquido, y así nos sumirá en hablar maldiciones soltando efervecencia. Gracias amigos por el reconocimiento sincero. Hoy nos aporrea el viento sudeste con corolario establecido hasta que la posta de otro viento haga reemplazo, haciendo cambiar los pronósticos como las paradoja todas; que una y otra vez vuelven sobre lo mismo y a empezar de nuevo; de quedar flotando únicamente las hojas y las jangadas con hacia la dirección a la desembocadura. Pero al salir vean con recelo aquella agrupación unitaria, que avispados de la nuestra desconcentración, van apagando sus antorchas en el rio, queriendo intimidar con la imagen del vapor que abrupto sucumbe al humo, además el estridente chasquido del deseso de la llama; que se va tallando un mensaje que subyase violento con promesas de ira, allí muy panchos flotando en barcas de clubes privados, con carteles que argumentan disparates: ¡Sepan que yo no cazé de un disparo, al elefante que llevo puesto! ¡Murió de viejo! Entonces temo que las aguas lastimadas nos tapen antes de lo previsto, pues el viento ha de soplar en un sola dirección, ofendido por el desagravio, con la fuerza de un tsunamis rioplatenses, pues dios mira, escucha, y se expresa por medio de la naturaleza militante de su partido.
Sesta parte.
Joe: Estimada señorita Rita, por favor, tenga a bien aguardar ser atendida, mejor vaya para la zona de las jaulas y entreténgase en darle de comer a los animalitos, enseguida la llamamos; necesito estar a solas con el padre Fulgencio, que debo derimir cuestiones muy importantes; que a lo mejor atañen a nuestro futuro destino ¿Que, que los camioneros se han robado los fardos de alfafa? La que nos faltaba, bueno depués hago inspección ocular, entonces simplemente aguarde allí fuera. Padre Fulgencio, la tengo en la ganchera. Está mujer pareciera estar afectada de radioactividad que tiembla cual una chicharra. Aunque a decir verdad, no son pozoña, ni en balde, ni exagerados, esos chascarrillos que corren sobre los efluvios estomacales del gordo Ignacio. Este hombre erupta cual espeluznante volcán en celo, donde los jugos gástricos vendrían a ser la lava, que fusionados con los ácidos úricos le dan virtudes nucleares a esa infección que emerge furibunda del estómago; múltiples desechos que emanan invasivos de esa panza con forma de montaña, adquieren un poder extra gracias al centro de gravedad que anida en su alma, que estableciendo una lucha feroz con la gravedad del planeta, en guerra intrincada de atracciones cruzadas, en empatía con los magnetismos propios, imprimen dicho eter estómacal de morfología intrincada, que de garabato a hechuras múltiples crean seres en exentricidades bautizados vida; la propia atmósfera recibe esa energía densa, libre de veneno, que no hace daño a terceros, pero que si salpica el paisaje de ingente disgusto; hasta`pudiendo forjar del horizonte la extensa linea recta; que él metaboliza alegremente y entre todos esos factores transforman en insectos o cosas puntuales. Y fíjese que loco, luego expuestos al fuego, hechos llamas radioactivas, curiosamente, por suerte, una a favor, no intoxican al chef de turno, ni a los comensales, que no quedan las comidas para nada de pérfida contaminación. Por ello estaría bueno que hagamos fabricar un globo, con sonda en la panza, a propulsión a eruptos, y mandarlo de una para la estratósfera.
Yo prismáticos mediante, es como si estuviera de copiloto de Ignacio, por medio de la telepatía, tratando de convencerlo que deje a la hembra rinoceronte descansar un poco del carro, que está a punto de dar a luz, nada menos que a un tercer tesoro de la humanidad, con decir que si muere aumentará el riesgo país; o de los tapetes de las damas rozadas saldrán cruces verdes que nos ciegarán los ojos; que pareciera que de ese ínfimo número tres no podemos pasar adelante, pues de seguro antes sucede algún evento malo que lo impide. Es un chanta pufi, un farolero, sobre un montoncito de tosca dura, donde instalaron una tienda de campaña, con un par de bidones con gasoil, hizo colgar un pasacalle que dice: El campamento de las topadoras. ¿Viste? Con la laguna ya casi terminada igual pesa trecienos kilos, no está pudiendo cumplir con las promesas de la campaña. Mejor cierro la cortina que no puedo observa maltrato animal sin sufrir muchísima indigación. Gente pobre de la zona se acerca a querer comer, hay otros animales al asador. Ya no sé bien cuales son los míos, o los que él compra a mis distribuidores. Mejor voy a cerrar las persianas también a si no veo nada, y hasta mañana no las abriré.
Oh, allí veo al carro que arrastra la desdichada Leticia, que rebalza de tierra, humeda de la lluvia, con las ruedas que parecen pantuflas. Cuando por fin la inundación el pozo llene, de renovado paisaje, me ha de quedar el lago sobre el límite de la reserva, vamos a tener que alambrar nuevamente pero con cerco de mayor altura. Esta gente son todos gastos extras. Ahora él mismo compra, a mis agentes federales, los animales que luego manduca a mandíbula batiente, aun a expensas de estar a dieta, siempre generoso con el bien ageno, comen juntos entreverado con la población de carenciados, en holla popular donde cada vez asisten más saparrastrosos. Volvamos a lo nuestro, que ésto retorcido igual da paño para recortar y recordar a cada momento. ¡Eh! ¿Que ocurre con ese estruendo? Como en trifulca callejera los choferes se disipan, y disparan de al lado del gordo Ignacio. Que le dije Fulgencio, a eruptado nuevamente, que sin ser granizo de caracoles, del cielo caen un montonazo de piedras de gullo. Ah, basta de mirar porquería, a esta película ya la vi.
Usted me cuenta que finalmente no es sacerdote, sino un simple monagillo, y que la carrera "ésta", de falso cura comenzó justamente en aquel fabuloso casamiento tan exótico de los Poncini, pues los auténticos párrocos locales, te pusieron a vos en reemplazo de ellos, pues no podían hacer consentir ante dios semejante despropósito. Quiero que entiendan que debí guardar silencio de mi amor hacia ella pues en aquella ocasión me declaré subyugado pero no me sentí correspondido, permitiendo luego, acobachado en un rincón, que se casen sin oposición.
Todo el mundo sabia perfectamente que Mabel estaba atrapada en el traje de oso. Que inclusive aquello fue un accidente de tipo fatalidad; pues su adorable identidad quedó postergada absolutamente bajo el cuero peludo del ursus americanus; y que el atuendo es propiedad de la reserva, pero ella se lo colocó jugando para coquetear conmigo, y a reglón seguido, al encuentro virtual con su marido, éste bestialmente la ató de las patas y la arrastró, al galopar enérgico del rinoceronte, por largo camino; y que por la sangre cuajada pintada al cuero, quedó el atuendo del oso adherido.
Aun así en la catedral continuaron la farsa, con usted Fulgencio como falso sacerdote, incluyendo las confesiones que Mabel hizo a posteriori vestida de oso. Que se le hacía muy dificil convivir con alguién de personalidad tan expansiva. Que una vez liberada, y en vías de resolución factores impostergables de la coyuntura, tenía pensado huir para siempre. Igualmente Fulgencio, hizo muy bien en soslayar el secreto de confesión, y venirse hasta aquí a contarme la verdad del rompecabezas; sin hacer gestión de superiores, puesto a la vera de la propia inquisición. Y por ello vos querido amigo, que hoy gozas del sueño de la juventud, cuando hayas terminado de gastar el último rastro de antioxidante celular, el cielo te ha de premiar con el eterno paraíso. No es para nada fácil tener que aceptar un destino tan alocado sin que estallen las emociones formando ideas, que luego en acciones transformadas vayan a transgredir el remanso del bienestar impertante. Aun preservo indemne en la moderna autopista del cerebro mio ¿Por que sabe la tube que remodelar en lo de la psicoterapeuta? Transitando lozanasas algunas neuronas intactas, otras, cual neumáticos, quemadas en la banquina, y parte de la inteligencia puesta a rearmarse en otro carril de la colectora, aguardando el guinche del automóvil club, que con puente de batería avive el chisperío, para que juntas puedan asimilar lo sucedido y continuar pensando aunque sea un poco. O sea que Mabel es, desde aquella memorable coronación de los quinientos kilos, la escúalida Rita, hasta hoy aguardando safar del cancer no bien pase algún autobus de los milagros, que santamente espera afuera para ser embalsamada en algún espacio libre que quiza quede de alguna sede del purgatorio en tierra; cual si hubiera acudido a un fiscal protector, en su eminente necesidad de defensa, y amparo. Entonces Mabel, una vez liberada, gracias al sacudir del cuerpo flaco, fue con la osa Moli, desde antaño el animalito hembra metido dentro del atuendo insigne del oso macho, y despavoridos los jerárquicos de la basílica de Luján te ordenaron a vos nuevamente, tomarle confesión en el confesionario, permitiendo que ambas estuvieran allí juntas, pues claro, no se pueden separar ni un minuto, al resgurdo que la osa disfrazada no provoque desmanes. Y en el retablo mueble hablando Rita de costado, con usted de confesor, por fin supo quien es Mabel, la vieja raquítica que lidera el absurdo binomio. Y entonces la pregunta que cabe es: Y donde está ahora la osa disfrazada de oso.
Uy, no, a caído. La visión de los ojos penetrada de lenticular película, escalofriante jadeo refleja en las retinas, que pasmados los sentidos sueltan furia de las venas bordoses, la rinoceronte Leticia está pariendo, balnaceándose colgada de las varas del carro, que apuntan al suelo, asistida de Ignacio, que tira del borrego cual si tuviera puestos borceguí dos números apretados. Diga que el gordo está de rigurosa dieta sino apostaría a que se come la placenta. Y para terminar la odisea de la película ésta, de cero estrella de la crítica especializada, que se proyecta inocente en los círculos empañados del catalejo, sumando colmo de los colmo al final de lo nuevo que viene esperanzado, la madre muere de un síncope cardiaco. Quizás no, seguramente feliz de librarse de ese monstruo opulento, contumaz de agape permanente, bruto con rostro de filósofo griego luego de hundido en baño de sales aromáticas; es evidente que a perecido, que estiró las patas como dice la canción. Cierra las persianas muchacho.
Mira a este castigado por los hombre, arlequín de la chacota, supongo que por amarrete, de buscar en los supermercados dos por uno de meraderías estacionadas para estirar con ofertas el bapuleado sueldo. Entonces debo tener de reserva moral paciencia infinita, y amar perdones, y llora a destajo deplorando la risa, y serguir confiando en que el pito catalán del destino se forge en artritis, convirtiendo mi pena en deleite de pasiva recración de viajar en carruaje funerario, revalzado de coronas con mi nombre mal escrito ¡Pues me quiero morir sin que nadie se entere, y luego quedar reducido a nueva felicidad en algún cantero! O de última quedar incapacitado en tétrico nosocomio en silla de ruedas, antes que seguir en este laberinto de terror a cuenta regresiva donde el cero es el abismo. Yo no quiero matar pues simpre quise ser tibio, gris claro, liviano, anodino, híbrido, y aun enclenque lo deseo, en tal caso pasar desapersivido para la historia local (estese seguro que al sitio no le han de faltar guardaparques de recambio ) aunque con todo lo obligado que me siento a intervenir en favor de la justicia por mano propia, prefiero elegir remontar al gordo del fundillo hasta alcanzar la pobre luna. El rinoceronte por fin a salido ayudado por Ignacio que lo sigue tirando de las patas hasta meterlo en el carro que dejara la madre. Pero la madre murió como consecuencia de y es un peso muerto. Para remedio del insatisfecho disoluto, ahora alzan a Leticia en una topadora; más el Ignacio ese insiste en colocar al cachorro aun sucio a tirar del carro, el rinoceronte suelta una lágrima que parece chiche, la llevarán al campamento a carnear abriendo la panza cual un pez; ay, ay ay, pero la tentación les maneja el alma y mejor la carnean en la propia pala de la topadora; y festejan todos como un gol de triunfo sobre la hora. Ignacio hombrea el carro y arroja la tierra al pozo; al instante alguien le alcanza un cartel que dice: taxi. Volvamos a las capuchas y las antorchas, pero esta vez con palas para cavar su fosa. O no, mejor prefiero remontar por el cielo a ese inmundo gordo forajido. Como puede ser que un solo ser humano precise de un ejercito de soldados para él solo, que lo mantengan a raya de lo insólito a propagar.
Ah, pero de entre tanta oscuridad colorada, he reflexionado sobre esas ultra fogatas que arden encendidas tanto tiempo, que ni el abundante agua las puede apagar, ni tan siquiera que mermen un poco. Vea Fulgencio, vea, en una cocina a leña encendí una patita finita como una aguja, solamente, de la langosta radioactiva con color de mariposa que encontré y hace una hora que la llama arde a la misma temperatura, entonces se me ocurre, juntar algún resto de lo que despiden los eruptos, fabricar una nave y remontarlo al espacio. Tu puedes ayudarme dándome aliento, consintiendo castigar al soberbio vandido ¿Vio Fulgencio como las galaxias son de una forma de espiral, bueno así es la fila de cientos de cabezas de ganado que se expanden por la laguna, vaya a saber por que motivo. Arden las fogatas en el pozo, dando la vuelta por toda la ribera.
Hoy para mi, los paros de camioneros y del campo, son un decreto de indiferente pariedad en mis emociones, y lamina de dibujos las reuniones populares en derredor de muchas hollas, más una silvatina ensordesedora la amplia fauna decapitada sobre tablas de cocinero donde desovan las moscas. Aunque las fogatas ardiendo exesivas bajo el paño rojo de la carne, intrigante enigma de mi tajante soledad, anclan en mis ojos cual un pellizco, mientras que frente al frenesi del gritarío, impotentes mis oídos somatisan puntadas.
Ah, pero entonces Mabel también le hubo chimentado la estrategia del plan para escapar (Mire como será el nivel de hartazgo que hipoteca sus bienes a favor del invasor) que la osa Moli quedó en el campamento de las topadoras al cuidado de los maquinistas, y que ella rajó hacia aquí como parte de un salvoconducto antes de huir hacia el exterior. Es mi amiga, no lo puedo permitir. Fulgencio, escuche bien lo que le voy a decir. Quiero que usted, en ceremonia breve, muy por encima del protocolo, nos una en matrimonio. Usted diga rápidamente: Acepta como marido a tal y tal, que yo contestaré por ella; y lo propio conmigo sin decir tanto nombre, y yo diré de buena gana: si acepto, más luego agregaré: Entonces nos declara marido y mujer; y vos respondertás con la cabeza que si.
Llámela con los dedos y vea como la descubro ¿Sabía? Mi padre quería que fuera sacerdote de verdad, plasmado en santidad, pero yo veía que me atraían mucho las mujeres, y desconfíe de mí, sintiéndome inepto para esa tarea de tanta resposabilidad moral. Uno debe evitar las situaciones super negativas para no tener que llegar al extremo de matar por necesidad o defensa propia, pero como hago yo para evitar lo que se cuela hasta en la intimidad, el sitio privado, y te agrede una y otra vez. Antes de hacer lo incorrecto se debe efectuar una pausa, antes de hacer el mal hay que pensar en las consecuencias. El destino es de dios ¿Sacando la gente mala que otra cosa mala existe? Ninguna, la mala suerte, los rayos, los cortocicuitos. Para los Espinetos la muerte es algo reservado del destino. Matar es hacer morir; poner en boca de dios cosas que él no pretende decir. Estando en el sitio exacto donde debo habitar mi vocación, soy un exponente de la alegría que vive amargado. Hay gente que habla todo el día de matar, a lo mejor nunca lo hacen, pero se entrenan y están mejor preparados con la guardia del boxeador alzada. Solo quiero ser participe de algo que esté al servicio de la diverción, la cultura, el entretenimiento, el esparcimiento de las familias en domingos inolvidables.
La lluvia es mi carcel. Del acuaducto llega limpio el sobrante de la ciudad, pues pasa por unos filtros, que bañan suave el suelo extenso de tosca dura. Debo reconocer que el entubamiento que sale desde la propia catedral y luego se ramifica hasta llegar al pozo, está de diez; y orondos sobre la capa de barro crecen tiernos pastizales. Para colmo igualmente algunos animales escapan de la reserva hacia esa seudo cancha de futbol sintético donde en trampa mortal se sienten libres. Anoche llovió e igual las supra fogartas quedan indemnes mega encendidas; recuerdan a bagres gigantes del rio. Los animales pastorean en el mismo lugar donde son carneados y luego asados. En un sector del campamento acumulan los cueros de donde salen los disfraces. De la sangre se hacen morcillas, que luego comen frías antes del asado. Los propios choferes municipales de las topadoras adosan carne vacuna que llevan junto con damajuanas. Manejan borrachos y chateando con los celulares; dudo que haya mucha diferencia con el infierno.
Venga, pase. Hace lustros que se abolió la esclavitud, que hace atada al carro del hambre, al atestado descomtrol de la anorexia, en la antiguedad del suplicio que usted renueva como electrones; debería dejar de residir en la horca de la dependencia. Tiene muy cerquesita un salvoconducto esperando para ser libre. En paquetes anudados para regalo, un cúmulo de latidos de un corazón que estalla en la membrana de su aura; bonos que cotizan en el mercado de la felicidad endosados en su cuenta. Abandone ya esa pasividad que le impide usar el humor en favor del afable júbilo. Rita vamos, usted dice que no come por que Ignacio acapara todo ¿Que es Ignacio para usted? Haga catarsis y explote en coraje nuevo. Dice que está acostumbrada al hambre, ah, pero como se puede acostumbrar uno a eso, vamos coma de ese mendrugo de pan. No le interesa, Ignacio no está, yo no le habré de convidar nada. Mire al padre Fulgencio lo que lleva brillando en esa bandeja. Ah, el coala le alcanza uno. Muy bien, agarre no más, epa, no hace falta que acopie para mañana. Esta es tu nueva casa. Ah, a mis ricos pasteles no te resistes, te saltan los ojos y el cuerpo de exultante alegría. Tu eres Mabel, deja de mentir, fingir, el padre Fulgencio me ha contado todo; lo que tu vestida de oso le confesaste. Hola Mabel, mujer de los mil dias de ursus americanus, ríe al fin sin temores que aquí No estamos en un velorio, todo lo contrario. Me parte el alma de pena verte famélica, flaca como un palo. Cásate conmigo, ahora.
Mabel, aquí presente, no por casualidad, tenemos el instrumento ilustre impresindible que nos ha de unir en sagrado matrimonio. El joven padre Fulgencio, nuevamente pero esta vez en serio, con los abales necesarios, de haber consagrado ya mútiples nupcias, incluído tu dudoso casamiento con Ignacio; En la propia basílica de nuestra señora de Luján, consagrando en bastuismo a ciento de fieles. Entre folletines cultos de teología inperecedera, que al padre Fulgencio le rondan por la cabeza como pajarillos, en su devoción santa y debota, ahora mismo, al amparo de sacramento legítimo, en ceremonia sencilla y breve, sincera pero poco hablada, por fuerza mayor a domicilio, nos ha de unir por siempre en sagrado matrimonio, ante la dicha de una felicidad estable, o en la posible adversidad repentina que te postra.
Tengo aquí en tarro de ají molido, los anillos de casados que de mis padres fueron; desde pasado inmemorial que ni el tiempo mella, orgulloso de mi, que desde ahora mismo continuarán en esta otra bella historia de enlace eterno; en la prórroga de un tiempo de nuevos afectos. No por falta de presupuesto es que he elegido estas sortijas de tanto valor emocional; es sino por equilibrado sentimiento de amor, hacia la persona que hoy pasa: de ser amiga a ser mi esposa ¿Vos Mabel Azucena Amalia Quereida, me aceptas por esposo? Si, gracias al cielo, y yo también me declaro tu marido, hasta que la muerte nos separe. Padre coloque éste anilllo, aunque más no sea en el dedo índice, que aun del contacto con el condimento el oro brilla de una peculiar opacidad ecléctica.
Oiga, miren, allí viene cual tromba el gordo Ignacio, mitad sonriente y el resto enfurecido. Esposa mía, en nombre de Rita haz de vocero, dile que por un tiempo Mabel busca refugio en sitio más tranquilo, un spa o algo de tipo comunidad hippie, y sin demasiado elogio has que se convenza, y que sienta la contención que algún día volverá.
Pobre Mabel, que escracho, no ha quedado ni exiguo rastro de aquella esbelta princesa, nada. Haré que deje de estar transparente, con esa estampa social del ser acabado. La gente piensa, ella apenas si respira, sus ideas son como hojitas expuestas al viento pampero.
De matrimonio sagrado, ilegítimo, pues en lo civil hoy por hoy te dejan casar con una lombriz, el Ignacio ese, se propagó sobre Mabel cual un voraz incendio, que paulatino fue aplicando feaciente censura al libre albedrío, de placebo con importante fachada de niños bien; cuando agazapada se encontraba extendida una dictadura matrimonial de asignar silencio y calvario permanente. A cambio, el opulento jefe esgrimiendo una destreza integral que le otorga chapa de super hombre perfecto. Y ante la inmejorable oportunidad de delegar responsabilidades subalternas; creando resignación en la pobre santa, un llano pasatiempo rodeada de billouterie, con efectos de una falsa ilusión de transitar por un camino de margaritas, paseo de caperucita muy entretenido, cuando la realidad indicó que se trataba de una vida tediosa, que pacientemente soportaba con el sostén del cuerpo. En apariencia de un porvenir despejado de contratiempos, que se trató de una trampa de quitar el espacio de uno mismo, como para que deje de ser una incidencia molesta, a la vanguardia de un razonamiento progresista de metas inalcanzables; pero que eficientemente sepultó a Mabel en la madeja de un cruel atolladero; que al final termina por fulminar al involucrado. Esto es de lo que Mabel se dio cuenta a tiempo, y donde comenzó una ardua lucha por escapar, primero del traje, más luego del propio sastre, teniendo que bajar de peso hasta quedar hecha una escoba, más enseguida huir despavorida de la fuente del mal. No se debe ser pacato ante el desamable descontrol del agresivo, mejor hacen los que confieren castigo por mano propia, con los adeptos en la palestra, y aquellos afligidos compinches del bruto, expuestos al son de una contienda.
Fulgencio, quisiera mandarlo al cielo, que cruce el espacio y por último quede dando vueltas enderedor del planeta. Vamos a fabricar una cañita voladora gigante, propulsada por sus propios suspiros, y de ser posible hacer que remonte el aire hasta chocar con la luna. Será un aliciente, pues siempre estará metido en los recuerdos. O quizá fabricar un cañon convencional y hacerlo estallar con esos vómitos cual el plutonio.
Epa. ¿Que hace usted aquí dentro, sin permiso, en mi casa, entrando con rudeza, dando por sentado que nuestros corazones funsionan de igual modo que en un entrenamiento de astronuatas. Para no errarle a lo reverso, soverbio de si mismo cuando debería estar golpeando las palmas desde la entrada. Superlativo aunque desautorizado, sin gesto de bienvenida; descarado, de talante demoníaco entrado de sopetón, en el flásido clima hogareño. Estoy arto de ver mis animales que se resisten a la daga, para luego ser carneados; diga que una vez cocidos no pueden hablar, sino como en la propaganda andarían las salchichas suplicando clemencia. Retírese de inmediato. Mabel se ha ido, ya no se encuentra aquí. Deje de revisar la reserva. O hagamos al revés, con Rita y el padre Fulgencio nos retiramos nosotros y lo dejamos que busque hasta quedarse convencido. Fue deseo de Mabel que Rita se quede a vivir conmigo. Vamos ¿Y esto? ¿Que hace Moly entrando despreocupada? Ma fangulo nosotros nos vamos a ponernos a resguardo.

Septima parte.
Ignacio: A la vera de la onda tristeza andamos; queriendo consolar con mi canto tanto dolor del entorno, bordeando el pozo en pena y pesadumbre, buscando consuelo en las nubes tremendas, que solemnes se agigantan y degradan con el batir de mi congoja. Y que decir de usted, machazo rinoceronte, que eres un cerco de gloria que alarga la honra, de desolación envuído que hace esfumar al optimismo restante, de reciencito no más, querer salvar del deseso parturiento aquella santa que ahora yace en un parante de cristal en las puertas del paraíso, esbelta la estampa en la muralla. Discúlpame rinoceronte compañero indestructible, que le hice parir a la señora en la ribera, con el alma evanecente que nunca supo lo que significa ser madre. Lo sé, por mi lucha, haciendo sin lástima que arrastre un peso tremendo, carente de valor en amores, pero si en virtuosismo. Sepa que Ella es feliz antes y después, inclusive y durante. Y el hijo suyo, compañero, de movida sacudido el entendimiento con lo arduo de arrastrar un carro vacante; que lleno no puede, pero vacío si, y lo arrastra dendeveras cual un gladiador romano, sepa que algún dia será tan robusto que habrá de remolcar camiones con acoplado y el freno de mano puesto.Voy tarareando por la escollera, canción de cuna para el pequeño sobreviviente, que acompaña apoltronado en la gatera, como madado entre las varas de un carro, detrás de la cuarta de soga. Y ahora su potrillo, con los cuernos a por salir, también se ha de sumar a nuestra lucha; un orgullo opuesto a la política militante, de muchas veces molestar al indeciso para isidirle el alma, que lo nuestro, amigo, es buscar el milagro que la gente razone con la inteligencia y no con las orejas, careciendo de tener recelo del hondo saber tan necesario.
Con maple de ideas en la mollera, muy consustanciado al almanaque, con los centímetros asinados al minuterío, sumando luto al duelo de la meditación, discurro los distintos tráficos de posibilidades de obtener sabrosos beneficos del arrendamiento. Estoy azorado de ver tantos camiones formando fila por toda la ruta; y encima aquel jabalí tobiano, metido en el caño de entrada-desague exclusivo de la catedral, fuera bicho. En desfile de seiscientos metros que saben a leguas, mascullando ya casi llegando al meollo de las cuestiones, avanzo de disquisiciones impregnado, discurriendo en que minga de arista elegir debo, a propuestas bravas de la coyuntura nacional.
Hola, hola, buen dia, buen dia, feliz primavera, feliz primavera, aquí vengo, aquí vengo, llegando llegando. Señores camioneros, aunque mi estampa de ídolatrado procer, de una delate quien soy, voy a identificarme para que no queden dudas ligadas: Soy Igancio Poncini, que lejos de ser un inepto, me levanto a cada día que pasa, con la voluntad de cursar el complicado transcurrir de los acontecimientos, deleitado de amalgamar el destino con académicos argumentos. Aun en las ríspidas circunstancia gremiales por las que atraviesa la Argentina, de ustedes con graves conflictos en la pánamericana, desde ya mucho gusto en conocerlos. A priori sé lo que desean; conozco de los abales que solicitan; y Que con hilo de coser son marionetas de las graves circuntancias; con a favor el atributo perecible de poder decidir el presente que caduca a cada instante. Permita que tome aire que puedo despejarles las varias dudas, agregando que tengo los abales necesarios al momento de las comprobaciones, que mejor será que confíen en mi palabra antes que conversar con mi señora, la titular de todo aquí. Sin ser un bien gananacial, se puede decir que somos los dueños legítimos y ocupantes desde antes de la conquista del desierto; del pozo éste, que ayer fuera una chacra, y que pronto será una laguna cisterna, que cumplirá con la doble funsión, de drenar el agua que sobre del corazón de la ciudad, con En la entrada unos filtros que deparen agua cristalina, y así dar alegría a los ilustres visitantes. Efectivamente, todas las reces caberán mejor que en la jaula del rodado, que aquí nunca habrá tranqueras que hagan demorar el trámite. La crisis es tan importante que la inflación deshace los precios viejos haciendo prohibitivo el acceso a los productos básicos.
Vaya, disculpen, no se sobresalten, nada, he eruptado feo. Caramba. LLuvia de granizo parece. Estoy hecho añico de tanta parrillada de los obreros, que no puedo negarme y me termino prendiendo. Ha de ser también por el sacudir de la galopeada, y por tantas novedades condensadas en esta mega ceremonia, que pareciera feria de las naciones. Uy, juna. Junto con el trotar del rinoceronte estas custiones de negociar me revuelven el estómago cual centrifugado de lavarropas. Son piedras de calcio, que según tengo entendido, potenciales cálculos renales. Que alivión entonces. Lluvia de granizo sin alas que irán hacer arder las fogatas como: soles a domicilio.
Para que se den una idea, les cuento, que reciensito murió pariendo aquella rinoseronte que tuvo este valuarte; que de suerte tironeando cual dentista extrallendo un molar del juicio, lo pude sacar al abadito. Y ustedes lo vieron, que rápido como un bombero es llevada al campamento para ser carnearda, y ponerla de inmediato a asarse al son de las fogatas. Aquí no hay carne que alcance. He aislado el tratamiento de adelgazar en la calamidad del asado de falda. Bay pass gástrico para mis ilusiones de comer como un desaforado, que debo bajar como doscientos kilos en una tórrida semana. Esta piedras son plasma cuando se las expone al calor de la llama, de inocuo humo, que duran lo que el parche del pirata en el ojo advenedizo.
¿Cuanto tiempo calculan que el ganado estará ocupando el pozo? A la flauta, mínimo tres días. A favor tenemos que la napa del suelo es de tosca dura, por eso al impacto de los ojos de inferir explicaciones, parece un patio gigante de un penal de reclusos de tailandia. No por este motivo, les comento que estoy trabajando en cavar el entubamiento de salida, de mantener, al presentarse una marea, el nivel adecuado que mantenga el lago siempre igual; venimos teniendo suerte; aunque los directivos de la reserva nos piden que apuremos pues temen un desborde ¡Que barbaridad con lo de ustedes! Bha, con lo de ustedes y con lo del simple apostador de la realidad, que se desangra el bolsillo por un kilo de harina. Era de espera nomás, semejante parálisis de joder al país; que se piensan, que con nuevas retenciones más caras, nadie va a protestar de manera generalizada? Y que si suben el impuesto de la carne no abarque también el paro de la hacienda de ganado; que si las cuestiones de los sueldos de choferes, quedan estancadas no haya multitudes formando largas filas de camiones cargados hasta el techo. Y con que sueñan estos energumenos, que si aumenta todo pero el sueldo del productor sigue igual, no haiga manifestantes arrojando las hortalizas a la autopista, y un bloqueo confirmado, cretificado y total? A ver, veamos, miren, ustedes me hablan de incentivos para que les permita bajar los toros al pozo hasta que resuelvan el conflico. Regio, podría ser. Tiro la toalla si ha cambio nos regalan algunas decena de cabezas, por cada día que tengan la manada pastoreando, que prometo irán enseguidita a para al asador criollo. Aparte que tienen que poner gente a recoletar la bosta que no quiero que luego el pozo parezca un chiquero. Y si no vean, hay distintas hogueras con carnes rojas, y gente carenciada del lugar se acercan a pechar comida. Una duda que tengo: ¿Ustedes que piensan; se habrán de llevar bien las vacas con ciervos, guanacos, jabalíes, búfalos y avestruces? Lugar hay, pero empecemos poniendo trecientas, como mis malditos kilos, que a esta altura debería estar pesando ciento cincuenta; cabezas de ganado, digo ¿Cuantos camiones tienen? Una cosa que veo y me preocupa, es que quedan pocos tiernos pastizales, de aca a mañana no va haber nada, pensaba porque no mandan a la reserva algún delegado corajugo y comitiva, y se traen, soja, alfalfa, forraje, y para los más chiquitos, vea, del silo aquel, bolsas de alimento balanceado.
Bueno muchachada trabajadora, aun en la nada del tiempo vacío, vayan arrimando los camiones de culata, que yo voy hasta el campamento de las topadoras, imparto órdenes de tareas culinarias y enseguida regreso con más precisiones. Allí en el campamento es donde van a carnear el ganado que usted me regale, así que elíjame los más gorditos y los ponemos enseguida a marinar.
Ey, vamos, vamos. Que bueno, que bueno, que bueno....Que paren las rotativas que aquí tenemos noticias buenas de poblar la redacción de angelitos chismosos haciendo zanjar el cielo de aplausos ¡Que bueno, allí veo los huelguistas apurados, recogiendo bosta de la entrada, piedras de mis cálculos, y armando nuevas fogatas. Hoy que me disculpen los jueces del cielo de la conciencia, que me estén calificando pero hasta que finalice la huelga la dieta no corre. De todos modos me voy a cuidar, voy a chupar como mosca los huesos, y a separar cartílagos y la grasa más evidente. Que país, no se sabe lo que valen las cosas, lo que uno tiene que ganar, que siempre es poco o corta la bocha. El gobierno es cómplice de los mercados, donde según ellos habitan los mejores exponentes de la especie humana, que ilustres desean que el rico se atragante de comida y el pobre se ahoge en su propia saliva.
¡Increíble! Moli, uy allí viene Moli, apareció la osa ¿Donde estaba hija mía? Acaso despertaste de alguna pesadilla sin fin, o por apetito no más el olfato te trajo como una marea, que te veo media flaquita enclenque. Pero, estaba en un error imperdonable, que lo he maldecido a Joe más que al actual ministro de economía. Venga mi santa, suba al carro que la llevo una vuelta en bondi; el chofersito es un nuevo integrante de la familia.
A paso de rinoceronte compunjido de cabeza gacha, y con la panza con solo arándanos de calcio como grajeas homeopáticas dando vueltas por la saliva, regreso de media luna en media luna, a la base central de los municipales, enredado de noticias positivas, con la osa como broche de acuñar oro para el matrimonio consolidado, amor que nació en un día de cazar antílopes, gracias a un loro ángelical, flecha del paraíso, que oficiando de paloma mensajera hizo enroque de cartas de amor de los enamorados, logrando hechizamiento duradero en los corazones nuestros, que ni la costra de la desdicha hace posible mansillar al testarudo parabién. Más luego cual mesías de un enjambre de langostas hambrientas, ofreciendo su vida las hizo aterrizar fuera de la siembra que empezaban a deborar. Que ahora prosigue su entrega en este medallón poderoso; del que algún dia saldrán palomas de la libertad.
Hola mis maquinistas de las topadoras, gracias por hacer posible esta mi hazaña; tengo buenas nueva para los municipales, los choferes del paro van a descargar una hacienda importante, bha toda la que hay en curso, de primera calidad, dicen de exportación, y como recompensa nos dejan unas para comer nosotros. Buenísimo, ¡HIuji!Dá gusto ver arriba esas gorras.,
¿Que pasa? Por que está el disfraz de oso allí colgado, es que acaso se le ha despegado el atuendo a mi señora? ¿Si? ¡Aleluya! ¡Bienaventurada sea esta lonja de destino que saboreamos, que salvo por lo de Leticia, continúa hechando retazos de buena fortuna! Pero que me cuentan, que a mi esposa se le ha desprendido el traje, y que claro, se ha ido a casa enloquesida saltando de alegría. Aleluya, bendiciones, voy para el rancho a llenarla de besos. Aunque después algún regalo bien caro tamnién ¿Que dice? Que Mabel se fue para la reserva, que raro, lo dudo, no creo, debe haber algún error, mejor voy primero a casa, que seguro debe estar allí; tanteando el hogar de nuevo y ajustando los reflejos ¿Ustedes aquí se arreglan bien? Bueno: Luego les mando el pimientero cabezón que les prometí, y unos rococos bien picantes, anque un poco más de sal gruesa. Ah. Por favor el cuero de la rinoceronte no lo vayan a cocinar, que después se hacen trajes.
Ey, vanos para casa a dar con la santa dueña de todo aquí, incluído mi corazón y sus latidos. Iuji. Mi nena querida, que lindo tenerte de nuevo, vamos a buscar a Mamá Mabel. No mire allí, despreocúpose mija que su principe no es aquel que flamea en la roldana del guinche ¿Sabe? Ahorita se ha ido de nuevo a otra reserva. Bha, ji ji, le hablo de otra reserva pues no va ser que vaya a lo de Joe y revuelva jaulas y funda barrotes de tanto nervio ansioso propio del amor eterno. Seguro que mamucha está en casa saltando de alegría, frente al espejo maquillándose pómulos y pestañas, al son de empolvar su bello rostro. Aunque a decir verdad, se le ha de correr el maquillaje cuando sepa lo de Leticia; pero igual lo bueno tapa lo malo y con todo lo triste del deceso hoy es el día de la herradura en la frente del desprevenido mulo. Sin medicamento se ha curarado de un mal que parecía no reconocer milagro. Che y de paso le digo que se desvista un segundo, que de un furtivo momento debo emparchar el alma de cariño express, de babosa ternura, rabiosa afición con ponsoña actuada, besarmos profundo en un segundo y regresar al ruedo pintados de rubor. Acariciarnos con prisa en una pausa eterna, cual esposos ladrones luego de una condena sin dos por uno. Empecinados y testarudos de abdicar lo displicente, sentirnos plenos de estar de nuevo para cumplir los pasos del amor en números tan largos como la deuda externa. Che, que raro que Mabel vaya a querer ir primero a la reserva...Está entrando agua a borbotones, lo que quiere decir que el rio está alto y que esto funciona de maravilla.
Caramba estoy llegando a casa y no la veo, cuando se quitó el traje, la deben de haber visto sin ropa, por eso están todos tan acalorados, que lindo va hacer de vuelta tenerla desnuda rojita sin nada.
Estoy igual contento dios! Se debe estar dando un baño, quisiera pasarle el jabón desde afuera de la bañadera, parece mentira, tanto tiempo peinando peluche ahora volver a la magra belleza de los poros... ¡Caramba, pero no está, no la veo. ¿Donde se metió? Mabel, mi amor, que alegría, libre nuevamente libre. No la veo. Mejor pego la vuelta, y voy directamente a la reserva, no vaya a ser cosa que sea cierto y yo testarudo lo dé por mentira. Voy a la reserva y de paso lo saludo a Joe y le pido disculpa por el mal entendido de Moli ¿Porque habrá elegido la reserva para sus primeros pasos en sociedad?
Mi Moli preferida y estimados rinocerontes padre e hijo, marchemos hericos, que La Mabel es ahora locura de uno mismo. Estamos en un foro acuático de especies animales, que no han dejado ni rastro del alimento balanceado. Y llueve intermitentemente que es un alivio en definitiva. Me dá escalofríos pensar que a éste repunte del rio se sume una tormenta de agua. Ha crecido el rio nuevamente, ah, que lindo, del caño segundo del acuaducto viene agua limpia a borbotones. Ay juna, son fiacas. Con tal de no mojarse la botamanga estos municipales se han dejado los grifos abiertos. Ah pero: Si andas sin laburo, el derrame de agua es tan limpio, espectacular, que la podes comercializar, que por hoy no encuentra salida pero después de las cinco de la tarde baja ha tan solo gotas divididas por mitades. Eso espero. La napa de granito absorbe cada vez menos, que por sectores empieza haber agua hasta cubrir un poco más de pezunas y osobuco. Es poco y el clima está mejorando ostensiblemente. Logicamente, los animales están bebiendo a sus anchas. Efectivo de la prefectura soy patrullando tu alegría, de peces y cuadrupedos te presiento en mi sonrisa. Que si la armonía se dispersó en virtudes margiales, obligada estás a mirar tus raíces del pasado.
¡Rita! Aquí vengo Sin parafrenero de las espaldas cargado, alegre tambaleando el alma con de yapa la Moli aparecida, cómoda pasajera, con chofer nacidito reciencito al compás de los bombos, y con el padre embuelto en luto y pena que igual tira sin reproches ¿A quien espera? Venga suba ¿Quien se puede aburrir con tanta huelga y delegados tan cachondos, atascados en la ruta desde Luján hasta el obelisco. Estamos ante un caos organizado y quisiera mostrarme con quien estoy casado ¿Y usted que está buscando aquí, que Joe la meta en una jaula para atracción del público? Que me cuenta cuñada, dele acerquese al fogón. Aproveche lo eventual farragoso convertido en chuletas para engordar un poco morfando con el pueblo, que por ahí se junta con algun madrugador, como aquella ex concuvina del acaudalo boxeador que empieza desde cero. Y yo al revés con tantas comilona al tren que llevo como mucho voy a bajar medio terrón de azucar en ochenta siglos. Ya quiero saber de Mabel y estrecharla con dulzura, que fastidiado se estorba la esperanza, y del fracaso queda el humor hipócrita y artero. Traigo exitada de la cabalgata de adorar su belleza monumental la astinencia disidente, con el mapa detallado de sus curvas en panorámico del tercer ojo, que pedaleo en la montura sobre el espacio vacio, soplando sus orejas cual velas de catamarán, e inhalando el aliento pelando y exhalando el suspiro cachondo. Parabrisa frontal de helicóptero son mis hábidos pensamientos lividinosos de tenerla atrapada, ambos salvados o hundidos en el placer inmaculado, de gozar sin escaramuza, apreciando el tiempo en soubenires eróticos de bienvenida al terruño. Ya en estampida los piojos huyeron quedando otra vez en bandeja su piel de salmón para mis sedientos colmillos, y será de admitir que soy un genio moliendo su carne de manteca con SaLiva de savia de aloe vera. Porque con quinientos kilos ella tenía que escalarme con arneses, más ahora sílfide, de caminata extendida van a estar inscriptos mis pies sobre su vientre. Tengo retrasos de todo tipo, pero el que más me fastidia, es no tenerla desde el minuto cero. Déjame adivinar, Mabel quiere hablar con todo el mundo ¿Verdad? Y por eso a venido primero a la reserva, a contarle a su amigito de telenovela los detalles del desprendimiento ¿Como dice? ¿De que habla? ¿Que es esta acarenga que me propina, de que se trata caramba; intrínceca advertencia que de despedida abrupta hace sentencia? Se ha marchado a recuperar el tiempo ido en selofanes, más antes ha venido solo para dejarla a usted al cuidado de Joe San Luis. Caramba, que contracara de lo dulce y previsible: Solo puede estar compenetrada con los troncos de su balsa; la cadena del Ni si ni no ni blanco ni negro.
Con lágrimas mías de llorar sin consuelo, regreso a ninguna parte. La garúa se engordó en lluvia hasta hacerse tormentosa, clara y limpia. Se llena el pozo al ritmo de un reloj de arena, y como yo en un laberinto de desesperación, los animales intentan escapar topándose con las paredes resbaladizas y a medio llenar; por ventura ignoran entender el vacio de respuestas del momento. La pared imperterrita y cóncaba, es ahora un frontón de tiro. Esto es un desierto con saliendo vapor de los oásis, tanto como en un incendio con caucho humo. Para colmo de los colmos animales de diferentes especies, atrídos por la curiosidad de la existencia, han ido entrando a convivir con las desconcertadas vacas. Las fogatas de mis cálculos renales, arden bajo el agua cual turbinas de formula uno. En los preliminares de una biblia naciente, sufro montado en rinoceronte triste en bulgar desconsuelo amoroso. Eh, delegado, saquen pronto las vacas que irán a morir ¿Eh? Que se ahogen me contesta. Las gentes apresurados descargan de los camiones bolsas de papa, zanahoria, cebolla y las arrojan al lago.
Con horrible disgusto, que no debiera soportar, Mabel se ha tomado una licencia conyugal y de cuidar mascotas; manera irresponsable de anotarse una asignación de esparcimiento. Sufro con enfrente una abismal holla hirviendo que despierta en mi una sonrisa, ambisiosa holla del tamaño de la luna, con especies de todos los confines que amortiguan mi caída estrepitosa; que quisiera mejor atragantarme con estos manjares que estar enpanado en disgusto. ¿Querida osa del alma, no estará Mabel escondida bajo el paño de tu cuero? Ella salió enloquesida del atuendo, cual si fuera un ascensor, a una eterna libertad solidificada; motivo de mi depresión de cuidar un lugar sin tiempo; que si mis costados quedan vacíos a los lados, y el piso es de tanto vapor como ahora mejor cruzo los dedos para el futuro afectivo. Entonces sueño, entre vapores de un caldo turbio en via de ser una salsa, con tenerla nuevamente conmigo. Querida osa Moli, está claro que el lago, que llevará por nombre el tuyo, está camino ser una holla de rico puchero, dueña de todos los que aquí, con servilleta de babero, estamos atónitos apeteciendo. De fragmentos constitutivo de un génesis con animales en vuelta de campana, vale distinguir las plantas de laurel, que hasta hoy mansillaron de aroma invasivo. Esto es como mi interior dolorido, un concierto de mujidos de todos los timbres y sonidos. Es el gernica de picaso con migo fuera montado en desconcierto, en un océano empalagado de falsa niebla. El lago se traga ahora cientos de vacas, algunas llevando zapallos anco atorados en el ocicos. De la mente en socorro los sentidos alterados gimen; hervido y tiernizados todo irá a quedar sin duda. Hay muchos animales patas para arriba y otros que muestran solo la dentadura limpia. Pafate, ¿Que escucho y veo? Es como un mugido que sale del centro de la tierra, rugido de las entrañas. ¿Que pasó que No se trata de mi ésta bulla estruendosa? Que de un coro de sonidos guturales se trata, alunisonos trombones de animales anudado en desesperación mutua. Caramba cuanta agua a entrado y que rápido se calienta, ¡Pronto! Se ha formado un romolino con sonidos, con mil y un añillos radiantes. Y mis oidos calcinados de infrarrojos timpanos escuchan esa sonfonía cual estertores de una selva en llamas, que se hunden, roncan y amalgaman, que nos sume en jadeo estridente de los oídos. Una burbuja gigantesca de fuerza sentrífuga, reflota desde la tosca dura y calienta como la polenta; disparados para arriba golpeándose las costillas contra la espuma del caldo reflotan los animales. Y alli veo perros, gatos, zorrinos, y muchas almas huyendo despavoridos, como diciendo qué es esta agua pelando del calor de un termotanque, que mata bochornosa con forma de túnica asfixiante; que impide la felicidad, que inhibe las patas, que ciega la esperanza, y sucede en un solo sentido, el sentido de la muerte; caños de escape libres en la siesta, sonidos que salen del hondo empaquetamiento del angustiado sufrimiento. Y mañana la bruma será grasa que flota, un piso de nieve de donde luego se freiran tortillas.
De todos modos esto cocinado es recién un sofrito infalible, con cebollas enteras reahogando camino hacia la transparencia, más estando a mitad del proceso de un flagrante guiso inmortal, será conveniente actuar con nitidez y perseverancia, e ir en busca de la esposa descarriada. Amigos cuadrúpedos, de ancestros en la prehistoria, mejor vayamos a la reserva a buscar a Mabel Quereida de Poncini y hagamos que regrese a hacernos felices nuevamente; que sin ella la vida es un tiempo ido, sin sucesos ni fechas que celebrar.
Resulta mixtura de risa y llanto, que teniendo la preza directamente hervida sin disparar una sola bala; la esposa del cazador le ande mimando al chancho burges que maldice su puntería. Cinta de embalar no poseo, que de seguro la he de traer nuevamente por las buenas.
Ahora tarde soñando despierto imagino vislumbrando el presente inmortal, que a las reces se les despega el traje como al matambre el huevo duro; y todos podemos hablar cantando en coro que entona triste diciendo: Regresa Mabel que sin ti nunca será lo mismo vivir la felicidad asignada al destino perfecto.
Me disculpo Joe por haberlo maldecido pues aquí está de nuevo la osa, sana y salva. Donde está mi esposa, tiene que estar escondida en alguna parte. Enseguesida por las luces del sol debe haber elaborado un plan para huir de mi lado. No voy apelar a una ley que defienda mis derechos, directamente con esta daga les abriré la panza a los animales hasta dar con ella. Seguro ha de residir en alguna gacela, o en algún pato gigante. Devuelvanme a mi esposa, ella me pertenece.

Texto agregado el 02-11-2018, y leído por 51 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-11-2018 Ten fe. Encontrarás a Mabel. Marcelo_Arrizabalaga
 
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