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- ¡Cerdo hijo de puta! Aprendiz de gánster. Se cree que porque está forrado en guita va a manejar a todo el mundo como a un muñeco. Pero bien que le partí la boca. Quedó tirado en el piso como bolsa de papas.Chochán de etiqueta. Mirá que te vas a babear con mi mina y me voy a quedar mirando. Pelotudooo.

Mario era guardavidas, y venía hablando solo a cubrir el turno tarde en su puesto de la playa de Aguas Verdes.

En realidad, no como todos los días, pues con lo que le había pasado la noche anterior en el boliche del pueblo, estaba que explotaba de bronca.

A decir verdad, paladeaba junto con ese sabor amargo, la satisfacción de haberle pegado a “Don Tito”. Éste era un personaje temido, no por su físico de 140 kilos, que sólo usaba para llenar de comida y cerveza, sino por los matones que siempre lo acompañaban y se aseguraban de que se hiciera su voluntad. Se trataba del único proveedor de droga en la zona de la costa bonaerense.

Ya entrando en la garita saludó a su compañero:

- ¿Queaseé Coquito?

- Uuuuy Marito. ¿Cómo andás?

- Bien. Tirando.

- Tirando gordos al piso, según me contaron…

- Ah, ya te enteraste.

- Y, pueblo chico. Che, ¿y a los matones también?

- Sí, a uno le partí una botella de cerveza en la cabeza, y el pedazo de vidrio que me quedó en la mano, se lo puse en el cuello al otro.
Ahí el chancho dijo: “Suficiente, vámonos, éste no es mi estilo. Pero esto no va a quedar así. Soy hombre de palabra.
Me cago en tus amenazas gordo,- le contesté - Y ya en la puerta repitió: Soy hombre de palabra.”

- Cuidado con el gordo, che. – dijo Coco.

- Despreocupate. No pienso invitarlo a comer.

- ¡Mierda que está bravo el Mario!

- Ja, Ja, Ja, Ja – rieron a dúo.

- Che Mario, cambiando de tema, ¿ya viste la playa?

- Sí, toda llena de arena.

- No bolú, toda gente nueva man. Recambio turístico.

- ¿Qué recambio Coquito?, si hoy, pará. ¿Qué fecha estamo, veinticuatro, veinticinco? ¿Enero tiene 31, no?

- Sí, ¿viste? No sé. Estaban ansiosos.

- Mirá vos. ¿Así que ahora hay el doble de gente?

- Nooo, de los otros no quedó ninguno.

- Me estás jodiendo.

- Y, fijate – dijo con una sonrisa - Yo no veo a ninguno. A ninguna, mejor dicho.

- Pará, estarán mezclados. ¿La turquita no vino?

- No.

- ¿Y la pendeja, la colorada? Esa estaba muerta conmigo.

- No, no quedó nadie. Si ya estuve caminando entre la gente, y no juno a nadie.

- ¿No? – dijo con extrañeza - Que raro man.

- Sí, eso, Son todos raros.

- No Coquito, son nuevos. Esperá que se aflojen. ¿Las minitas como vienen?

- Si es por eso no hay problema, materia prima hay. De la buena. Pero son raros. Son muy chetos, muy finolis, no sé.

- ¿Chetos acá?

- Y, mirá, todos con teléfono celular.

- ¿Pero son celulares o son radios?

- ¿Qué se yo? Mario. Yo me voy a morfar, que ya por hoy cumplí con mi horario.

- Bueno, andá nomás Coco, que éstos son pan comido. A las minitas en media hora las tengo marcando el paso, con celular, radio, tester, osciloscopio. Me da igual Coco.

- Bueno Tarzán, tranquilo, y no le pegués a nadie.

Mientras Coco se alejaba caminando, Mario se instaló en la garita Nº 2 (sólo hay 3 en la playa de Aguas Verdes).
Buscó en la radio su estación preferida, una emisora local que lo único que hacía era pasar a los Rolling Stones y dar el pronóstico del tiempo.

Se sacó el buzo. Aunque no hacía mucho calor ese día, no resistió la tentación de mostrar su físico modelado en el gimnasio. Se puso los lentes de sol y luego de tararear un poco la canción que sonaba en la radio, bajó la escalera y comenzó a caminar entre la gente.

Recordaba por momentos lo sucedido en el boliche, y se decía mentalmente: ¡¡ Gordo peeeelotuuudoooo!!

Caminaba buscando caras conocidas pero no había ningún rostro familiar a la vista. No se amilanó y se dijo: “A conquistar el nuevo mundo”.

Repartía sonrisas y miradas sugestivas a las muchachas.Tan sugestivas eran las miradas que se veían a través de sus lentes de sol.

Intentó entablar conversación con hombres y mujeres, cosa que hacía habitualmente con facilidad, pero no encontró buena acogida.

Unos simulaban estar atentos a la radio. Otros lo miraban como ignorándolo. Al menos eso parecía.

Intentando romper el hielo, y como para recuperar el orgullo de conquistador, encaró a una morocha que estaba como para poster de gomería y le dijo:

- ¿Qué es lo que hay tan interesante en la radio, muñeca?

Ella lo miró con una sonrisa provocadora y contestó:

- Hay que estar informada, bebé. Nunca se sabe - y siguió mirando el mar.

Mario sintió que no había conseguido una buena respuesta, pero por lo menos había hecho contacto con el sexo opuesto.

Mientras caminaba despacio, paraba de tanto en tanto y echaba un vistazo al mar.

Todo tranquilo. Y volvía a observar a la gente.

- ¿Hay fútbol hoy campeón? – le preguntó a un muchacho joven, que tenía la radio en la oreja y dibujaba en la arena con el dedo gordo del pié.

- Ehhhh, sí, sí, en un rato nomás. Se va a poner bueno. – contestó sonriendo.

- Pero, ¿quién juega hoy? – preguntó Mario.

Antes que el joven pudiera dar una respuesta, una hermosísima muchacha de unos 25 años, tomó del brazo a Mario, mientras le decía:

- Me voy al agua, Tarzán, ¿me cuidás? Mirá que no sé nadar.
-

- Así sea lo último que haga en mi vida, preciosa – contestó Mario mientras se sacaba los lentes de sol, para así poder observarla en detalle.

Ella agradeció con una sonrisa y siguió hacia el agua, con un caminar sensual que dejó a Mario en estado de trance.
Mientras la recorría con la vista curva por curva, reparó que llevaba la radio en la mano.

Le gritó:

- ¡Dame la radio, que se te va a mojar!

- No, no hay problema. Si total me mojo hasta la cintura, no más.

- ¡?!......mujeres.

El mar, muy calmo. Pleno sol. Y una lancha en el horizonte.

- ¡Tanta radio al pedo y nadie escucha a los Rolling! – pensó.

La flaca, con el agua hasta la mitad de las piernas, escuchaba la radio moviendo la cadera al compás de la música y mirando el horizonte.

Mientras disfrutaba la escena, Mario pensaba, mirando al cielo:

- ¡Que bien que te salen las minas Dios!!

El mar seguía calmo. La lancha en el horizonte se hacía más grande, al tiempo que se acercaba a la costa.

Trató de identificar la embarcación, pero no parecía de nadie conocido.

El sol quemaba fuerte. Ni una pequeña brisa.

Echó una mirada al detalle entre la gente, intentando reconocer a alguno, pero increíblemente, eran todos nuevos.

- Bueno – pensó – total, los otros amigos no eran. Ninguno me debía guita.

La bella muchacha en el agua dejó de bailar al compás de la radio, y puso su atención a la embarcación que se acercaba lentamente a la costa.

Mario también reparó en ello, y luego de una precisa observación al perfil del bote, se dijo:

- Este tipo, tiene muuuuucha guita.

En efecto, el yate medía unos 20 metros de eslora, y tenía un camarote de dos pisos.

- Debe costar una fortuna- pensó.

Ningún tripulante se observaba todavía.

La muchacha en el agua, observaba la embarcación con gran interés.

También el resto de la gente en la arena, la señalaban y comentaban entre ellos.

Poco a poco se fueron parando, y acercándose al agua, con radio en mano.

Observaban el yate, que a ésta altura, se encontraba detenido a unos 40 metros de la orilla. Casi no había olas.

Como Mario intentaba divisar al tripulante, no prestaba atención al hecho de que la gente en la arena se acercaba a él, al tiempo que miraban el barco.

Por fin, alguien salió del camarote.

Los turistas, que estaban hablando, de pronto se callaron.

Mario exclamó:

- Bueno, che. No le den tanta pelota al chabón éste, porque se la va a creer.

La muchacha en el agua al ver salir al tripulante, volteó hacia Mario, y volvió a mirar nuevamente el bote.

Al notar esto, Mario se sintió confortado en su ego, y exclamó por lo bajo:

- Tranquila, nena, que más tarde te voy a atender.

Al volver a mirar al yate, notó que el tripulante era un tipo grandote.
El sol se ponía en el horizonte, y costaba ver en esa dirección sin ser cegado.

El grandote se sentó en el borde del yate, y aunque el sol no permitía ver su rostro, sí se distinguía una radio en su mano.

- Pero….¿qué? ¿Están de oferta los aparatitos esos?
¿Qué pasa? ¿El que no lleva radio es maricón?

Nadie le festejó la ocurrencia.

El hombre del yate, lleva la radio a su boca.

Una fracción de segundo más tarde, por la radio de todos los que rodeaban a Mario se escucha:

-¡¡Disparen!!

Todos, incluida la flaca que estaba en el agua, abren fuego contra él.

Ya desangrándose y tirado en el piso, con la mirada de ellos desde arriba, vuelve a escuchar por las radios:

- Yo soy hombre de palabra.

Todos se retiran sin hacer comentario.

El yate también lentamente, desaparece en el horizonte.

Y por la radio de la garita Nº 2, suena una canción de los Rolling Stones:

- I can get no! , satisfaction!


.

.


Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 22/7/2018

Texto agregado el 14-11-2018, y leído por 140 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
15-11-2018 Parece que don Tito mafioso si estaba bien ofendido! Mucho esfuerzo para eliminar a un enemigo tan bobo!. Muy entretenida la historia. carmen-valdes
15-11-2018 Don Tito resultó ser un malo digno para un película de 007. vicenterreramarquez
15-11-2018 Bien usado el lenguaje. Considero que ha sido un tanto difícil para alguien como vos bucear en estos ambientes, así que felicitaciones. MujerDiosa
14-11-2018 La verdad es que me sorprendiste con el final, tanta gente para asesinar a un pobre tonto, era malo en forma ese "don tito". Me gustó. Magda gmmagdalena
 
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