Cansado, mis pies me llevan por una senda llamada sin destino cierto y en un instante me di cuenta de que inicio la debacle.
Al transitar por esa huella oscura y sin señales de ti, mis ojos envejecieron en un mar vacío lleno de nada y de sombras pequeñas y realmente tristes. Mas adelante, en medio de una fría brisa, una soledad con la cara volteada me da la espalda como una caricia de indiferencia letal, borrando los recuerdos de mis ojos y sacando esas lágrimas de un pasado lleno de letargos amorosos, de indecisiones y caricias incompletas. En mi cielo personal no existen estrellas, se apagaron en una de esas tardes donde ya no hubo más palabras para ti y donde el silencio inundo nuestros corazones y las respuestas cesaron de un lado y del otro. El silencio acaricio nuestros labios y llego para quedarse para siempre.
¡Ya es hora de marcharme!...